Camino de Santiago
peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago el Mayor / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
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Camino de Santiago es la denominación que tiene un conjunto de rutas de peregrinación cristiana de origen medieval que se dirigen a la tumba de Santiago el Mayor, situada en la catedral de Santiago de Compostela (Galicia, España).[nota 1] Históricamente se ha conocido como «Camino de Santiago» (hoy denominado «Camino de Santiago francés») al itinerario principal que, partiendo de los Pirineos occidentales, recorre España hasta llegar a la ciudad gallega; no obstante, actualmente el término se utiliza para referirse a todas las rutas jacobeas existentes.[6] Se trata de un «camino sembrado de numerosas manifestaciones de fervor, de arrepentimiento, de hospitalidad, de arte y de cultura, que nos habla de manera elocuente de las raíces espirituales del Viejo Continente».[7]
Camino de Santiago | ||
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Unión Europea | ||
Mapa de la principal ruta del Camino de Santiago entre los Pirineos y Santiago de Compostela | ||
Catedral de Santiago de Compostela, destino final de los caminos de Santiago | ||
Santiago el Mayor. La Iglesia católica considera que sus restos descansan en la catedral de Santiago de Compostela | ||
Datos del camino | ||
Nombre oficial | Camino de Santiago | |
Otras denominaciones |
Rutas jacobeas Camino de las estrellas | |
Grupo | Rutas de peregrinación cristiana | |
Longitud | Diferente según el lugar de partida | |
Inicio | Diversos lugares en Europa | |
Final | Catedral de Santiago, Santiago de Compostela (España España) | |
Administración | ||
Administración | Asociaciones de voluntarios | |
Otros datos | ||
Primera descripción completa | ca. 1140 por Aymeric Picaud | |
Primera guía moderna | Año 1965 por el Ministerio de Información y Turismo[1] | |
Reconocimientos |
1987: Itinerario Cultural[2] 1993: Patrimonio de la Humanidad (para el Camino Francés)[3] 1998: Patrimonio de la Humanidad (para los Caminos en Francia)[4] 2004: Gran Itinerario Cultural Premio Príncipe de Asturias[5] 2015: Patrimonio de la Humanidad[3] (para: Camino de la Costa; Camino Primitivo; Camino Interior del País Vasco y Rioja; Camino de Liébana) | |
Sitio web | ||
Santiago el Mayor fue uno de los principales apóstoles de Jesucristo y el primero de ellos en morir martirizado.[8] La tradición cristiana indica que su cadáver fue trasladado a Hispania y depositado en una tumba situada en Gallaecia.[9] Esta fue descubierta sobre el año 820 entre los restos de un asentamiento romano abandonado y sobre ella se construyó un templo que fue ampliado en los siglos siguientes hasta convertirse en la actual catedral.[10]
El culto al apóstol se extendió pronto entre los cristianos peninsulares y fue proclamado por Alfonso II como patrón del reino de Asturias, consideración que mantuvo en las entidades políticas que le sucedieron.[10] Igualmente, surgió la costumbre entre sus ejércitos de invocar su nombre antes de entrar en batalla.[10]
La jacobea fue la última en aparecer dentro de las tres grandes peregrinaciones cristianas.[11][nota 2] Un número creciente de personas la realizó durante la Edad Media por motivos de fe, al considerar que los restos del apóstol tenían una capacidad de intercesión ante Dios.[12] Su popularidad se extendió entre los reinos europeos occidentales y gozó del apoyo tanto de las autoridades eclesiásticas y civiles como de personas particulares, quienes se implicaron en la creación de una infraestructura que ofreciese a los peregrinos alojamiento y asistencia.[11] Las autoridades, además, dictaron normas jurídicas para protegerlos mientras hacían su viaje.[13] Durante su historia, ha experimentado dos grandes crisis: la primera fue en el siglo XVI debido a la tipología de quienes recorrían las rutas jacobeas y a la aparición de la teología protestante;[14] la segunda la causó el proceso de secularización europeo iniciado tras la Revolución francesa y la pérdida de la infraestructura de alojamiento por las desamortizaciones del siglo XIX.[15] Esta crisis fue la más grave y llevó a su práctica desaparición en las décadas centrales del siglo XX, aunque durante la segunda mitad de esa centuria experimentó una notable recuperación tanto en popularidad como de infraestructura. Fruto de ella, el número de peregrinos que llegan a Santiago no ha parado de aumentar desde la década de 1990 y en 2019 alcanzó la cifra más alta desde que se tienen registros: 347 578 personas.[16][17]
En esta segunda década del siglo XXI, la peregrinación jacobea atrae a hombres y mujeres por igual.[16] Los extranjeros superan ligeramente a los nacionales y la mayoría emprende el viaje dentro de España, siendo un porcentaje pequeño aquellos que comienzan su camino más allá de los Pirineos.[16] La motivación para el mayor número de ellos sigue siendo de tipo espiritual, aunque es importante la cifra de los que la realizan por motivos lúdico-deportivos.[16] Dentro del cristianismo, es aceptada por parte de la teología protestante que la había rechazado desde el siglo XVI y la amplia extensión de rutas jacobeas a lo largo de Europa ha hecho aparecer un nuevo tipo de peregrinación consistente en recorrer unos días el camino sin el objetivo final de llegar a Compostela (algo al alcance de pocos en áreas muy lejanas).[18]
La primera ruta que siguieron los peregrinos fue la que partía de Oviedo, la capital de Asturias y que, a través de la montaña, llegaba a Lugo y continuaba hasta el Locus Sancti Iacobi.[19] Con la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, quedó bajo su control la antigua ruta romana que unía Burdeos con Astorga a través de Pamplona, Burgos y León.[20] Esta fue la base sobre la que se desarrolló el trazado clásico del Camino de Santiago tras realizarse algunos cambios en su recorrido, principalmente para hacerlo pasar por zonas más pobladas.[21]
Sobre esta ruta principal desembocaban otras que partían de diversas regiones dentro de la península y que, conforme avanzaba la Reconquista, fueron las que usaron los habitantes de los nuevos territorios bajo dominio cristiano. En la vecina Francia, por su parte, se desarrollaron cuatro itinerarios para llegar al Camino de Santiago. Estos partían de la capital París, de la desembocadura del Ródano, así como de las localidades de Vézelay y Le Puy, respectivamente.[22] Las dos primeras serían las más utilizadas por quienes iniciaban su viaje más allá del reino francés durante su tránsito por el mismo.[23] En estos países alejados, los peregrinos tomaban las principales vías comerciales que conducían a Francia porque tenían la mejor infraestructura.[24]
Con la crisis de la peregrinación jacobea en los siglos XIX y XX se fue olvidando el uso de las antiguas rutas como vías para llegar a Santiago.[25] Buena parte de ellas quedaron asfaltadas para su utilización por los vehículos, si bien algunos tramos conservaron su estado original al crearse otros alternativos más ventajosos.[26] En la segunda mitad del siglo XX se comenzó a estudiar cuál había sido el itinerario original del camino y se determinaron las poblaciones por las que pasaba, de tal manera que —en 1965— se pudo editar una guía para hacer el viaje en coche desde los Pirineos hasta Compostela.[27] Ya en los años 1980 se procuró adecuarlo para poder ser recorrido a pie y para ello se buscaron senderos que evitasen el peligroso uso de la carretera, labor esta realizada por voluntarios desinteresados entre los que destacó el párroco Elías Valiña.[25] Igualmente, se habilitó una infraestructura de albergues para proporcionar alojamiento a los peregrinos durante el viaje.[28]
El éxito experimentado desde los años 1990 ha llevado, también, a que se recuperen un gran número de rutas históricas por asociaciones de voluntarios, tanto en España como en los demás países europeos.[29] De esta manera, para finales de la década de 2010 una extensa red de 286 caminos se encuentran catalogados y recorren un total de 80 000 km en 28 países.[29]
El Camino de Santiago y la peregrinación jacobea que se realiza por él han sido, desde su surgimiento en la Edad Media, un notable lugar de encuentro e intercambio cultural entre la población de Europa.[3] Se estima asimismo que han ayudado a generar lo que se podría denominar «conciencia común europea».[5] Estos aspectos inmateriales, junto al conjunto de construcciones históricas relacionadas con él —iglesias, albergues, monasterios, puentes, etc.— que se ha conseguido conservar,[4] han hecho que reciba importantes reconocimientos internacionales desde su recuperación en los años 1980.
Su historia de acuerdo a las Sagradas Escrituras
Santiago «el Mayor» es denominado así para distinguirlo de otro apóstol con el mismo nombre y al que se le da el apodo de «el Menor».[8] Nació dentro de una familia relativamente acomodada radicada en Betsaida o Cafarnaún y que poseía una pequeña empresa dedicada a la pesca en el mar de Galilea.[8] Su padre se llamaba Zebedeo y su madre Salomé, quien posteriormente fue seguidora de Jesús.[8] Algunas interpretaciones de los textos cristianos consideran, también, que ella era hermana de María, aunque esto resulta dudoso.[8]
No se tiene información directa de la infancia y juventud de Santiago.[8] Del libro de los Hechos se deduce que ni su hermano Juan ni él acudieron a la escuela de rabinos.[8] Con todo tuvieron que tener una mínima educación, ya que sus padres podrían permitírselo.[8] En aquella época, la cultura e idioma griegos estaban presentes en las orillas del mar de Galilea, con lo que se supone probable que ambos hermanos los conocieran.[8] Se cree que su personalidad era temperamental y vehemente y que por ese motivo Jesús les dio el apodo de «hijos del trueno».[8]
Santiago fue presentado a Jesucristo por su hermano poco después de su proclamación por Juan el Bautista como el «Hijo de Dios».[8] Se encuentra entre las cuatro primeras personas que llamó al apostolado cuando posteriormente, a la orilla del citado mar, pidió a las dos parejas de hermanos —Santiago y Juan, así como Pedro y Andrés— que dejasen de pescar peces y se convirtiesen en «pescadores de hombres».[8]
Como apóstol figuró —junto a Juan y Pedro— entre los tres más cercanos a Jesús, los cuales fueron testigos de varios de sus milagros y le acompañaron durante sus oraciones en los olivos de Getsemaní la víspera de su muerte.[8] Su martirio fue profetizado por Jesús cuando dijo que él y su hermano compartirían sus sufrimientos.[8]
A diferencia de Pedro y Juan, el libro de los Hechos da poca información acerca de Santiago.[30] Solo le cita expresamente cuando relata su martirio en Jerusalén durante el gobierno de Herodes Agripa I —entre los años 41 y 43—, lo que le convirtió en el primer apóstol en morir.[30] Por este motivo, hay una falta de información sobre lo que hizo durante los cerca de diez años entre la dispersión de los apóstoles para predicar —en el año 33— y su muerte, vacío que es llenado recurriendo a tradiciones cristianas y leyendas.[31]
Tradición sobre su presencia en Hispania
Una de las tradiciones que llenan el vacío de información que deja el libro de los Hechos es la que afirma que Santiago ejerció su apostolado en la Hispania romana del siglo I. Hay varias versiones de ella —que difieren principalmente sobre el lugar donde arribó, su recorrido posterior y las acciones realizadas—, pero, en general, indican que estuvo en la península en algún momento del periodo comprendido entre la venida del Espíritu Santo a los apóstoles —año 33— y su muerte en Jerusalén —entre los años 41 y 43—.[9] No obtuvo frutos de su predicación, aunque reclutó a un grupo de seguidores cercanos.[9] Estos le acompañaron a su vuelta a Jerusalén, donde siguió predicando hasta ser condenado a muerte. Tras su ejecución, regresaron con el cuerpo a Hispania, donde lo enterraron en los dominios de la «reina Lupa».[9] En una versión independiente de la Iglesia apostólica armenia, que parece datada a mediados del siglo VII, esta habría sido una mujer de clase alta y la única discípula convertida.[32] Acompañaría a Santiago en su vuelta a Palestina y tras su decapitación, haría trasladar el cuerpo a Hispania, quedando la cabeza en posesión de Santiago el Justo, obispo de Jerusalén.[33] Con el tiempo, tanto la cabeza del apóstol como los restos de Santiago el Justo, quedarían enterrados en la actual catedral dedicada a ellos en Jerusalén.[34]
Su veracidad ha sido rechazada y defendida por diversos autores a lo largo de los años. Básicamente, su admisión o no giró inicialmente en torno al denominado «problema del silencio»[nota 3] que, a su vez, generó la cuestión de la «teoría alternativa».[nota 4] Con todo, esta polémica no parece afectar a la acogida popular de la tradición hispana.[35] La devoción a Santiago parece mantenerse y desde la rehabilitación del camino francés en la década de 1980, las peregrinaciones a su tumba no han dejado de aumentar.[35] De hecho, en 1982, su tumba fue visitada por primera vez en la historia por un papa.[35]
Polémica en torno a la tradición hispana
Tradiciones sobre el destino de los apóstoles[36] | |||||
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Apóstol | Área de predicación | Lugar de su muerte | |||
Pedro | Jerusalén, Roma | Roma | |||
Andrés | Acaya, Escitia | Patras | |||
Santiago el Mayor | Jerusalén, Judea, Hispania | Jerusalén | |||
Juan | Jerusalén, Éfeso | Éfeso | |||
Felipe | Frigia | Hierápolis | |||
Bartolomé | Armenia, India | Derbent | |||
Tomás | Partia, sur de la India | Madrás | |||
Mateo | Judea, Etiopía, Partia | Etiopía o Partia | |||
Santiago el Menor | Palestina, Egipto | Egipto | |||
Judas | Partia | Partia | |||
Simón | Egipto, Partia | Partia | |||
Matías | Etiopía, Judea, Capadocia | Etiopía | |||
Pablo | Siria, Chipre, Cilicia, Licia, Galacia, Asia, Tracia, Macedonia, Acaya, Roma, Hispania | Roma |
Los detractores de la tradición hispana afirman que un apostolado de Santiago el Mayor en Hispania no es compatible con la falta de referencias a este hecho que se observa, según su postura, en los escritos anteriores al siglo VIII.[nota 5] Es conocida la reflexión de Sánchez-Albornoz, quien en 1971 indicó que «pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil translatio. Solo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la península hasta finales del siglo VIII».[39]
Los defensores, en este sentido, admiten lo poderoso del argumento y que es evidente la falta de citas en un buen número de autores.[35] Aunque alegan que durante las persecuciones se perdió una buena parte de los escritos cristianos y, además, no comparten que la falta de citas sea absoluta, afirmando que sí existen menciones.[41] Estas —inicialmente siglos I a V— indicarían la presencia de uno de los apóstoles en la península.[nota 6] Posteriormente —a partir del siglo VI— otras obras mencionarían expresamente a Santiago el Mayor como el que estuvo en Hispania.[nota 7]
El silencio sobre la presencia de Santiago el Mayor en Hispania que se desprende de las fuentes aducidas por los detractores, también parece extenderse al resto del ámbito conocido de la época y no parecen existir escritos o tradiciones convincentes que indiquen la presencia de Santiago el Mayor en otros lugares antes de su muerte en Jerusalén. Esto es utilizado a su favor por los defensores que argumentan la falta de una «teoría alternativa» a la presencia del apóstol en la península.[46]
Asentamiento donde se construyó
La tumba que, según la tradición jacobea, alberga los restos de Santiago el Mayor se construyó dentro del área funeraria de un asentamiento romano.[47] La moderna investigación identifica a este enclave con la mansio de Assegonia citada en varias obras geográficas redactadas en tiempos romanos: Itinerario de Antonino, Anónimo de Rávena e Itinerario de barro.[48] Este lugar fue creado ex novo en el siglo I junto a un cruce de caminos donde se unían calzadas que conectaban Bracara Augusta (Braga) con Lucus Augusti (Lugo) y el puerto de Flavium Brigantium (La Coruña).[49] Permaneció habitado hasta el siglo V en que fue abandonado tras un periodo de decadencia económica y en un contexto de desestructuración social de la región.[50] Su parte funeraria siguió usándose hasta el siglo VIII, probablemente, por los habitantes de algún núcleo cercano. Dentro de ella se situaba la tumba donde se consideró que estaban los restos del apóstol Santiago el Mayor y que, según las crónicas de su descubrimiento, mostraba una tipología que la diferenciaba del resto.[51]
Características arquitectónicas
Desde finales del siglo XIX se han realizado varios estudios arqueológicos sobre lo que queda del edículo funerario, permitiendo determinar varias de sus características arquitectónicas.[52] Se trataba de un edificio de planta cuadrangular, cuyas paredes estaban construidas con sillería de granito de gran calidad.[52] Contaba con dos pisos, de los que el inferior, que no tenía entrada lateral, se dividía en dos estancias separadas por un muro de mampostería dispuesto de norte a sur.[52] La tradición y varias interpretaciones consideran que la tumba del apóstol se encontraba en la habitación orientada al este, mientras que la que miraba al oeste contendría las de sus discípulos Atanasio y Teodoro.[52] En la planta superior —hoy completamente desaparecida— se estima que se situaría la entrada y un pequeño altar donde se rendiría culto a las reliquias.[52] Existen dos teorías sobre su tamaño: bien sería una estancia sencilla del mismo tamaño que la inferior, o bien se trataría de una construcción más amplia y abierta al exterior.[52] Finalmente, la construcción estaba rodeada, al menos en tres de sus lados, por otros muros que configuraban una especie de deambulatorio a su alrededor.[53]
Descubrimiento de la tumba y primer templo
Las informaciones escritas más antiguas de cómo se descubrió la tumba, se encuentran en un documento del año 1077 denominado Concordia de Antealtares.[54] En él se relata que durante el reinado de Alfonso II de Asturias (791-842) existía un eremita llamado Pelayo, quien vivía en un lugar llamado Solovio, cerca de su iglesia dedicada a San Félix.[54] Tuvo revelaciones de que en las cercanías se encontraba la tumba de Santiago el Mayor, a la vez que varios feligreses de la iglesia dijeron haber visto luces sobre un determinado lugar.[55] Todos comunicaron a Teodomiro —el obispo de Iria— estos hechos y él mismo pudo comprobar la realidad de las luces.[55] Dispuso entonces un ayuno de tres días, tras el cual se dirigió al lugar acompañado por un buen número de fieles y descubrieron lo que no dudaron en determinar que era la tumba del apóstol.[55] Inmediatamente comunicaron al rey su hallazgo.[55]
La tumba se encontraba rodeada por el resto de la necrópolis, así como por las ruinas del asentamiento romano.[56] Bajo la dirección de Teodomiro se inició la adecuación del terreno y la construcción —en algún momento entre los años 820 y 830— de la primera iglesia impulsada por el rey.[57] Se trataba de un pequeño templo de una sola nave con planta cuadrangular.[58] Estaba construido de tal manera que albergaba la tumba apostólica, la cual quedó situada en su cabecera.[57] Contaba con un pequeño atrio en su entrada[56], donde un dintel esculpido destacaba sobre el resto de la construcción de factura bastante sencilla.[57] Muy posiblemente, junto a ella se hallaba un pequeño baptisterio.[58]
La importancia que adquirió el lugar con la creciente llegada de peregrinos hizo que, a lo largo de ese siglo IX, la pequeña iglesia recibiese el reconocimiento de catedral y se comenzase a trasladar, de manera paulatina, la sede episcopal de Iria al nuevo asentamiento.[58]
Basílica de Alfonso III
El segundo templó que se construyó para albergar la tumba del apóstol fue impulsado por Alfonso III de Asturias —nieto de Alfonso II— y quedó finalizado en el año 899.[59] Se levantó derribando el anterior, pero manteniendo el mausoleo original inalterado salvo para reforzar su estructura.[60]
Tenía planta basilical y constaba de tres naves en cuya cabecera se situaba un ábside con forma cuadrangular que albergaba la tumba del apóstol.[61] El desnivel del terreno obligó al uso de escalinatas tanto para los accesos al templo como al presbiterio, a la vez que se le dio al suelo una suave inclinación.[62] Estaba construido recurriendo a piedra de la zona, menos en las esquinas y los vanos, en los que se usó sillería de granito.[59] El tejado, a dos aguas, se disponía sobre una estructura de madera.[61] Se utilizaron columnas y piedras ornamentales recuperadas por el rey en sus razzias por el territorio de al-Ándalus.[62] Las columnas eran de mármol y realizadas en Coria durante el siglo IV.[60] También se mantuvo el uso del dintel esculpido de la anterior iglesia.[62] Este aprovechamiento de materiales recuperados parece que tenía el fin simbólico de recuperar el pasado y enraizar la monarquía asturiana con el reino visigodo anterior a la conquista musulmana.[63] Aspecto reforzado por el estilo arcaizante del edificio que resultaba diferente del que mostraba habitualmente la arquitectura religiosa asturiana.[63]
La iglesia se convirtió en la mayor del reino en ese momento.[58] Junto al resto de edificios construidos formaron un asentamiento que se rodeó por una muralla defensiva de 1,80 m de grosor, torres con una planta de 6,20 por 4,90 m y foso de una anchura de 8 m y profundidad de 3 m.[64] Fue quemada durante el saqueo al que Almanzor —ayudado por varios nobles cristianos— sometió a la ciudad en 997 y en el que solo se respetó el edículo apostólico.[65] El caudillo musulmán hizo que las campanas de la basílica y las puertas de la ciudad fuesen llevadas a hombros por prisioneros cristianos hasta Córdoba, donde se colocaron en su mezquita.[66] Pedro de Mezonzo, a la sazón obispo de Iria, había hecho evacuar la población antes del ataque y llevar las reliquias del apóstol a un lugar seguro.[66] Poco tiempo después, hizo reconstruir el templo con ayuda del rey Bermudo II de León,[66] pudiendo este volver a usarse en el año 1003.[67]
Catedral
Menos de dos siglos después de la construcción de la iglesia de Alfonso III —en el año 1075—[68] se iniciaron las obras para su sustitución por una mucho más amplia durante el reinado de Alfonso VI, poco después de que el monarca recibiese —tras la muerte de su hermano— los reinos de León, Galicia y Castilla. El rey colaboró donando parte del botín que se había obtenido en su reciente ataque a la Taifa de Granada.[68]
La primera fase se realizó durante el obispado de Diego Peláez y duró trece años hasta 1088, en que el obispo fue destituido.[68] Se hizo bajo la dirección de los maestros Bernardo el Viejo y Roberto, de probable origen francés.[69] En ella se estableció el diseño de la catedral que sería seguido, a grandes rasgos, hasta su finalización siglo y medio después.[67] Se proyectó con forma de cruz latina y un tamaño casi ocho veces mayor que la basílica.[70] En el plano constructivo se realizaron las tres capillas centrales de la girola con sus muros intermedios.[68]
Las obras estuvieron paradas durante seis años hasta que, en 1095, el definitivo traslado de la sede obispal de Iria a Compostela proporcionó la ocasión para continuarlas, esta vez por impulso de Diego Gelmírez, administrador de la diócesis y posteriormente su obispo.[71] Se iniciaron bajo la dirección del maestro Esteban de probable origen navarro-aragonés y quien las dirigió durante seis años hasta 1101 en que las abandonó para trabajar en la catedral de Pamplona.[72] En este periodo se acabaron las fachadas de la girola con sus capillas y se comenzaron las fachadas del transepto.[73] Ya sin él y durante la década hasta 1111 se completaron estas con sus dos entradas: en el lado norte, la porta Francigena (antecesora de la actual puerta de la Azabachería), donde acababa el Camino francés, y en el lado sur, la puerta de Platerías.[74] Igualmente se levantaron las dos altas torres que flanquearían la entrada principal.[75] En 1112 se derribó la antigua iglesia de Alfonso III que, ya entonces, había quedado situada en el crucero de la nueva catedral,[76] y prosiguieron las obras hasta 1124, en que quedó concluida la mayor parte de la nave principal y la entrada antecesora del pórtico de la gloria.[77]
Durante esta fase —en 1105— se consagró la nueva estructura de la tumba apostólica.[78] Esta había permanecido inalterada desde su descubrimiento, y la reforma consistió en eliminar la mitad superior y sellar la inferior de tal manera que ya no fue posible el acceso a ella.[51] Sobre el nuevo suelo obtenido tras colmatar esta parte, se levantó el altar mayor.[51]
La última fase se inició en 1168 por impulso de Fernando II y bajo la dirección del maestro Mateo.[79] En ella se acabó de completar la parte de la nave junto a la entrada principal.[79] Su pórtico —la portada de la transfiguración— se sustituyó por uno nuevo y más ricamente elaborado: el pórtico de la gloria.[79] Finalmente, en 1211, la catedral quedó consagrada durante el reinado de Alfonso IX.[79]
Los restos humanos que se atribuyen a Santiago el Mayor son un conjunto de 85 huesos de los cuales, 25 están completos.[80] Se encuentran depositados actualmente en una caja de madera forrada de terciopelo y alojada en una urna de plata.[80] Esta, por su parte, se sitúa en una cripta existente bajo el altar mayor y resultante de acondicionar lo que fue la parte inferior de la tumba original tras una excavación realizada a finales del siglo XIX.[52]
