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diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano De Wikipedia, la enciclopedia libre
Nicolás Bernardo de Maquiavelo (Florencia, 3 de mayo de 1469-ibidem, 21 de junio de 1527), conocido como Nicolás Maquiavelo, fue un diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano, considerado el padre de la ciencia política moderna.[1] Fue asimismo una figura relevante del Renacimiento italiano. En 1513 escribió su tratado de doctrina política titulado El príncipe, publicado póstumamente en Roma en 1531.
Nicolás Maquiavelo | ||
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Información personal | ||
Nombre en italiano | Niccolò di Bernardo dei Machiavelli | |
Nacimiento |
3 de mayo de 1469jul. Florencia (República de Florencia) | |
Fallecimiento |
21 de junio de 1527jul. Sant'Andrea in Percussina (República de Florencia) o Florencia (República de Florencia) | |
Causa de muerte | Peritonitis | |
Sepultura | Basílica de la Santa Cruz y Tumba de Maquiavelo | |
Religión | Catolicismo | |
Familia | ||
Padres |
Bernardo Machiavelli Bartolomea di Stefano Nelli | |
Cónyuge | Marietta Corsini | |
Hijos | 6 | |
Educación | ||
Educado en | Universidad de Florencia | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor, político, historiador, filósofo, teórico político, teórico militar, traductor, poeta, diplomático y dramaturgo | |
Área | Filosofía | |
Años activo | hasta 1527 | |
Movimiento | Alto Renacimiento | |
Obras notables | ||
Firma | ||
Nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa, a unos 15 km de Florencia, el 3 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli, un abogado perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia, y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios, pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre.
Entre 1498 y 1512 estuvo a cargo de una oficina pública y visitó varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y después fue exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado en la Basílica de la Santa Cruz.[2]
Su vida podría ser dividida en tres periodos; cada uno de ellos representa en sí mismo la historia de Florencia. Su juventud coincidió con la grandeza de Florencia como potencia italiana, bajo el mandato de Lorenzo de Médici. La caída de Girolamo Savonarola en Florencia ocurrió en 1498, el mismo año en el que Maquiavelo se integraba en el servicio público. Durante su carrera como funcionario, ejerce importantes puestos en la Florencia que fue libre bajo el gobierno de una república, la cual duró hasta 1512, cuando los Médici regresaron al poder, y Maquiavelo perdió su puesto. Los Médici gobernaron Florencia desde 1512 hasta 1527, cuando fueron nuevamente retirados del poder. Este fue el período de actividad literaria de Maquiavelo, y también de su creciente influencia; sin embargo, murió a semanas de la expulsión de los Médici, el 21 de junio de 1527, a los cincuenta y ocho años, sin haber recuperado su cargo.
Aunque se tienen pocos registros de su juventud, la Florencia de aquellos días era tan bien conocida que es fácil imaginar el ambiente en el que el joven ciudadano se desenvolvía. Florencia era una ciudad con dos corrientes opuestas, una representada por el austero Girolamo Savonarola y la otra por Lorenzo de Médici, amante del esplendor. Aunque el poder de Savonarola sobre las fortunas florentinas era inmenso, no parece haber sido muy importante para Maquiavelo puesto que solo lo menciona en El príncipe como un malogrado profeta desarmado. Por otra parte, la magnificencia del mandato de Lorenzo impresionó fuertemente a Maquiavelo, llegando incluso a dedicar El príncipe al nieto de Lorenzo. Maquiavelo fue considerado uno de los grandes escritores en su colegio. Era un escritor muy reconocido que influyó en el humanismo.
El segundo período de su vida se ubica en el "Período Libre" de Florencia, que va desde la expulsión de Girolamo Savonarola en 1498 cuando Maquiavelo tenía 29 años, y duró hasta el regreso de los Médici (familia que poseía el mayor poder económico en Florencia) en 1512. Después de servir cuatro años en una oficina pública como secretario, fue nombrado canciller y secretario de la Segunda Cancillería. Tomó un rol importante en los asuntos de la república, habiendo quedado sus decretos, sus registros y sus despachos para guiarnos, así como sus propios escritos. Pese a que tuvo posiciones altas en el panorama público y político, él las evitaba ya que aceptaba cualquier tipo de trabajo a cambio de poco sueldo.
