Anexo:Fallecidos en el Monte Everest
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El monte Everest, de 8849 metros de altitud sobre el nivel del mar y un pico particularmente deseable para los montañistas. Sin embargo, más de 300 personas han muerto tratando de escalarlo. 1977 y 2020 han sido los dos únicos años sin fallecimientos registrados en la montaña. En 1977 solo dos personas alcanzaron la cima.[1] En 2020 la temporada de montaña se vio suspendida a nivel internacional por culpa de la pandemia de coronavirus.
![A color photo of a mountain covered in snow](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/d/d9/Mount_Everest_North_Face.jpg/640px-Mount_Everest_North_Face.jpg)
![Thumb image](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/8/89/Green_Boots.jpg/640px-Green_Boots.jpg)
La mayoría de las muertes se han atribuido a avalanchas, lesiones por caída o colapso de hielo, hipotermia o problemas de salud relacionados con las condiciones de la montaña. No todos los cadáveres han sido localizados, por lo que los detalles de estas muertes no están disponibles. La mayoría de los cuerpos aún permanecen en la montaña, incluso casos de fácil recuperación.
Los tramos más peligrosos del Everest se localizan entre los 5400 a 6400 metros (17 700-21 000 pies). Muchos tramos son evitados actualmente por los escaladores, ya que contratan sherpas para que los asistan instalando cuerdas fijas, cargando herramientas, y abriendo paso entre la nieve de camino a la cima.
La parte más alta de la montaña se localiza dentro de la zona de la muerte, término dado dentro del montañismo para definir alturas por encima de 8000 metros (26 000 pies), o menos de 356 milibares (5,16 psi) de presión atmosférica —donde los niveles de oxígeno no son suficientes para soportar la vida humana—.[2] Muchas muertes dentro del montañismo de gran altitud son causadas por los efectos de la zona de la muerte, ya sea de manera directa (pérdida de funciones vitales) o indirectamente (accidentes derivados por la toma de malas decisiones al estar bajo estrés o por desgaste físico). En la zona de la muerte, el cuerpo humano no se puede aclimatar ya que consume oxígeno más rápido del que se repone. Una estancia larga dentro de la zona sin oxígeno adicional resulta en el deterioro de las funciones corporales, pérdida de la conciencia, y finalmente la muerte.[3][4][5]