Determinismo científico
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El determinismo científico es un paradigma científico que considera que, a pesar de la complejidad del mundo y su impredictibilidad práctica, el mundo físico evoluciona en el tiempo según principios o reglas totalmente predeterminadas y el azar es solo un fenómeno aparente.
Hemos de considerar el estado actual del universo como el efecto de su estado anterior y como la causa del que ha de seguirle. Una inteligencia que un momento determinado conociera todas las fuerzas que animan la naturaleza, así como la situación respectiva de los seres que la componen, si además fuera lo suficientemente amplia como para someter a análisis tales datos, podría abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero; nada le resultaría incierto y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.[1]
La concepción de un universo regido por las leyes de la naturaleza se ha contrapuesto con las intervenciones divinas y otros tipos de interferencia sobrenatural. ¿Existen excepciones a las leyes que violen la evolución natural del universo, es decir, un milagro? La respuesta a esta pregunta ha estado dividida a lo largo de la historia y ha sido discutida por importantes científicos, filósofos y teólogos. Platón y Aristóteles no lo creían. A excepción de René Descartes, casi todos los pensadores cristianos mantuvieron que Dios era capaz de violar o cesar las leyes si lo quisiera. Incluso Isaac Newton creyó en tales milagros: debido a las perturbaciones producidas por la atracción de la gravedad del Sol, el sistema solar solo sería estable si un relojero le "diese cuerda" y reiniciara periódicamente las órbitas evitando el cese del "reloj celestial", ya sea por el colapso de los planetas hacia el centro del sistema o su expulsión hacia los cielos.[2]
Pierre-Simon Laplace arguyó correctamente que tales perturbaciones deben ser periódicas y cíclicas, en vez de acumulativas. El sistema solar se estabiliza a sí mismo y por tanto ya no hay necesidad de recurrir al actuar de un ser divino para explicar por qué nuestro sistema ha sobrevivido hasta el día de hoy. Es a Laplace a quien se suele atribuir la primera formulación rigurosa del determinismo científico: dadas todas las condiciones de un instante cualquiera, un conjunto completo de leyes determina totalmente tanto el futuro como el pasado. Esto excluye la posibilidad de milagros o un papel activo de Dios y ha sido la respuesta de los físicos modernos a la pregunta antes formulada y es, de hecho, la base de la ciencia moderna. Una ley científica no es tal si solo se cumple si un ser sobrenatural decide no intervenir. Respecto a este punto, se dice que Napoleón le preguntó a Laplace sobre el papel que desempeñaría Dios en el universo, este respondió: «Señor, no he necesitado esa hipótesis».[2]