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advocación de la Virgen De Wikipedia, la enciclopedia libre
La Virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes es una advocación mariana venerada por los católicos. Es equivalente también el nombre de Virgen de la Misericordia. Su fiesta se celebra el día 27 de septiembre.
Nuestra Señora de las Mercedes | ||
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Imagen de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona | ||
Datos generales | ||
Veneración | Iglesia católica | |
Festividad | 24 de septiembre | |
Simbología | Escapulario de la Orden de la Merced, cadenas rotas | |
Patrona de |
Diversas ciudades (véase patronazgos) Patrona de cárceles e instituciones penitenciarias, así como de los cautivos. Archidiócesis de Barcelona (España) República Dominicana las Fuerzas Armadas y Policiales del Perú Latacunga, Machala, Ecuador Santiago de los Caballeros de León, Nicaragua los presos o reclusos en Colombia Alcaldesa perpetua de Paita la Provincia de Tucumán. En nombre de ella se libraron las batallas independentistas del norte argentino. | |
Fecha de la imagen |
24 de septiembre (Pere Moragues) | |
Esta advocación tiene su inicio el 1 de agosto de 1218, cuando la Virgen María —en su advocación de Virgen de la Merced— se apareció por separado a tres ilustres personajes de Barcelona: a Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón, conocido como el Conquistador, y reinante en aquel momento en la Corona de Aragón, y a Raimundo de Peñafort, fraile dominico, maestro general de su orden de predicadores, y confesor del primero. Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Sería la Orden de la Merced para la redención de los cautivos, fundada en ese año de 1218 y aprobada por el papa en 1235.[1][2] Es la patrona de la República Dominicana.
La devoción a la Virgen de la Merced se difundió muy pronto por Cataluña y de ahí al resto de España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII con la labor de redención de estos religiosos y sus cofrades.
Con la evangelización de América, en la que la Orden de la Merced participó desde sus mismos inicios, la devoción se extendió y arraigó profundamente en todo el territorio americano, siendo el Santo Cerro el vestigio más antiguo de esta devoción.
Con la llegada en el 1527 de fray Francisco de Bobadilla, vicario general de los mercedarios, y otros 12 presbíteros, los mercedarios se extendieron por el Santo Cerro de La Vega, Santiago y Azua, construyendo en esos lugares monasterios, lo que contribuyó grandemente al afianzamiento de la devoción a la Virgen de Las Mercedes en toda la isla Española.
Los primeros años del siglo XVII trajeron consigo una serie de desgracias para la isla. Mientras Santo Domingo escapaba de los terremotos que habían devastado Santiago y La Vega en años anteriores, el 8 de septiembre de 1615, un terrible terremoto de magnitud nueve en la escala de Mercalli sacudió la ciudad. Este evento desencadenó una serie de réplicas que persistieron durante más de cuarenta días, dejando a su paso destrucción y cobrando la vida de 24 personas. Durante esos cuarenta angustiosos días, los habitantes se sumieron en un profundo horror. Buscando refugio bajo los techos del convento de la Merced y sus claustros, abandonaron sus hogares para implorar la protección divina.
La tradición cuenta que durante este período de angustia, la imagen de la Santísima Virgen de las Mercedes, resguardada en el convento, mostraba manifestaciones sorprendentes y sobrenaturales, alternando entre expresiones de tristeza y alegría. Estas señales extraordinarias se interpretaron como un llamado divino a la penitencia y se creyó que contribuyeron a la suspensión del terremoto.
Este episodio fue documentado por el deán Diego de Manceda, y en la obra manuscrita de Tirso de Molina, titulada Historia de la Orden de la Merced, se narran los milagros de la Virgen durante el terremoto de 1615. La Real Audiencia de Santo Domingo y el cabildo de Santo Domingo proclamaron a la Virgen de las Mercedes como la patrona de la ciudad y de toda la isla Española. A partir de entonces, se celebraba anualmente una fiesta de gracias en los conventos para conmemorar ese acto de agradecimiento.
