Escultura románica
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La escultura románica corresponde a la práctica de la escultura en la época del arte románico que se expandió por toda Europa entre los siglos siglo XI y XII —y en algunas partes hasta la primera mitad del XIII[1]—, y que, al igual que le sucedió a la pintura, en ese momento estaba muy relacionada con la arquitectura religiosa, conexión que se mantuvo durante toda la Edad Media. La Iglesia católica —que en esa época estaba orientada, por un lado, por las directrices de la Orden de Cluny y, por otro, por el incremento de las rutas de peregrinación, principalmente las de la camino de Santiago y de la abadía de Santa Fe de Conques[Su. 1]— confiaba a la escultura un papel educativo, el de difundir la fe ilustrando a una población iletrada con relieves de piedra que fueran comprensibles, mostrando pasajes del Antiguo Testamento y enseñando a los monjes y fieles la vida de los apóstoles y de los santos. Al principio del periodo románico, para los teólogos como Rabano Mauro, los buenos artesanos debían instruir con sencillez y emocionar con la expresión vigorosa de su arte.[2] El concepto de artista no estaba definido como tal sino que se llamaba artifex theoricus a quien leía, entendía y proyectaba las manifestaciones para construir y hacer las obras y el artifex practicus, el pictor o el magister operis que era el que trabajaba con «arte» y en definitiva materializaba la obra.[3] El Maiestas Domini y el Juicio Final fueron los temas iconográficos más representados.[Su. 2] Se inspiraba en bajorrelieves y capiteles romanos, pero sobre todo en imágenes que consultaban en manuscritos iluminados y en objetos de orfebrería; aunque ocasionalmente se reprodujeron motivos romanos, en general se trató de un nuevo comienzo y no de una continuación de la Antigüedad.
Primero se decoraron los capiteles de criptas, reutilizándose algunos de la Antigüedad, y luego se tallaron capiteles de pilares y columnas que separaban las naves de las iglesias y después en los claustros. La escultura en los capiteles se generalizó a partir del año 1000, aunque sus inicios fueron tímidos: en las iglesias italianas de la primera mitad del siglo XI se adoptó el modelo corintio, más o menos estilizado (capitel con palmetas). En otros lugares (Borgoña, Cataluña) se experimentaba con capiteles entrelazados y hojas de acanto. Pero pronto aparecieron animales y figuras antropomorfas, aunque seguían siendo escasas antes de 1050 (abadía de Saint-Benoît-sur-Loire). La basílica de Saint-Sernin de Toulouse (segunda mitad del siglo XI) conserva 260 capiteles románicos.[4] El final del siglo X y el siglo XI fue un período de experimentación llevado a cabo por numerosos centros artísticos de Europa occidental, como el norte de España, Toulouse, Italia, el Loira... desarrollando cada uno su propio carácter, que irradiará más o menos, mezclándose con otras influencias antes de formar una corriente más estructurada en el siglo siguiente, en torno a tres categorías principales de motivos: plantas y entrelazados, animales y figuras humanas. La constitución de la cronología de las obras ha suscitado numerosas controversias entre historiadores del arte durante el siglo XX.[5]
Un gran impulso para la producción de la nueva escultura fue la ruta de peregrinación a Compostela para visitar la tumba del apóstol Santiago —descubierta sobre el año 820 entre los restos de un asentamiento romano—, que en el siglo XI ya estaba plenamente establecida hasta el punto de acometerse desde 1075 la construcción de la nueva catedral de Santiago. A lo largo de la ruta se levantaron nuevas iglesias bajo la organización de la Orden de Cluny. Estos templos fueron construidos en lugares de paso en este periodo de fervor religioso, para una acogida espiritual de peregrinos y la exposición de las reliquias. Francia y el norte de España son también lugares donde se puede ver los ejemplos de la primera producción de la escultura románica aplicada a la arquitectura. A lo largo de los distintos caminos a Santiago se difundieron sugerencias técnicas, estilísticas e iconográficas a través de talleres de construcción itinerantes.
A finales del siglo XI, en el sur de Francia (Cluny, Autun, Vézelay, Moissac, Toulouse), así como en el norte de Italia y el norte de España, los tímpanos, capiteles y muros de los portales comenzaron a ser ricamente decorados con adornos y figuras tratados con un gran realismo. La escultura ya era un componente importante en las fachadas de las iglesias, al estilo de los antiguos arcos triunfales.[6] La escultura se vuelve entonces monumental, las primeras esculturas monumentales que se presentaban desde el siglo V, periodo en el que dejaron de tallarse piezas de bulto redondo (piezas tridimensionales) aunque se observó durante el período prerrománico un aumento de la producción de pequeñas esculturas y trabajos en metal.
