Una divinidad es algo «de naturaleza divina y esencia del ser de Dios; una deidad; o una persona o cosa dotada de gran belleza, o conocida por decir, o hacer, divinidades».[1] Como sustantivo de lo divino, nombra lo «muy excelente o extraordinariamente primoroso».[2]
- «Cuando un hombre se rebela contra la muerte, se complace en tomar uno de los atributos divinos: dar». [3]
- «Dios ha explotado todos nuestros complejos de inferioridad, comenzando por nuestra incapacidad de creer en nuestra propia divinidad».[4]
- «El único dominio donde lo divino es visible es el arte, sea cuaquiera el nombre que se le dé». [6]
- «El yo del hombre escapa a sí mismo. Es la imagen de la divinidad dentro de nuestra pequeña persona; es el único Dios más elemental e inmediato que podemos percibir». [7]
- «¡Juventud, divino tesoro. Te vas para no volver!».[8]
- «La divinidad está en ti, no en conceptos o en libros».[9]
- «Las cosas son una fachada, una costra. Sólo Dios es. Pero en los libros hay algo de divino». [10]
- «Ninguna moral puede fundamentarse sobre la autoridad, aunque ésta sea divina».[11]
- «No hay nada tan bello como acercarse a la Divinidad y derramar sus rayos sobre la humanidad».[9]
- «Qué me importa que Dios no exista mientras otorgue divinidad al hombre». [12]
- «Se comprende mejor la divinidad, ignorándola».[9]
- ↑ DLE/RAE
- ↑ DLE/RAE
- ↑ Albaigès (1997), p. 420.
- ↑ Albaigès (1997), p. 404. Lágrimas y santos, 1937.
- ↑ Albaigès (1997), p. 173. El intruso, 1968.
- ↑ Albaigès (1997), p. 21.
- ↑ Albaigès (1997), p. 403.
- ↑ Ortega (2013), p. 2367.
- 1 2 3 Palomo (2013), p. 101.
- ↑ Albaigès (1997), p. 402.
- ↑ Albaigès (1997), p. 300. Essay on Humanism
- ↑ Albaigès (1997), p. 403. En Carnets.
- ↑ Albaigès (1997), p. 119.