Arte hispanomusulmán
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El arte hispanomusulmán corresponde al arte islámico que se desarrolló en al-Ándalus (la parte musulmana de la península ibérica) entre los siglo VIII y siglo XV. La muerte de Mahoma (632) produce un proceso de expansión política y religiosa de la civilización islámica más allá de la península arábiga (conquistada desde el norte de África), la invasión musulmana del reino visigodo (711) significó, en el ámbito artístico y cultural, un cambio de orientación de los modelos, pero también un sincretismo del que la civilización árabe es característica.[1] La capacidad de adaptación y de síntesis que tiene el Islam, da como resultado una nueva expresión artística. Al producirse la irrupción musulmana en España los nuevos pobladores trajeron consigo su concepción del arte; en realidad, éste no estaba aún del todo configurado, puede decirse que el arte islámico es un sincretismo de elementos tomados existentes en los diversos países conquistados: Persia, los territorios bizantinos, el reino visigodo y romanos.[2]
Este arte en la parte occidental de su Imperio, da como resultado un arte islámico que mezcla elementos clásicos junto con elementos islámicos. El arte islámico se debe interpretar desde un punto de vista religioso, propio de una sociedad teocéntrica como es la musulmana, donde el poder político y religioso recae en la misma persona. Esta mentalidad se refleja en la expresión artística que deja ver la fe y su concepto de divinidad así, como el influjo que sobre la vida del creyente ejerce el Corán, libro sagrado del islam.
Entre las consecuencias que tiene esta concepción religiosa de la vida, se encuentra en que el arte islámico está íntimamente ligado a la religión y ésta prohíbe la representación de la figura humana; estamos ante un arte iconoclasta. La realidad se deforma en imágenes geométricas, en formas estilizadas, y epigráficas (versos del Corán escritos con trazos rectos o cursivos), pero nunca reales ni figurativas, todo ello produce un gran desarrollo de los recursos ornamentales: juego de luces y de sombras, a través sobre todo de celosías y juego de brillos logrado a mediante el uso de los materiales, y la disposición repetitiva de los elementos decorativos que se multiplican hasta el infinito.[3]
La repetición unida a la densidad ornamental, produce efecto de movilidad y agitación espacial que generan juegos de fantasía y formas abstractas. El interés por reflejar la naturaleza lleva a los artistas a dominar las líneas y los colores. Elementos básicos de esta decoración son: la caligrafía, los motivos vegetales y los geométricos. Se diferencia dos tipos de escritura: la cúfica (signos angulosos y sobrios) y la nasjí: rasgos más libres y cursivos.
Dada la limitación religiosa (aniconismo islámico) que afecta a la escultura y la pintura (a pesar de la cual hay algunos ejemplos), su manifestación principal fue la arquitectura andalusí (hispanomusulmana o hispanomoresca); aunque las artes suntuarias (o artes decorativas o artes menores –cerámica andalusí, eboraria, orfebrería, textil–) tuvieron un extraordinario desarrollo.
La arquitectura islámica como toda su producción artística es ecléctica. Los edificios suelen tener poca altura y están en armonía con el paisaje. Los materiales utilizados en las construcciones son pobres, como el ladrillo, yeso, la madera (cal, polvo de mármol y yeso), que al estar trabajados con gran maestría, producen una sensación muy bella. Es una arquitectura en la que se aprecia un gran contraste entre la apariencia exterior sencilla y simple, y los interiores ricamente decorados.[4] Hablar de arquitectura islámica, es hablar preferentemente de espacios cúbicos en los que sobresalen unas semiesferas, las cúpulas en conjunto con el uso de elementos sustentantes, columnas y pilares que son esbeltos, ya que las techumbres que soportan son ligeras. Destacadamente, la reutilización de elementos de iglesias visigodas se transformaron en mezquitas, lo que implicó la adopción y transformación del arco de herradura, además de los arcos polilobulados y los arcos de herradura apuntados.
Los monumentos más importantes que se han conservado son la Mezquita de Córdoba y la Alhambra de Granada.[5] El arte musulmán tomaba incluso influencias romanas, reflejadas, por ejemplo, en la Mezquita de Córdoba: en su construcción, comenzada en el año 785 y que marcó el comienzo de la arquitectura islámica en la península ibérica,[6] se emplearon columnas romanas y visigodas y sus arcadas, al alternar los colores rojo y blanco, recuerdan las del acueducto romano de Mérida; la misma se construyó aprovechando materiales antiguos e incorporando el arco de herradura doble como solución frente al atirantado. La arquitectura andalusí llegó a su cima con la construcción de La Alhambra, el magnífico palacio real nazarí, palacio-fortaleza de Granada, con su espacio abierto y fresco adornado en rojo, azul y dorado; las paredes están decoradas con estilizados motivos de follajes, inscripciones en árabe, y diseños con arabescos, con paredes cubiertas de azulejos vidriados.[7]
Muy vinculados al arte andalusí están dos peculiares estilos artísticos de la Edad Media española: el arte mozárabe (el de los cristianos bajo dominio musulmán, o emigrados desde al-Ándalus a los reinos cristianos del norte, donde influyeron de forma notable en el prerrománico local) y el arte mudéjar (el de los musulmanes bajo dominio cristiano, muchos de ellos especializados en artesanías de la construcción –albañiles, carpinteros, estuquistas–, que caracterizó estilos híbridos denominados románico-mudéjar y gótico-mudéjar, y dejó una gran influencia en estilos de transición al renacimiento español —hispanoflamenco, plateresco, isabelino o «estilo Reyes Católicos» y «estilo Cisneros». Uno de los mejores ejemplos del duradero impacto morisco es el Real Alcázar de Sevilla.
Hasta 1492, en que desaparece el reino nazarí de Granada, en al-Ándalus se mantuvieron unas condiciones culturales peculiares que lo diferenciaron tanto del islam oriental como del arte europeo. Pero, al mismo tiempo, esa singularidad geográfica y cultural constituyó uno de los factores que repercutieron decisivamente en el despertar de Europa tras los siglos de desunión y letargo que siguieron a la caída del Imperio Romano de Occidente y las invasiones bárbaras.
La conquista musulmana no supuso la extinción de las comunidades cristianas y judías. Unos huyeron al norte, donde formaron un reducto de oposición al nuevo poder instituido en Córdoba y, con el tiempo, constituirían el germen de la posteriormente llamada Reconquista; otros, los cristianos que permanecieron en territorio musulmán, pasaron a ser conocidos con el apelativo de mozárabes. Tanto esta minoría como la judía gozaron de la protección estatal, conformando comunidades numerosas en grandes ciudades como Mérida, Toledo, Valencia, Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Málaga, etc.
La arquitectura islámica española tiene gran importancia como creadora de formas originales, por el papel que desempeña en la difusión de formas y técnicas orientales en la arquitectura cristiana occidental. De hecho al-Ándalus se convierte en un puente cultural entre oriente y occidente.
- Sala hipóstila de la mezquita de Córdoba (786-siglo XVI), mejor ejemplo de la arquitectura califal
- Salón Dorado de de La Aljafería, el palacio que mandó erigir el rey Al-Muqtadir en 1065, ejemplo de arte taifa.
- Parte sur del patio del Yeso (fin del siglo XII), uno de los pocos restos almohades que conserva el Real Alcázar de Sevilla.
- Cimborrio mudéjar de la catedral de Teruel.