Concilio de Jerusalén
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Concilio de Jerusalén (o Conferencia Apostólica) es el nombre aplicado por los historiadores y teólogos a un concilio de la era apostólica del cristianismo primitivo que se celebró en Jerusalén alrededor del año 50 d. C. Es único entre los antiguos consejos preecuménicos, por lo cual es considerado por los católicos y ortodoxos como un prototipo y precursor de los Concilios Ecuménicos posteriores y una parte clave de la ética cristiana.
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 15, el Concilio decidió que los gentiles convertidos al cristianismo no estaban obligados a mantener la mayor parte de la Ley de Moisés, incluyendo las normas relativas a la circuncisión de los varones. El Concilio mantuvo, sin embargo, las prohibiciones de comer sangre, carne que contenga sangre, carne de animales sacrificados no adecuadamente, y sobre la fornicación y la idolatría, lo que a veces se denomina como el Decreto Apostólico o Cuadrilateral de Jerusalén.
Un relato sustancialmente diferente del Concilio se recoge en la carta de Pablo a los Gálatas, capítulo 2.[1] En él, Pablo se atribuye la evangelización de los paganos, dejando la de los judíos a Pedro, y no menciona en absoluto el denominado Decreto Apostólico.[2]
Algunos exegetas cristianos resuelven la aparente contradicción aduciendo que la reunión descrita en Gálatas no sería el Concilio de Jerusalén sino una reunión privada. Otros cuestionan la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles.