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primera dama de México entre 1911-1913 De Wikipedia, la enciclopedia libre
Sara Pérez Romero (San Juan del Río, Querétaro; 19 de junio de 1870-Ciudad de México, 31 de julio de 1952), también conocida como Sara P. de Madero, fue una política y activista mexicana, cónyuge del presidente de México Francisco I. Madero. Formó parte de un grupo junto con Carmen Serdán Alatriste y Aquiles Serdán Alatriste que apoyó el movimiento antirreeleccionista en los días previos al estallido de la Revolución mexicana.[1] También se le conoció como la «Primera dama de la Revolución» o Sarita.
Sara Pérez Romero | ||
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Pérez Romero vestida de luto en 1913 | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
19 de junio de 1870 San Juan del Río (México) | |
Fallecimiento |
31 de julio de 1952 (82 años) Ciudad de México, México | |
Sepultura | Panteón Francés de la Piedad | |
Nacionalidad | Mexicana | |
Familia | ||
Cónyuge | Francisco I. Madero (matr. 1903; fall. 1913) | |
Información profesional | ||
Ocupación | Política y activista | |
Sara Pérez Romero nació el 19 de junio de 1870, en San Juan del Río, Querétaro. Fue una de las hijas del hacendado Macario Pérez Romero y de su esposa Avelina Romero; sufrió la pérdida de su progenitora desde corta edad. Sara pasó los primeros años de su infancia y adolescencia en Aculco y Arroyo Zarco. Para continuar sus estudios, se trasladó a la Ciudad de México.[2] Al principiar el año de 1893, fue enviada al aristocrático Colegio de Notre Dame, en San Francisco, California, donde conoció a Mercedes Madero y a Magdalena Madero.
Se hizo novia de Francisco I. Madero por el año de 1897. Contrajeron matrimonio en 1903; primero en una ceremonia civil, celebrada el 26 de enero en la capital mexicana. Después, la ceremonia religiosa, el día 27, en la capilla del palacio arzobispal de la segunda calle de Santo Domingo.[3] fue presidida por el arzobispo Próspero María y Alarcón y Sánchez de la Barquera. El banquete se ofreció en el Hotel Reforma. Su hogar lo fijaron en San Pedro de las Colonias, en el estado de Coahuila. Doña Sara y el presidente Madero no tuvieron hijos.
En 1909, cuando Madero estuvo encarcelado en Monterrey, doña Sara vivió con él en la prisión. Sin embargo, al trasladarlo a San Luis Potosí, se vio forzada a arrendar una casa cerca de la penitenciaría, pues no le permitieron estar junto a su esposo. Doña Sara pasó en su compañía todas las horas que le fueron permitidas; además, tramitó junto con el potosino Pedro Antonio de los Santos una fianza de 10 mil pesos, para que Francisco I. Madero saliera libre.
Iniciada la Revolución mexicana, Sarita acompañó a su esposo en su gira presidencial. Lo acompañaba a todas partes, lo mismo a los campamentos de soldados que a los mítines políticos, los discursos y las negociaciones.
Siendo Sarita primera dama, por sí misma arengaba a las tropas y organizaba actos proselitistas y festivales a favor de las víctimas del movimiento armado; asistía a las reuniones de obreros y recibía a las organizadoras de los clubes políticos (como las hijas de Cuauhtémoc), y acudía también a comisiones que le causaban todo tipo de problemas. Presidía el Club Caridad y Progreso, y fundó la Cruz Blanca Neutral por la Humanidad.[4] Ella y su esposo fueron los padrinos de bodas del matrimonio del general Emiliano Zapata y Josefa Espejo, en 1911.
En febrero de 1913, se efectuó un golpe de Estado en contra del régimen de don Francisco. Este episodio, conocido con el nombre “la Decena Trágica”, terminó con la aprehensión y el asesinato del presidente Madero, del vicepresidente José María Pino Suárez y de varios políticos maderistas como su cuñado Gustavo Madero, el intendente del Palacio Nacional Adolfo Bassó y de los generales maderistas Víctor Hernández Covarrubias y Gabriel Hernández. Muerto su esposo, se exilió en Cuba, donde fue acogida por el embajador Manuel Márquez Sterling. Regresó durante un tiempo a México a la caída del régimen de Victoriano Huerta en 1914 y asistió a un homenaje que los generales Francisco Villa y Felipe Ángeles encabezaron a su fallecido esposo en el Panteón Francés de la Piedad. Vivió varios años en el exilio en Estados Unidos, bajo la administración de Woodrow Wilson, y en 1921 retornó a la Ciudad de México. Una vez instalada, residió en una casa situada en la calle Zacatecas número 8, en la colonia Roma. Ahí viviría hasta su muerte, manteniéndose con una pensión del gobierno.[5]
Formó parte del Club de Lealtad a Madero. No tuvo hijos. A su muerte, los diarios de la época la llamaron la Primera Dama de la Revolución.
Treinta y nueve años después de haber sido asesinado Francisco I. Madero, Sarita, "La Primera Dama de la Revolución", falleció el 31 de julio de 1952,[5] en su residencia, a las 19:20 hrs. Fue sepultada en el Panteón Francés de la Piedad, en la Ciudad de México, a las 17:00 hrs. del 1 de agosto de 1952, en la misma tumba donde entonces descansaban los restos de su marido.[2] El féretro de doña Sara estaba cubierto por la bandera de la Cruz Blanca, que ella había fundado junto con Elena Arizmendi en 1911. Tenía la inscripción que rezaba: "Por la Humanidad".
Al sepelio asistieron cinco hermanos de Francisco I. Madero y varios parientes suyos. También estuvieron presentes los ex presidentes de México Pascual Ortiz Rubio, Roque González Garza, y el presidente en turno, Miguel Alemán Valdés.
En 1916, a tres años de los sucesos de la Decena Trágica, el periodista estadounidense Robert Hammond Murray entrevistó a Sara Pérez viuda de Madero. En esta entrevista, ella relató cómo, tras la detención del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez, fue a buscar la ayuda del embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, para que se respetara la vida de los detenidos, y cómo su petición fue rechazada.
En seguida, algunos fragmentos de esa entrevista:
LA ESPOSA DE MADERO PIDE AYUDA Al EMBAJADOR DE ESTADOS UNIDOS: Henry Lane Wilson
Sara Pérez de Madero entregó un documento a la legación norteamericana en el cual señala que si su embajador se hubiera dirigido con enérgica representación, su esposo y el vicepresidente se hubieran salvado y se habría evitado la responsabilidad que recae en Estados Unidos por los actos de su representante diplomático.
Aurelio de los Reyes escribió:
"Ella abandona ovillo y aguja, escoba y trapeador y se lanza a la calle a conseguir sus derechos. Lo que ocurría en esos días era que muchas mujeres salían del hogar y fundaban clubes políticos, organizaban manifestaciones callejeras para apoyar demandas y hasta se lanzaban a la huelga."
José Emilio Pacheco escribió:
"Y entre el parque y mi casa vivía doña Sara P. de Madero. Me parecía imposible ver de lejos a una persona de quien hablaban los libros de historia, protagonista de cosas ocurridas cuarenta años atrás. La viejecita frágil, dignísima, siempre de luto por su marido asesinado.[7]"
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