Su primera misión fue en 1499, para Caterina Sforza, «mi dama de Forli» en El príncipe, de cuya conducta y suerte, Maquiavelo extrajo la moraleja: «Es mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza». Será un concepto muy importante para Maquiavelo, y es señalado en muchas formas como de vital importancia para aquellos que quieran ostentar el poder.
En 1500 fue enviado a Francia para convencer a Luis XII de la conveniencia de continuar la guerra contra Pisa. Será este el rey que, en su política con respecto a Italia, comete los cinco errores capitales del poder resumidos en El príncipe.
La vida pública de Maquiavelo estuvo enmarcada en sucesos surgidos por la ambición del papa Alejandro VI y de su hijo, César Borgia, el duque Valentino; ambos personajes ocupan un gran espacio en El príncipe. Maquiavelo no vacila en citar las acciones del duque en beneficio de los usurpadores que quieren quedarse con los estados que conquistan; de hecho, Maquiavelo no encuentra mejores preceptos que enseñar los patrones de conducta de César Borgia. Por ello, para algunos críticos, César es el «héroe» de El príncipe. Aun así, el duque es señalado en El príncipe como el tipo de hombre que crece con la fortuna de otros y cae de la misma manera; quien toma el rumbo que podría esperarse de cualquier hombre prudente, excepto el curso que lo salvará; quien está preparado para todas las eventualidades, excepto para la que finalmente llega; y quien, cuando sus habilidades le son insuficientes para solucionar un problema, exclama que no ha sido su culpa, sino la de una extraordinaria e imprevista fatalidad. César Borgia también era un gran humanista y contrató a Leonardo Da Vinci para que le realizara varias pinturas. En diversas ocasiones, Maquiavelo coincidió con Leonardo, manteniendo con él largas conversaciones.
A la muerte de Alejandro VI, en 1503, Maquiavelo fue enviado a observar la elección del sucesor, y ahí se da cuenta de las maniobras de César Borgia para forzar la elección de Giuliano delle Rovere (el papa Julio II), que era uno de los cardenales que más temía al duque. Maquiavelo, al comentar esta elección, dice: "Que aquel que piense que los favores harán que los grandes personajes olviden ofensas pasadas se engaña a sí mismo". Y así, Julio II no descansó hasta ver a César en la ruina.
Precisamente fue con Julio II con el que Maquiavelo cumplió su encargo en 1506, al mismo tiempo que el pontífice comenzaba su cruzada en contra de Bolonia; una campaña que resultó ser solo una más de sus exitosas aventuras, gracias en gran parte a su carácter impetuoso. Con respecto al Papa Julio II, Maquiavelo nos presenta las semejanzas que existen entre la Fortuna y las mujeres. Y concluye que el osado, y no el cauteloso, es el que conquistará a ambas.
En 1507 lo destinaron a Alemania como diplomático para parlamentar con el emperador Maximiliano I sobre las medidas expansionistas que quería adoptar dicho emperador. Maximiliano, sorprendido por la inteligencia y elocuencia de Maquiavelo, fue convencido de no invadir territorios italianos y menos aún Florencia, que era la intención que tenía el emperador. Sobre los alemanes concretamente, Maquiavelo dijo: "Los alemanes son una grandísima fuerza militar, pero tienen y tendrán una política muy débil".
El emperador Maximiliano fue uno de los hombres más interesantes de la época, y su carácter había sido moldeado por múltiples manos; pero Maquiavelo revela el secreto de las constantes fallas del emperador cuando lo describe como un hombre retraído, sin fuerza de carácter y sin los arrestos necesarios para llevar a cabo sus planes o insistir en el cumplimiento de sus deseos.
Otros personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Por ejemplo, retrató a Fernando II de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir por dichos principios.
Los demás años de Maquiavelo en el servicio público transcurrieron alrededor de los eventos surgidos a partir de la Liga de Cambrai, formada en 1508 entre las tres grandes potencias europeas y el papa, con el objeto de destruir a la República Veneciana. Después de la batalla de Agnadello, Venecia perdió en un día todo lo ganado en ochocientos años. A raíz de esta batalla surgió un problema entre el papa y Francia, que dejó a Florencia desprotegida y a merced del papa, quien impulsó el regreso de los Médici el primero de septiembre de 1512. La consecuente caída de la república provocó el despido de Maquiavelo del servicio público y el fin de su carrera como oficial.
Al regreso de los Médici, Maquiavelo, quien había mantenido esperanzas de retener su puesto bajo el mandato de los nuevos amos de Florencia, fue despedido por decreto el 7 de noviembre de 1512. En febrero del año siguiente estuvo implicado en una conspiración contra los Médici Giovanni, Giuliano y Lorenzo; los cabecillas Pietro Paolo Boscoli y Agostino Capponi fueron ejecutados, mientras Maquiavelo fue apresado y torturado junto con varias personas más. El nuevo pontífice León X medió para liberarlo y Maquiavelo se retiró a su pequeña propiedad en San Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilómetros de Florencia. Aquí malvive talando un bosque de su propiedad junto con unos obreros contratados y sobrevive con este pesado trabajo. También se dedicaba a la agricultura y a la ganadería y convivía con los obreros, con ellos comía, jugaba y hablaba, para sentirse vivo. Sus amigos de la ciudad le dan la espalda. Pero aunque son los peores años de su vida, Maquiavelo tiene en las noches su espacio para la libertad y el bienestar. Cada noche se despojaba de sus vestimentas de trabajo y se ponía trajes de cuando su servicio civil. Una vez así ataviado leía a Dante, a Petrarca y a Ovidio y fue entonces en aquellas noches solitarias cuando empieza a dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Logró escribir ocho libros, la mayoría con una prosa ágil y clara, entre 1513 y 1525. En una carta a Francesco Vettori, fechada en diciembre de 1513, dejó una descripción interesante de su vida en ese período, y un esbozo de sus motivos para escribir El Príncipe.
Llegó a dar una réplica de El príncipe a los Médici, pero estos lo despreciaron. Maquiavelo escribe luego su segunda obra de más importancia en su bibliografía, llamada Discursos de la primera década de Tito Livio, donde muestra su verdadera visión política, describiendo como mejor forma de gobierno una república y no una monarquía absoluta, entre otras cosas más importantes. Luego realiza Discurso sobre el Arte de la Guerra y su comedia La mandrágora. Pese a ser años de penuria en donde su mente sufría, Maquiavelo sacó lo mejor de su talento.
Recibió la amnistía en 1521, a los 52 años, pero poco después fue acusado falsamente de estar involucrado en un golpe de Estado contra los Médici. Fue torturado y apresado poco tiempo y, una vez libre, recibió un encargo: liberar a unos trabajadores del gremio de la lana que habían sido secuestrados por un grupo de malhechores. Maquiavelo logró que los liberaran y el gremio, en agradecimiento, le entregó una buena cantidad de dinero. Con parte de ese dinero compró un billete de lotería, que fue premiado con 20.000 ducados y con los que pudo saldar algunas deudas.
Empezó a trabajar en la academia humanista de Bernardo Rucellai, traduciendo la obra griega de Polibio y gracias a ello recogió muchas ideas sobre el gobierno de una república. El nuevo papa Clemente VII, un Médici, le acercó a la política de nuevo, encargándole una obra sobre la historia de Florencia por 120 florines. Por ello, Maquiavelo fue acusado de ser partidario de los Médici, curiosamente la misma familia contra la que supuestamente había conspirado antes.
Nicolás Maquiavelo murió en su ciudad natal el 21 de junio de 1527 a causa de una peritonitis aguda a los 58 años de edad. Olvidado e ignorado por sus contemporáneos, su legado tuvo más éxito en siglos posteriores que en la época en la que vivió, donde la fría y poco religiosa forma de presentar el gobierno del estado causó gran escándalo.
Aunque nunca lo dijo, se le atribuye la frase el fin justifica los medios, ya que resume muchas de las ideas contenidas en el capítulo XVIII de El príncipe: solo el resultado justifica la acción, siendo además el creador del concepto de la razón de Estado, fundamental en Política, y que se encuentra ulteriormente en Francesco Guicciardini y Giovanni della Casa, aunque solo con Giovanni Botero se desarrollará como doctrina (Della Ragion di Stato, 1589). Maquiavelo lo expone en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (lib. III, cap. 41): «Que la patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará defendida»:
"Esto es algo que merece ser notado e imitado por todo ciudadano que quiera aconsejar a su patria, pues en las deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la vida de la patria y mantenga su libertad".
Se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y a la reestructuración social. Decía que "si una persona desea fundar un estado y crear sus leyes, debe comenzar por asumir que todos los hombres son perversos y que están preparados para mostrar su naturaleza, siempre y cuando encuentren la ocasión para ello".[3]
Tradicionalmente, se ha encontrado una aporía en el pensamiento maquiaveliano como consecuencia de la difícil conciliación de sus dos obras principales, los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y El príncipe.
En los Discursos, Maquiavelo se declara partidario de la república, partiendo del supuesto de que toda comunidad tiene dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de los grandes (que quieren gobernar al pueblo), que están en constante conflicto. Para Maquiavelo el mejor régimen es una República bien organizada (toma como ejemplo la República romana), aquella que logre dar participación a los dos partidos de la comunidad para de esta manera contener el conflicto político dentro de la esfera pública.
Maquiavelo señala, y de aquí la calificación de bien organizada, que es primordial que en dicha república se disponga de las instituciones necesarias para canalizar el conflicto dentro de las mismas sin las cuales la república se desarmaría. Ninguna de las otras formas de gobierno, ya sean las buenas; la monarquía, la aristocracia y la democracia, o las malas; la tiranía, la oligarquía y el gobierno licencioso, logran el equilibrio de los partidos dentro del régimen, por lo que son inestables.
"Las tres buenas son las antes citadas; las tres malas son degradaciones de ellas,.....la monarquía con facilidad se convierte en tiranía; el régimen aristocrático en oligarquía, y el democrático en licencia".Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Capítulo II, Libro Primero
Los intérpretes proclives a las tesis republicanas han pretendido, desde Rousseau, conciliar la contradicción entre los Discursos y El príncipe considerando que este último supone un ejercicio de ironía que sencillamente desnudaba a la luz pública lo que eran las verdaderas prácticas del poder.
Sin embargo, sobre la oposición a la república que podría inferirse en El príncipe, debe tenerse en cuenta que cuando Maquiavelo lo escribe lo hace para mostrar a Lorenzo II de Médici cómo debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia y sacarla de la crisis en la que se encuentra. Maquiavelo aclara también que puede existir un hombre cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar de los desfavorables) supere a la república en conjunto, aunque dicha virtud política morirá con el mortal que la posea, cosa que no ocurriría en una república bien organizada.
Además de esto, debe recordarse que El príncipe presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república. En este sentido, la contradicción entre los dos textos principales de Maquiavelo no es tal. Si es así, entonces el principado y la república deberían ser entendidos como formas de gobierno subordinadas a la auténtica preocupación política de Maquiavelo: la formación de un Estado moderno en la Italia de su tiempo.
