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lluvia de meteoros De Wikipedia, la enciclopedia libre
Las leónidas son una lluvia de meteoros que se produce cada año entre el 6 y el 30 de noviembre, alcanzando un máximo de intensidad cada 33 años; las leónidas muestran un pico de actividad debido a que el polvo del cometa Tempel-Tuttle no está distribuido homogéneamente a lo largo de su órbita. En años normales, las leónidas producen tasas del orden de diez a quince meteoros por hora. Denison Olmsted, profesor de la Universidad de Yale, observó que los trazos de los meteoros parecían provenir de la constelación de Leo, lo que dio su nombre al fenómeno.
Leónidas | ||
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Período | 6 al 30 de noviembre | |
Radiante | alfa: 153 delta=+22 | |
Velocidad | 71 km/s | |
Índice poblacional (r) | 2.5 | |
Tasa Horaria Cenital (THZ) | 20 meteoros/h | |
Progenitor | 55P/Tempel-Tuttle | |
El color de estos meteoros es generalmente rojizo, son muy rápidos, ya que la Tierra los encuentra de frente, y con frecuencia dejan tras sí una estela de color verde que persiste durante unos pocos segundos. Su distribución a lo largo de la órbita no es uniforme, por cuanto están concentrados en un enjambre más denso que ha dado lugar a las grandes lluvias de estrellas.
Los enjambres de estrellas fugaces están asociados a los cometas. En 1861, Kirkwood afirmó que estos corpúsculos eran restos de los cometas. Le Verrier publicó la órbita de las leónidas, y cuando Oppolzer examinó la órbita del cometa 55P/Tempel-Tuttle de 1866 (1866 I) se hizo evidente la identidad de ambas trayectorias. Este cometa fue descubierto el 19 de diciembre de 1865 y tiene un período orbital de 33,2 años.
Las leónidas pueden dar lugar a espectaculares tormentas de meteoros cada 33 años coincidiendo con el paso del cometa por el perihelio. El astrónomo estadounidense H.-A. Newton demostró, en 1864, que las brillantes lluvias de estrellas descritas por los historiadores en 902, 931, 934, 1002, 1101, 1202, 1366, 1533, 1602 y 1698 se debían a este enjambre. Se habla de una tormenta de meteoros cuando la actividad supera el millar de meteoros por hora.
Desde 902, las fechas anuales han ido avanzando treinta días: en aquella época el fenómeno alcanzaba su máximo el 12 de octubre; en 1202, tenía lugar el 19 de octubre; en 1366, el 22 de octubre; en 1799 se producía en la noche del 11 al 12 de noviembre. Esta lluvia de estrellas, en 1766, llamó poderosamente la atención de los habitantes de Venezuela.
En 1799 la observaron Alexander von Humboldt y Amadeo Bonpland en Cumaná y dio lugar a «millares y millares de estrellas fugaces y bólidos de fuego cayeron durante cuatro horas consecutivas». También los esquimales de Labrador y Groenlandia quedaron asombrados: los meteoros más grandes tenían un diámetro aparente igual e incluso superior al de la Luna.
El 13 de noviembre de 1833 la costa este de Estados Unidos estuvo iluminada durante más de seis horas debido a las Leónidas. Iniciada poco antes de la medianoche, Olmsted, de Boston, dijo que «su número era como la mitad de los copos de nieve que se observan durante una nevada», y contó más de 240 000 meteoros. A partir de este acontecimiento se cambió la forma de observar las lluvias de estrellas.[1]
En 1866 tuvo lugar otra lluvia, pero menos intensa que las dos anteriores, en la que se contaron hasta 6000 meteoros por hora. En 1834, Olbers observó que las lluvias de 1766, 1799 y 1833 estaban separadas por 33,5 años y esperaba una lluvia interesante para 1899 o 1900; pero los cálculos de Downing y Stoven demostraron que debido a las perturbaciones de Júpiter, Saturno y Urano, la masa principal del enjambre había sido desviada en más de tres millones de kilómetros de la Tierra. De este hecho derivó la conclusión de que la lluvia de fin de siglo tenía que ser insignificante, predicción que se confirmó por completo.
La tormenta de Leónidas que ocurrió el 17 de noviembre de 1966, registró unos 100 000 meteoros por hora durante un corto intervalo de tiempo. Sin embargo, no siempre se producen tormentas de Leónidas cada 33 años. En 1933, por ejemplo, la actividad nunca superó los 200 meteoros por hora.
Para el 18 de noviembre de 1999 se esperaba en España una intensa lluvia de meteoros y el IAC hizo una campaña para que los alumnos de Enseñanza Media salieran a observar, incluía una unidad didáctica . Las previsiones apuntaban que las mejores condiciones de observación se darían para Europa Central y África del Norte. El resto de países observarían también una gran actividad, pero no tan alta como en el máximo. Por otra parte el modelo propuesto por David Asher y Robert McNaught preveía una actividad de 1000 meteoros/hora en el máximo a las 02:08 TU del 18 de noviembre de 1999 (3h 8m hora oficial), basándose en la distribución de partículas eyectadas hace 100 años por el cometa Tempel-Tuttle. Según informaron varios observadores españoles, las Leónidas no decepcionaron en absoluto y colmaron todas las expectativas que en ellas se tenían puestas. Un máximo muy corto pero intenso se pudo observar desde Europa sobre las 2h de Tiempo Universal. En aquellos momentos, una tasa por hora de miles de estrellas fugaces cayeron del cielo.
En la tormenta de 2001 se registró una tasa THZ máxima de 1500 meteoros por hora.
Entre el 17 y el 18 de noviembre, Leónidas alcanzará su punto máximo; con una luna creciente, lo que significa que el cielo estará lo suficientemente oscuro para poder ver la lluvia. Según muestra una simulación con el programa Stellarium, la lluvia de meteoros Leonidas Minoridas Diciembre está confirmada para estar en su punto máximo el 20 de diciembre de 2015. El fenómeno se apreciará entre las 2 y 3:30 de la madrugada en el hemisferio sur.[2]
Los registros históricos disponibles no son muy útiles para caracterizar el nivel de actividad y la posición del máximo de las tormentas por la escasez de observadores y la falta de una metodología de observación adecuada. Sin embargo, se han hecho grandes esfuerzos para determinar las características de los retornos de Leónidas de los últimos 200 años. El conocimiento sobre el origen de las tormentas de Leónidas ha sido muy limitados hasta hace poco. En los últimos años, sin embargo, ha habido un avance espectacular gracias al excelente conjunto de datos obtenidos por los observadores de la Organización Internacional de Meteoros. La actividad registrada en 1998 rompió todos los esquemas y ha sido el motor para el desarrollo de modelos numéricos que explican las tormentas de Leónidas con una precisión nunca antes alcanzada. Las Leónidas están asociadas con el cometa Tempel-Tuttle (1866 l), el cual se observó en 1866 y en 1998. La distancia afélica de este cometa es sensiblemente igual al radio de la órbita de Urano y la duración de su revolución era, en 1866, de 33,18 años. Le Verrier pensó que este cometa tenía una órbita parabólica en el momento de sufrir la atracción del planeta Urano, del cual pasó cerca en el año 126 de nuestra Era. Así, las Leónidas habrían sido incorporadas a nuestro sistema solar por la acción de Urano.
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