Desde épocas anteriores, a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes se le atribuían milagros portentosos, respaldados por diversos relatos. Uno de los relatos más notables narra la experiencia de pescadores en Gran Canaria que, tras una pesca exitosa, quedaron atrapados en el mar debido a un fuerte viento. Sin brújula ni herramientas de navegación, solo con una pequeña vela como guía, sobrevivieron siete días sin comida después de arrojar su carga. En su desesperación, hicieron votos a diversas imágenes, y uno de ellos pensó en la Virgen de Santo Domingo. Prometieron visitar su templo desde cualquier lugar al que llegaran, incluso si debían hacerlo de rodillas y con la vela como símbolo de su compromiso. Poco después, avistaron tierra, creyendo que era África, pero resultó ser Santo Domingo de la Española, habiendo recorrido más de mil quinientas leguas en siete días. En agradecimiento, la pequeña embarcación y la vela se colocaron en una iglesia como testimonio del milagro. Este episodio, junto con otros favores milagrosos, llevó a la fundación de conventos de la Orden de la Merced en diferentes lugares, incluyendo Santiago y Azua, enriquecidos con lujosos ornamentos y valiosas riquezas.[3]
El 21 de enero de 1691, en la batalla de Sabana Real de la Limonada, el Ejército Real de Santo Domingo llevó un estandarte con la imagen de la Virgen de las Mercedes y la invocó en su lucha contra los franceses, marcando así el fortalecimiento de su devoción. Al mismo tiempo, los soldados de la parte Este de la isla invocaron a la advocación Nuestra Señora de la Altagracia, cuya intervención fue crucial en la victoria de las fuerzas criollas. Este evento marcó el fortalecimiento de la devoción a la Virgen de las Mercedes y el inicio del culto a la Virgen de la Altagracia en toda la isla.
Inicialmente, la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes solía celebrarse el 8 de septiembre, la fecha del mencionado terremoto. Sin embargo, en 1740, una Real Cédula de Felipe V de España cambió la fecha de la festividad al 24 de septiembre[4], en consonancia con la fecha establecida por el papa Inocencio XII en 1696.
En 1808, durante la guerra de la reconquista, la imagen de la Virgen de las Mercedes fue venerada por las tropas de Juan Sánchez Ramírez en las vísperas de la batalla de Palo Hincado. Las fuerzas criollas proclamaron a la Virgen como su guía espiritual en la lucha en favor de Fernando VII de España, llevando consigo la sagrada imagen en un estandarte. En julio de 1809, después de una victoria aplastante sobre las fuerzas francesas, Sánchez Ramírez entró triunfante en Santo Domingo llevando el estandarte que contenía la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes.
El Libertador y primer presidente constitucional de la República Dominicana, Pedro Santana, profesaba una devoción especial hacia la Virgen de las Mercedes, cuyos sentimientos religiosos y amor eran ampliamente reconocidos. Santana ofreció a una imagen de la Virgen en El Seibo unos pequeños grillos de metal precioso como muestra de su devoción. En septiembre de 1858, Santana, al regresar victorioso de su expedición en el Cibao, visitó la Iglesia de las Mercedes, donde se elevó una Salve en honor a Nuestra Señora de las Mercedes, en cumplimiento de una promesa previamente hecha por Santana.[5]
Durante la guerra de independencia dominicana, en la batalla de Santomé, José María Cabral aclamó a la Virgen de las Mercedes en uno de los momentos más críticos del combate, que culminó con la victoria dominicana sobre las fuerzas haitianas.
En 1880, se dio inicio a la construcción del Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes o del Santo Cerro en La Vega, bajo la dirección del arquitecto Alarife Onofre de Lora y la supervisión del vicario apostólico Roque Cochia. Esta obra arquitectónica se completó después de 17 años. Desde entonces, el santuario se ha convertido en un punto de referencia espiritual y cultural que atrae a miles de visitantes durante todo el año. El santuario se ha convertido en un lugar de peregrinación y devoción tanto para los dominicanos como para los turistas que buscan experimentar la rica herencia espiritual y cultural de la región. Cada año, el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes es visitado constantemente por dominicanos devotos y personas de diferentes lugares que acuden en peregrinación. Subir la montaña donde se encuentra el santuario es una tradición considerada una penitencia en busca de las bendiciones y gracias de la Virgen. Este acto de fe y devoción a menudo impulsa a los peregrinos a realizar largas caminatas hacia el santuario. Durante el día de Nuestra Señora de las Mercedes y en la temporada cercana a esta festividad, estas peregrinaciones alcanzan su punto culminante, inundando el camino con personas que expresan su devoción de manera conmovedora. Los devotos que realizan estas peregrinaciones a menudo llevan consigo regalos, limosnas y, en algunos casos, trajes y prendas para vestir a la Virgen de las Mercedes en el altar del Santo Cerro.[6]
El relato histórico de Nuestra Señora de las Mercedes en el Santo Cerro ha estado sujeto a la confusión y a la mitificación de los eventos reales. A lo largo del tiempo, una serie de mitos y leyendas han distorsionado la verdadera historia de su veneración y el santuario del Santo Cerro. La leyenda gira en torno a la primera gran batalla entre europeos e indios, conocida como la batalla de la Vega Real o la batalla del Santo Cerro, en la cual se relata que la Virgen de las Mercedes protegió a Cristóbal Colón y sus aliados de la coalición indígena que se les opuso. En realidad, este relato no tiene evidencia documentada de su existencia hasta el siglo XVIII.
Fue en el año 1750 cuando esta historia hizo una de sus primeras apariciones, gracias a la obra de fray Diego de Mondragón, titulada Crónica de la Orden de la Merced en América, publicada en Lima.[7] Luego, en 1853, resurgió en La Habana a través de la obra de Antonio Del Monte y Tejeda, Historia de Santo Domingo, tomo 1, donde respaldó esta narrativa con las tradiciones de la Orden de la Merced. En ese momento, el relato apócrifo ya se había arraigado en el imaginario colectivo mercedario, de tal manera que incluso en las paredes del convento de la Merced en La Habana, yacía una pintura que detallaba la ficticia aparición. Esta invención apócrifa se extendió a otras iglesias mercedarias en lugares como Lima, México, Puebla, Caracas, Puerto Rico y Chile.
El presbítero Carlos Nouel también contribuyó a la difusión de esta historia basándose en el relato de Antonio Del Monte. Fue el vicario Roque Cocchia quien, en enero de 1880, propagó la aparición apócrifa de la Virgen de las Mercedes, tomando como referencia el libro de Del Monte. Incluso el historiador Bernardo Pichardo, cuyo libro Resumen de Historia Patria, fue un texto escolar durante muchas décadas, ayudó a difundir esta versión errónea.
Sin embargo, con el tiempo, se han realizado evaluaciones históricas que han demostrado la falta de fundamento de esta historia. Algunos historiadores afirman que la batalla incluso no ocurrió en el Santo Cerro, y la cruz venerada allí no guarda relación con esa batalla ni con la afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad. Aunque algunos historiadores cayeron en el error de repetir los yerros de Roque Cocchia, otros no aceptaron nunca esa versión, sobre todo cuando cronistas, como el fraile Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y el propio Colón, nunca mencionaron el ultraje de los indios a la cruz, ni la supuesta aparición de la Virgen. Esa cruz que se plantó, por primera vez en América, en el Santo Cerro, no guarda relación alguna ni con la batalla, ni con la aparición de la Virgen, ni con el triunfo de los españoles sobre los indígenas.
Los historiadores veganos Mario Concepción y Francisco Torres Petitón siempre dieron a este relato del obispo Cocchia una categoría de leyenda, aunque no dejaron de reconocer la gran importancia del Santuario de la Virgen de las Mercedes en el Santo Cerro. Juan Antonio Flores Santana, quien fue obispo de La Vega, tampoco creía en el relato apócrifo.[8] Sin embargo, es cierto que la versión apócrifa de estos eventos ha sido la más difundida en la República Dominicana a lo largo de los años y ha prevalecido.
La llegada de la orden religiosa de los mercedarios a América, un poco relacionada con el antiguo espíritu de los caballeros que fueron a las Cruzadas a Tierra Santa y juntamente con el culto de la Virgen Compasiva, coincide con el poblamiento de las principales ciudades andinas cercanas a la línea ecuatorial como son: Cuzco, Lima, Quito, Paita y la Villaviciosa de la Concepción o San Juan de Pasto, a pesar de que esta última tenía como patrona religiosa a la Pura y Limpia Concepción, como su nombre lo indica. El convento mercedario primeramente se funda en Santiago de Cali hacia 1536 y en Pasto hacia 1545 y la iglesia anexa desde 1550, volviéndose muy famoso el ornato de este templo con una puerta labrada con leones dorados en su parte superior, imitando a los que fueron concedidos, junto con el título de ciudad y el sobrenombre de San Juan Bautista, a la Villa de Pasto. Es conocida popularmente en San Juan de Pasto como la Michita Linda.
Es en el siglo XVIII, de acuerdo al minucioso relato de José Rafael Sañudo, cuando la Virgen de las Mercedes aparece como protectora del Cabildo y pueblo de San Juan de Pasto respecto de erupciones y terremotos y otros eventos naturales dañinos. De hecho empieza a figurar la graciosa imagen como si fuera la que tiene el mando o el gobierno de Pasto. Son la fuerza de la tradición oral así sustentada y, en parte, el sincretismo o mestizaje religioso que la acompaña, los factores por los cuales se puede considerar a la Virgen de las Mercedes como Gobernadora de la Ciudad y no porque alguna autoridad civil en el siglo XX lo haya establecido por decreto. En 1612 se completó el templo de la Merced en Pasto y el trabajo en madera ocupó a los artesanos y escultores Lázaro de Vergara (las dos puertas talladas, tirantes para los alfarjes de tipo mudéjar en la nave y el presbiterio), Rodrigo de Chaves (cantería de la portada y esculturas), el batihoja y doradores Juan de Echeverri, Francisco Gallardo y Francisco Benítez, más el tabernáculo de tres cuerpos realizado por Gómez de Rojas en 1670 .
La devoción a la Virgen de la Merced se difundió en Bolivia, en el departamento de La Paz, donde hoy se le rinde veneración. Al año se le cambia tres veces sus vestiduras; la primera vez que se le cambia es la fecha del 3 de agosto recordando la primera vez que derramó lágrimas, la segunda vez el 24 de septiembre recordando su fiesta y la tercera y última vez en Navidad como regalo a su devoción. El 24 de septiembre en la Iglesia de la Merced se celebra una eucaristía de fiesta, nueve días antes se le reza la novena y al finalizar existe una gran procesión en su honor. En Potosí, se celebra una solemne y lucida fiesta organizada por la Archicofradía de Nuestra Señora de La Merced, institución fundada en 1730 y que llegó a cobijar en el siglo XVIII a 10 000 cófrades.
En Nicaragua, la devoción hacia la Virgen de La Merced o Nuestra Señora de las Mercedes tiene una larga historia que se remonta a 1528 en León Viejo, cuando bajo la administración de fray Francisco de Bobadilla, misionero mercedario natural de La Rioja (fue provincial de los mercedarios en las Indias), se construyó el convento de La Merced, siendo este el primer convento que hubo en la Provincia de Nicaragua; desde entonces el testimonio de amor, fe y devoción por la Virgen de la Merced ha estado latente en la historia del pueblo nicaragüense.
El 17 de julio de 1912 fue declarada patrona de la ciudad de León por Simeón Pereira y Castellón, obispo de Nicaragua, quien a su vez consagró el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de La Merced.
La noche del 23 de septiembre de cada año, en los hogares católicos de la ciudad de León y otras ciudades del país, se encienden velas y se colocan en las puertas y ventanas de las casas. Esta tradición es conocida como la Noche de las velas y se realiza en vísperas de las fiestas de la Virgen de La Merced, así los fieles católicos reafirman su amor a la Bienaventurada Virgen María, agradeciendo los favores recibidos y haciendo nuevas peticiones de bienestar y salud propia, de familiares y amistades.
El 24 de septiembre de cada año, con pañuelos blancos, aplausos y arraigada devoción miles de feligreses acompañan la magna procesión de la imagen de la Virgen de La Merced durante su recorrido por las principales calles de la ciudad. Este cortejo procesional es un acto de gran solemnidad, donde las calles por donde pasa la procesión son arregladas por la población; se aprecian banderines colgantes con los colores de la bandera de la Iglesia católica y de Nicaragua, arreglos florales, decoraciones con globos, mantas, pedestales con imaginería religiosa, así como pequeños altares en las puertas de las casas. Esta procesión es el mayor tributo de devoción, amor, religiosidad y verdadero fervor católico en honor a la Virgen de La Merced que se vive en toda Nicaragua.[9]
Perú es actualmente el país que reúne a la mayor cantidad de fieles de toda América y que cada 24 de septiembre celebran esta fiesta en honor a la Bienaventurada Virgen María, en diversas partes de todo el país, pero de manera más especial en Lima, Ancash, Huancayo, Cusco y Paita. Es en esta ciudad donde se realiza la peregrinación más grande del continente y la primera peregrinación cristiana que se tiene registro.
La Festividad de la Patrona de las Armas del Perú, la Virgen de la Merced, y Día de las Fuerzas Armadas, el 24 de setiembre, es parte de la ceremonia del Estado.[10][11]
La devoción a Nuestra Señora de las Mercedes en el Perú se remonta a los tiempos de la fundación de Lima. Consta que los Padres Mercedarios, que llegaron al Perú junto con los conquistadores, habían edificado ya su primitiva iglesia conventual hacia 1535, templo que sirvió como la primera parroquia de Lima hasta la construcción de la Iglesia Mayor en 1540.
Los mercedarios no sólo evangelizaron a la región sino que fueron gestores del desarrollo de la ciudad al edificar los hermosos templos que hoy se conservan como valioso patrimonio histórico, cultural y religioso.
Junto con estos frailes llegó su celestial patrona, la Virgen de la Merced, advocación mariana del siglo XIII.
Esta Orden de la Merced, aprobada en 1235 como orden militar por el Papa Gregorio IX, logró liberar a miles de cristianos prisioneros, convirtiéndose posteriormente en una dedicada a las misiones, la enseñanza y a las labores en el campo social. Los frailes mercedarios tomaron su hábito de las vestiduras que llevaba la Virgen en la aparición al fundador de la orden.
La imagen de la Virgen de la Merced viste totalmente de blanco; sobre su larga túnica lleva un escapulario en el que está impreso, a la altura del pecho, el escudo de la orden. Un manto blanco cubre sus hombros y su larga cabellera aparece velada por una fina mantilla de encajes. En unas imágenes se la representa de pie y en otras, sentada; unas veces se muestra con el Niño en los brazos y otras los tiene extendidos mostrando un cetro real en la mano derecha y en la otra unas cadenas abiertas, símbolo de liberación. Esta es la apariencia de la hermosa imagen que se venera en la basílica de la Merced, en la capital limeña, que fue entronizada a comienzos del siglo XVII y que ha sido considerada como patrona de la capital.
Fue proclamada el 20 de septiembre de 1730 patrona de los Campos del Perú; patrona de las Armas de la República el 22 de septiembre de 1823. Y al cumplirse el primer centenario de la independencia de la nación, la imagen fue solemnemente coronada y recibió el título de gran mariscala del Perú el día 24 de septiembre de 1921, solemnidad de Nuestra Señora de la Merced, desde entonces declarado fiesta nacional, ocasión en que cada año el Ejército le rinde honores a su alta jerarquía militar de mariscala del Ejército del Perú nombrada el día 22 de septiembre de 1923. La imagen porta numerosas condecoraciones otorgadas por la república de Perú y sus gobernantes e instituciones nacionales. El 9 de diciembre de 1954 el presidente de la República Manuel A. Odría impone la condecoración: Gran Cruz de la Orden Militar de Ayacucho a la imagen de la Virgen de las Mercedes y el 23 de septiembre de 1969 el Gobierno oficializa el título honorífico de gran mariscala del Perú de la Virgen de las Mercedes
En 1970 el cabildo de Lima le otorgó las "Llaves de la ciudad" y en 1971 el presidente de la república le impuso la Gran Cruz Peruana al Mérito Naval, gestos que demuestran el cariño y la devoción del Perú a esta advocación considerada por muchos como su patrona nacional.
El pasado 24 de septiembre se celebró el primer centenario (cien años) de su coronación canónica y pontificia.
Anualmente, durante el mes de septiembre y comienzos de octubre, el pueblo de Carhuaz expresa su fe y se viste de fiesta en honor a la Virgen de las Mercedes, conocida también por los lugareños como 'Mamá Mechi'.
Existen versiones históricas que sostienen como base la celebración de esta festividad, pero hay dos historias que tienen mayor peso y van acorde este acontecimiento.
La primera tiene que ver con unos pobladores de Caraz, que llevaban la escultura de la Virgen hacia su pueblo, pero se detuvieron a descansar en Carhuaz, y cuando quisieron retomar la marcha hacia Caraz, no podían mover a la Virgen porque estaba muy pesada, y por más que llamaban a mayor cantidad de personas, era imposible movilizarla. Por tal motivo, los caracinos tomaron la decisión de que la escultura se quede en el lugar, con la firme promesa de regresar a visitarla cada año.
Existe sin embargo, otra versión, que es más acorde con hechos reales, y data del año 1630, que relata la existencia de una beata, la cual tenía por nombre María y de la que no se conoce su apellido, la cual era más conocida como “Pazcha Mallita” por su diminuta figura, quien suplicó a unos Franciscanos catequizadores que le consiguieran la imagen de la “Virgen de las Mercedes” de quien era abnegada devota. Aquella beatita no volvió a tener noticias de los franciscanos en mucho tiempo, llegando a pensar, probablemente, que ellos la habrían olvidado y asumiendo, quizás, que cada vez se hacía más difícil tener la imagen de la virgen en la capilla de esta ciudad.
Por esos tiempos, Unos visitantes caracinos vieron un cajón en donde suponían que había una imagen de San Ildefonso, patrono de Caraz, el cual, aparentemente, ellos habrían solicitado para llevarlo a su provincia.
Lo cierto es que después de haber pasado toda una travesía en su camino hacia Caraz, habiendo evadido todos los obstáculos e improperios, se detuvieron en lo que probablemente sería su último descanso antes de llegar a su destino, en donde fueron indagados por unos vigilantes de las calles carhuacinas.
Es así que los vigilantes pudieron presenciar en el cajón el nombre de la Beatita, aunque borroso por las inclemencias del tiempo. De inmediato se le comunicó a la destinataria, la cual se hizo presente en el acto y confirmó lo que había en el interior del cajón, ante la negativa de los caracinos por entregar el cajón a su verdadera dueña.
Sin otra opción, se pasó a abrir el cajón y se dieron con el rostro de la Virgen, que les brindaba una sonrisa celestial y sobrehumana, a lo que todos cayeron de rodillas, sobrecogidos por esta enternecedora expresión, quien los había cuidado y guiado a través del inclemente recorrido, pues como ellos mismos confesaran más tarde, no tuvieron ni hambre, ni cansancio en el camino.
Ellos se convencieron de una buena vez del contenido del cajón y entendieron que su destino era esta acogedora ciudad de Carhuaz, prometiendo que regresarían cada año a rendirle sus pleitesías a la patrona que los cuido y los eligió para transportarla hasta su lugar de destino, y en gratitud a ella construyeron una capilla con un altar. Es así que la imagen de la Virgen de las Mercedes se convirtió en la santa patrona de Carhuaz y llamada con cariño 'Mama Mechi.
En Paita, está el santuario de la Virgen de las Mercedes más grande del Perú y de América cuya imagen que ha sido venerada por centenares de fieles por más de cuatro siglos, sobre todo en septiembre.
La historia de la virgen se remonta al año 1532 cuando llegó al puerto de Paita traída por religiosos de la Orden de La Merced, por ese tiempo bajo el nombre de María de Las Mercedes; la virgen que fue traída de Paita junto a Francisco de Asís, inicialmente debía ser trasladada hasta Piura; pero según la leyenda la imagen se puso demasiada pesada para ser trasladado por lo que fue tomado como una señal que la misión debía ser iniciada en Paita.