Se utilizó el relieve como la mejor técnica para la narración de escenas impresionantes, donde el volumen ayudaba a crear una mayor sensación de realismo que las simples superficies pintadas, retratando escenas como la Visión del Apocalipsis y esculpiendo en cada superficie el espíritu del concepto de Dios vengativo presente en el Antiguo Testamento; también se llenaron no solo de figuras bíblicas como los evangelistas, apóstoles y ángeles, sino con series de criaturas monstruosas, que ante su visión no se olvidaban: demonios y criaturas compuestas de cuerpos desproporcionados y horribles que daban temor de la tortura del infierno confrontado con el reino de Dios.[7] Su objetivo no era imitar la naturaleza y la realidad.[8] Iconográficamente, el Dios fuerte, gobernante y juez es el foco de la escultura monumental; las ubicaciones pictóricas subordinadas a menudo fueron ocupadas con temas moralizantes en los que los demonios y las criaturas míticas también desempeñan su papel.[9]
No se conocen muchos nombres de los escultores del románico, destacando el Maestro de Cabestany, Bernard Gilduin, Gislebertus, Unbertus, Gofridus y Gilabertus de Toulouse, en Francia; Wiligelmo, Niccòlo y Antelami, en Italia; Arnau Cadell, Leodegarius, Micaelis y Ramon de Bianya, en España. Destacadas esculturas y conjuntos románicos, en Francia son: la fachada de Notre-Dame la Grande de Poitiers, considerada una obra maestra del arte románico, el dintel de Sant Genís, la escultura románica datada más antigua, la iglesia de San Trófimo de Arlés (portal, 1180-1190), la abadía de Saint-Benoît-sur-Loire (torre-pórtico), abadía de Moissac (portal sur, ca. 1120 y claustro en 1100), catedral de Autun (portal occidental, c.1130-1135), catedral de Santa María de Olorón (portal oeste, hacia 1130), la abadía de Charlieu (portal norte, ca. 1170, catedral de Angulema (fachada, 1115-1130); abadía de Beaulieu-sur-Dordogne (tímpano).
- Tímpano de la iglesia abacial de Vézelay, hacia 1120-1130.
- Capital de la Resurrección de la abadía de Mozac
La escultura alemana del siglo XII (en comparación con la francesa) prestó más atención al mobiliario del interior de la iglesia. Para el arte románico en metal se pueden identificar tres focos regionales: la escultura en bronce y la orfebrería de la región del Mosa (Lieja) que también tuvo pujanza estilística en el arte de la cantería y apuntaba hacia el período gótico; Renania (Colonia), en los siglos siglo XII y XIII, aportó los relicarios más magníficos en forma de pequeños edificios decorados con figuras; la Baja Sajonia (Hildesheim, Magdeburgo, Braunschweig) cuyo logro especial de fue una vez más la fundición de bronce, siendo destacables la columna, pila y puertas de Hildesheim. También destacan los relieves en metal de las puertas de iglesia de Santa María del Capitolio (Colonia) y las de la catedral de Augsburgo, ambas del siglo XI.
En piedra, destacan la iglesia de Santa Cecilia (Colonia) y la de iglesia de San Pantaleón (Colonia) .
- Puertas de bronce de la catedral de Augsburgo (995-1006), ahora en el Museo Diocesano de St. Afra en Augsburgo.
- Bautismo de Cristo en la pila bautismal de Reiner von Huy, Lüttich, 1107-1118
- Detalle de la tumba cúbica y estrictamente estilizada del arzobispo Friedrich von Wettin († 1152) procedente de una fundición de Magdeburgo
- El León de Braunschweig, 1166, la primera figura hueca de bronce fundido desde la Antigüedad.
Además de la piedra, la madera fue un material importante para la construcción de iglesias sobre todo en la parte norte de Europa y para tallar las imágenes exentas de devoción o de altar que pocas veces se trabajaron en piedra. La madera policromada, y el marfil, fue el material más utilizado, a veces, recubierta con metales de bronce o plata (crucifijos y pequeñas imágenes).[Su. 3] Los relicarios también se chapaban con metales. Las «madres de Dios con el niño» fueron muy representadas por toda Cataluña y por el sur de Francia aunque, en cuanto al valor iconográfico, la imagen más importante del románico fue el Cristo Majestad. Entre los numerosos ejemplos destacan el Cristo que hay en Santa Faz de Lucca, el de la catedral de Milán, el Cristo de Mig Aran y la Majestad de Batlló.[10]
La obra en bronce fue de especial importancia en las piezas litúrgicas, las puertas de las iglesias, pilas bautismales y lápidas de tumbas. Para la parte superior de las tumbas, una nueva tipología se fue extendiendo desde el norte de Francia a mediados del siglo XII: la aplicación de la figura del difunto sobre el ataúd en posición yacente. Una de las primeras tumbas con la efigie del difunto con carácter románico fue la del abad Isarn de la abadía de San Víctor de Marsella.