Han experimentado una serie de vicisitudes desde su descubrimiento en la década de 820. Así, al poco, el rey Alfonso II envió el hueso frontal al rey de los francos, el cual fue donado posteriormente por Carlos el Calvo al monasterio de Saint Vaast en Arrás.[81] En 899, con motivo de la consagración del templo construido por Alfonso III se depositaron los restos de Santiago y sus dos discípulos en cajas de cedro que se sellaron e introdujeron en sepulcros revestidos con láminas de oro y cerrados con losas de mármol.[82] En el 997 el obispo Pedro de Mezonzo los llevó fuera de la población —probablemente al monasterio de Sobrado o al de Curtis— para protegerlas del ataque de Almanzor.[83] En 1056 el obispo Cresconio entregó parte de un hueso del brazo a Roberto, un monje de la abadía de Santiago de la ciudad de Lieja quien había llegado en peregrinación a Compostela.[84] El algún momento anterior a los inicios del siglo XII, el sepulcro se depositó «en un arca marmórea bajo el altar mayor» de tal manera que los peregrinos ya no pudieron acceder a él.[85] Fue abierto sobre el 1138 para extraer un hueso del cráneo —en concreto un trozo de la apófisis mastoides— que el obispo Gelmírez regaló a Atón —obispo de Pistoya.[86]
En 1528 se trasladaron a un nuevo apartado denominado Tesoro o Sagrario —actualmente la Sacristía— que fue acondicionado expresamente para alojarlas.[87] En 1542 se volvieron a reubicar, esta vez, a una estancia denominada Transtesoro que actualmente es la capilla de san Felipe.[88] Durante el mandato del arzobispo Sanclemente (1587-1602) y a causa de las incursiones de Francis Drake en las costas españolas, se decidió ocultar los restos del apóstol y sus dos discípulos.[89] Estos quedaron escondidos durante décadas y se olvidó su ubicación de tal manera que, ya en 1659, se decía que:[53]
…lo que entonces fue evidencia, agora es solamente afección o fe mas que humana...Fray Jospeh de Bugarín (1659).[53]
Dentro de un movimiento intelectual dirigido a mejorar el conocimiento histórico de los hechos relatados en las escrituras y de su tradición, se tomó la decisión de buscar los restos que quedasen de la tumba original así como los huesos del apóstol.[53] Las investigaciones las realizaron López Ferreiro y Labín Cabello quienes, tras varios intentos fracasados, en enero de 1879 levantaron el pavimento del Transsagrario situado en el ábside y descubrieron un nicho que albergaba restos humanos.[90] Estos fueron examinados por una comisión formada por tres catedráticos de química, medicina y cirugía respectivamente quienes determinaron tres aspectos: a) que pertenecían a tres individuos, dos de ellos fallecidos al final del segundo tercio de sus vidas y el tercero en el último tercio de la suya; b) los restos tenían una antigüedad compatible con un esqueleto celta cuyo estudio habían tomado como referencia; y c) que, por esta antigüedad, no resultaba temeraria su identificación con los del apóstol y sus dos discípulos.[91]
Tras el descubrimiento, se llevó a cabo un proceso canónico que duró hasta 1884 cuando León XIII proclamó en su Bula Deus Omnipotentis que los restos encontrados correspondían a Santiago el Mayor y sus discípulos Atanasio y Teodoro.[92] La determinación de cuál de los tres eran los del apóstol se obtuvo por la indicada reliquia existente en Pistoya que, tras un estudio, se comprobó que faltaba en los restos de uno de los individuos identificados.[93]
Una peregrinación medieval era, en esencia, un viaje que se realizaba con el objetivo de visitar un lugar donde, quien peregrinaba, creía que se manifestaba un poder sobrenatural.[94] Dentro de la religión cristiana, el alejamiento del lugar donde se vivía y la soledad que suponía hacerla se han considerado también como una continuación del espíritu eremítico extendido entre los siglos III y V.[95]
La peregrinación a la tumba de Santiago el Mayor tiene su fundamento en el concepto teológico del culto a los santos, cuyas primeras manifestaciones se han visto en la conmemoración que los primitivos cristianos hacían en recuerdo de sus mártires junto a la tumba el aniversario de su muerte.[96] Estos actos se realizaban de manera discreta hasta la legalización del cristianismo en el siglo IV, tras lo que empezaron a levantarse templos sobre las tumbas de los más queridos, adonde acudían fieles de áreas geográficas cada vez más alejadas para participar en las conmemoraciones del aniversario de la muerte del mártir.[97] Además, comenzaron a atribuir a las reliquias de los mártires una capacidad de intercesión ante Dios y les rogaban por su salud, fertilidad, etc.[12]