En sus inicios se salvó de ser destruida hasta en dos ocasiones por los piratas que arribaron al puerto peruano y la historia se remonta a 1587, cuando el corsario Cavendish atacó el puerto de Paita y le prendió fuego. De inmediato las llamas empezaron a consumir todo lo que encontraban a su paso hasta llegar al templo.
En medio de este incendio, uno de los devotos de la Virgen entró en la iglesia a pesar de poner en riesgo su vida. Una vez ahí, subió al altar donde se encontraba la imagen y rescató la escultura de ser consumida por el fuego.
Esta fue la primera vez que la imagen de la Virgen de las Mercedes se vio expuesta a ser destruida. Sin embargo, la historia no quedaría ahí. Siglos después, justamente un 24 de septiembre de 1741, el puerto fue nuevamente asolado está vez por el pirata inglés Jorge Anson, saqaueó el puerto y se llevó la imagen mariana como trofeo de guerra. Durante el viaje el viaje de regreso de Anson, el pirata sintió que el mar se había “enfurecido” por lo que había hecho y de inmediato disparó a la altura del cuello de la sagrada imagen, de donde brotó milagrosamente sangre. El corsario, lleno de cólera, arrojó la escultura al mar, la cual fue encontrada por unos pescadores que la retornaron a su templo.
Desde aquella época creció el fervor hacia la imagen, que en la actualidad lleva 479 años, y durante todo este tiempo ha recibido diversas designaciones como la patrona de las Armas del Perú, patrona de los Desprotegidos y los Reclusos. Mientras que el papa Juan Pablo II, en el 1985, la nombró la Estrella Evangelizadora y el año 2010 fue designada por la autoridades como alcaldesa perpetua de Paita, entre otras distinciones.
En el sincretismo de la religión afrocubana de origen yoruba conocida como la santería, la Virgen de las Mercedes se asocia con el orisha Obatalá, divinidad descendiente de Olodumare (el Dios omnipotente y creador de todo lo existente según la regla de Ocha), creadora de la Tierra, escultor del ser humano y padre de todos los orishás. Es dueño de todo lo blanco, de la cabeza, de los pensamientos y de los sueños.
La fiesta de la Virgen de las Mercedes y la festividad de Obatalá se celebran el 24 de septiembre bajo un mismo festejo, esto debido a la transculturación entre la religión católica y la yoruba que sucedió en la población cubana durante la época colonial.
La iconografía usada para representar a la Virgen de la Merced queda definida a partir del siglo XVI, consistiendo fundamentalmente en el hábito mercedario: túnica, escapulario y capa, todo en color blanco, con el escudo mercedario en el pecho. Otros elementos recurrentes son las cadenas y el grillete, símbolos también del cautiverio. Normalmente, además del escapulario del hábito, lleva otro pequeño en la mano que ofrece a los fieles como auxiliadora de los cautivos.
Suele aparecer tocada con corona de reina y también con el cetro en la mano derecha. En muchas ocasiones sostiene en la izquierda al Niño Jesús, que también puede llevar un escapulario en las manos. Otro modelo iconográfico es el de la Virgen Comendadora, sedente en el coro, sin niño ni cetro, con las constituciones de la Orden en una mano.
El modelo más extendido en la historia del arte (desarrollado desde el Duecento y el Trecento hasta la pintura gótica italiana de los siglos XIII y XIV) es el de la Virgen que cobija bajo su manto a un grupo, que puede ser de presos cautivos (rescatarlos es la función de la orden mercedaria); pero que muy habitualmente es el de los donantes o comitentes que se hacen retratar de esa manera y que pueden ser tan nobles como clérigos o gremios de cualquier actividad. Si se trata de santos, es entonces una modalidad concreta del género sacra conversazione.[12]
La iconografía bizantina denominada Intercesión o Protección de la Madre de Dios (Skepê —Σκέπη— en griego y Pokrov —Покровъ— en ruso) es similar, en este caso con el Velo Protector de la Theotokos.
Patrona del Barrio de la Merced (San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas).
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