Armando Solano
Abogado, político y literato / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
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Armando Solano (Paipa, 17 de diciembre de 1887 - 1953, Bogotá) fue un político, abogado y periodista colombiano «partidario del divorcio y la escuela laica».[1] Pero, «su papel más sobresaliente lo cumplió como periodista y literato».[2]
Armando Solano | ||
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Representante la Cámara por Boyacá | ||
20 de julio de 1917-19 de julio de 1918 | ||
Presidente | José Vicente Concha | |
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Representante la Cámara por Boyacá | ||
20 de julio de 1921-19 de julio de 1922 | ||
Presidente | Marco Fidel Suárez | |
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Senador de la República de Colombia por Boyacá | ||
20 de julio de 1947-19 de julio de 1951 | ||
Presidente | Mariano Ospina Pérez | |
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Información personal | ||
Nacimiento |
17 de diciembre de 1887 Paipa, Boyacá, Colombia | |
Fallecimiento | 1953 (65 años) | |
Residencia | Colombia | |
Familia | ||
Cónyuge | Teresa Puerto | |
Hijos | Pablo Solano Puerto | |
Educación | ||
Educado en | Universidad Libre (Colombia) | |
Información profesional | ||
Ocupación | Político, abogado y periodista | |
Partido político | Partido Liberal Colombiano | |
El boyacense de nacimiento, tenía un amor inexplicable por su tierra, el cual llegó a ser el motivo de sus días, y lo llevó a convertir en una especie de paradigma, Jaime Barrera Parra dijo que “Armando sorbia tierra por los talones” haciendo referencia o haciendo entender el amor entrañable que este hombre le tenía a su tierra. Nombrarlo era prácticamente mencionar a Boyacá.[3]
Fue uno de los pensadores boyacenses más representativos, el cual en sus escritos mostraba gran importancia por el humanismo colombiano, como también, por interpretar la mentalidad colectiva del pueblo boyacense.[4]Además, de ser partidario del divorcio y la escuela laica, también fue un periodista liberal de izquierda.[5]
Perteneció a la generación llamada el centenario, la cual, él llamaba la generación de la paz y del nacionalismo ardiente y profundo. [6]
Por otro lado, en su carrera diplomática, ejerció el puesto de cónsul de Colombia en Burdeos, y consejero cultural de la Embajada de Chile. Adentrándonos en su carrera de letras, o periodismo, fue columnista de El Tiempo, El Espectador, El Gráfico y Cromos.[7]
Se consideraba que las líneas más bellas que escribía Armando eran estudiando el alma boyacense, lo que él llamaba “La melancolía de la raza indígena”, la cual le daba una esperanza al pueblo, para que así de alguna u otra forma apaciguara el dolor, el abandono, la muerte, etc.[8]
Solano a la hora de escribir lo hacía con inteligencia. Según Juan Gustavo Cobo Borda, en un Boletín Cultural y Bibliográfico, publicado por el Banco de la República en el año 1979 dice que:
Hernando Téllez, en uno de sus "Espejo de los días", fechado en 1935, ha descrito la forma como trabajaba Solano: "Teniendo frente a este amigo (Pedro Blanco Soto) y a otros cuantos, Solano en "El Diario Nacional" comenzaba a escribir. Echaba casi medio cuerpo sobre las cuartillas, pues su deficiencia óptica lo obligaba a tomar esa postura que siempre encontraba muy incómoda. Solano llenaba cuartillas, innumerables cuartillas con una facilidad que ponía admirativo desconcierto en el ánimo de quienes estaban presentes al acto extraordinario de su alumbramiento intelectual. Parecía así que a Solano no le quedara otra faena, al escribir, que la fácil y sencilla de ir ensamblando uno tras otro los vocablos que se le presentaban con su mejor y más límpido ropaje, pues durante el ejercicio de ella iba soltando esas frases al sesgo en las cuales revoloteaba como un abejorro su delicioso humor urticante" [9]
Solano siempre con cada una de sus frases transmitía el aire de Paipa. Alcanzó a vivir tres generaciones: la que asistió, en una u otra forma, a la guerra civil; la del centenario, a la cual pertenece Solano, y que según su dictamen ya se acerca a "la cumbre melancólicamente dorada de los cuarenta" , y la de "Los nuevos", la bienvenida se realizó de parte generosa y con la cual polemizó a través del entonces iracundo Alberto Lleras, desconocedor, en aquella época, de la virtud de la contemporización.[10]
Un derrame cerebral acabó con su carrera de escritor, en 1947, y cuando murió, físicamente, en 1954, ya solo era el último resto de una época deshecha. Es a él, y no a ella, que esta colección de sus escritos rinde homenaje.[11]