La jacobea fue la última de las tres grandes peregrinaciones en aparecer.[98] Para cuando surgió, las otras dos que se dirigían a Roma y Jerusalén tenían ya siglos de tradición.[98] Se estima que presentaba unas características que la hacían más atractiva que la que se realizaba a la ciudad de san Pedro.[99] Se adaptaba mejor que la grandiosa Roma a la religiosidad medieval que buscaba austeridad y pobreza.[99] Su realización significaba «penitencia y ascesis, rigor y voluntad de superación».[99] Geográficamente, también tenía el atractivo de viajar a un lugar considerado entonces como «el fin del mundo».[99] Finalmente, en el ámbito político, recibió un mayor apoyo por las autoridades medievales europeas, ya que la humilde Compostela no levantaba recelos como lo hacía la sede papal.[99]
Con la consolidación de la peregrinación a Compostela se fue desarrollando asimismo un ritual más o menos estandarizado de la misma. El peregrino acudía a una ceremonia religiosa, donde se confesaba y comulgaba.[100] Recibía entonces el bordón y la escarcela que eran bendecidos a la vez que se rogaba por un buen viaje de ida y un retorno sano y salvo.[100] Como en su viaje tendría que pasar por territorios sometidos a diferentes señoríos, procuraba obtener alguna carta de recomendación para recibir salvoconductos y exenciones de peajes.[101] En cuanto podía, se unía a otros peregrinos para viajar en grupo y así afrontar mejor los peligros del viaje, además de ser normal que coordinase su partida con otros de la misma localidad o comarca.[101]
Para realizar su viaje, los peregrinos contaban con una red de establecimientos que les proporcionaba alojamiento. Sus orígenes se han visto en la doctrina de la hospitalidad dentro del cristianismo.[102] Esta se manifestaba de tres maneras: ofrecida por particulares en sus casas (de manera caritativa o retribuida); por monasterios y por los hospitales promovidos por laicos o eclesiásticos.[103] Hasta mediados del siglo XI fue la monástica la que los peregrinos podían encontrar de manera predominante.[104] Ya avanzada esta centuria, fueron los hospitales fundados por laicos y eclesiásticos los que asumieron el alojamiento y atención de los peregrinos.[104] Estos fueron unos lugares donde, además, se producía un notable intercambio cultural y de información entre personas procedentes de diferentes lugares de Europa.[105] Los eclesiásticos se preocuparon de que en sus ámbitos territoriales se fundasen y funcionasen este tipo de instituciones.[106] Los reyes castellanos igualmente los impulsaron, destacando el gran hospital del Rey en Burgos creado a instancias de Alfonso VIII.[107] Las órdenes militares, por su parte, también colaboraron en este sentido y destacó la Orden del Hospital, que mantenía varios de ellos en Castilla, Aragón y Navarra.[108]
Una vez que habían llegado a la catedral de Santiago —cuyas puertas permanecían abiertas día y noche—, se solían agrupar por países de origen y pasaban en ella, despiertos, toda la noche con una vela encendida.[109] A la mañana siguiente se les llamaba —en el idioma de cada grupo— para que depositasen sus ofrendas en arcas destinadas a ello.[110] Posteriormente, confesaban y comulgaban en la capilla del rey de Francia, tras lo que obtenían —a partir de inicios del siglo XIV— un certificado de haber cumplido su peregrinación.[111] Finalmente se dirigían al altar mayor, donde había una imagen del apóstol, y efectuaban un ritual como ponerse en la cabeza la corona que portaba la misma o darle un abrazo.[112]
Tras regresar a su localidad de origen, algunos peregrinos se unían en cofradía junto a otros que habían realizado el mismo viaje.[113] En 1120 ya se tiene constancia de la existencia de alguna de ellas que funcionaban como asociaciones de apoyo mutuo y a los posibles peregrinos que quisieran emprender el viaje contando, a veces, con hospitales donde albergaban y ayudaban a los que pasaban por su localidad.[114] Su formación se dio mayoritariamente en Francia, Países Bajos, Alemania e Inglaterra.[115]