"Por tanto, un príncipe, viéndose obligado a sabiendas a adoptar la bestia, tenía el deber de escoger el zorro y el león, porque el león no se puede defender contra las trampas y el zorro no se puede defender contra los lobos. Por lo tanto es necesario ser un zorro para descubrir las trampas y un león para aterrorizar a los lobos". (Maquiavelo, 1993:137-138).[4]
Maquiavelo entiende que todo príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo) que lo ayuda o beneficie conquistar. Aquel príncipe que obtenga el poder mediante el crimen y el maltrato, siendo este vil y déspota, debe entender que una vez subido al poder tiene que cambiar esa actitud hacia el pueblo, dándole libertad, para ganarse el favor del mismo, ya que al fin y al cabo estos serán los que decidan su futuro. Sostuvo que el pueblo, a diferencia de la nobleza y el clero, era la médula de las naciones; sin embargo, este mismo pueblo tuvo que "convertirse en cera en manos del político".[5] No obstante, las faltas cometidas por el pueblo sometido a su autoridad "son el resultado enteramente de su propia negligencia o mal ejemplo", pues según Lorenzo de Medici confirma: “El ejemplo del príncipe es seguido por las masas“.[6]
En cuanto a la religión, y el cristianismo en particular, Maquiavelo la consideró como parte de la maquinaria estatal para mantener la justicia y honrar la virtud de sus ciudadanos.[5] Por ejemplo, los romanos "recurrían a la religión con el fin de inspirar confianza a sus ejércitos"[7] o cuando el príncipe Timasiteo "inspiró a la multitud con un sentimiento de religión, y siempre imitan a sus gobernantes".[6] Según Maquiavelo en los Discursos, los principios de San Francisco y Santo Domingo de pobreza voluntaria y el ejemplo de la vida de Cristo "lograron tanta influencia con la gente, que fueron capaces de hacerles entender que era perverso incluso hablar mal de gobernantes perversos, y que era apropiado rendirles obediencia y dejar el castigo de sus errores a Dios".[8] No obstante, Maquiavelo habla con desdén y admiración en El príncipe sobre la Iglesia y el papa, lo que ha llevado a muchos estudiosos a tomar a Maquiavelo como anticristiano que prefería las religiones civiles paganas. Otros autores, como Cary Nederman, ven varias doctrinas cristianas (la gracia y el libre albedrío) como elementos importantes de Maquiavelo.[9]
Maquiavelo fue además un auténtico precursor del trabajo de los analistas políticos y columnistas de nuestros días: «Todos estos príncipes nuestros tienen un propósito, y puesto que nos es imposible conocer sus secretos, nos vemos obligados en parte a inferirlo de las palabras y los actos que cumplen, y en parte a imaginarlo» (carta a Francesco Vettori, julio de 1513).
En todo caso, distintos textos del pensador arrojan luces y sombras sobre la coherencia interna de su obra. Así, el florentino llega a afirmar no sin ironía que «desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla» (carta al historiador florentino Francesco Guicciardini, mayo de 1521).
Pero el hecho es que lo que Maquiavelo propone es el cuestionable relativismo moral. Hannah Arendt escribió que "la debilidad del argumento del mal menor ha sido siempre que los que escogieron el mal menor olvidan muy rápido que han escogido el mal".[10] Pero insistiendo en las ideas relativistas del maquiavelismo, Thomas Hobbes afirma que: «Mientras los hombres viven sin ser controlados por un poder común que los mantenga atemorizados a todos, están en esa condición de guerra, guerra de cada hombre contra cada hombre». Es decir, que el poder político colectivo atemoriza a los hombres (keep them all in awe) y gracias a ese «temor reverencial», gracias al miedo, se constituye un cuerpo político capaz de frenar mediante dominio y violencia (es decir, mediante el mal) la guerra y el caos continuo. La inclinación malvada de los hombres hace de nuevo necesaria la alianza del poder con el mal mismo para producir los resultados adecuados de la convivencia y la paz. Para el liberalismo el poder es un mal necesario, pero, por eso mismo, si queremos disfrutar de la seguridad que produce frente a la anarquía, también debemos controlarlo y limitarlo, ya que sin esta contención no es útil, no produce sus funciones asignadas, que son la seguridad, la paz y la convivencia; el mal, pues, ya que nos es necesario, ha de ser domado (esgrimiendo frente a él nuestros derechos), sometido (al consentimiento de los obedientes), vuelto sensible a nuestros intereses (mediante la representación), despedazado (dividiendo sus poderes) y regulado (sometiéndolo al imperio de la ley).
Modernamente, Peter Sloterdijk ha criticado el excesivo desarrollo del concepto maquiaveliano de razón de estado y el enorme mal que ha hecho en su libro Crítica de la razón cínica (1983). Según él, la «falsa conciencia ilustrada» adopta una forma de actuación tal que aun sabiendo que los ideales que extendía (razón, progreso, verdad, diálogo) no son (ni han sido nunca) posibles, «los intenta mantener en el orden establecido, produciendo un tipo de personas que, aunque públicamente no cuestionen dichos ideales, viven al margen de ellos y con completa libertad y superioridad», en lo que Sloterdijk denomina cinismo.[11]
En la literatura ha sido personaje de obras de política representando el cinismo y el realismo, oponiéndose al pensamiento jurídico de Montesquieu.[13]
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