trabajador del campo De Wikipedia, la enciclopedia libre
Jornalero, temporero, peón o bracero son denominaciones genéricas para designar a las personas que trabajan por cuenta ajena a cambio de un jornal o pago por día de trabajo. A pesar del origen etimológico de su denominación, para su condición es indiferente o poco relevante que cobren un jornal fijo o un destajo en relación con su producción o el cumplimiento de una tarea determinada; mientras lo que sí supone una diferencia es que el trabajador aporte o no las herramientas o animales de trabajo necesarios (como el yuntero[1]). Todas esas denominaciones suelen aplicarse específicamente a los trabajadores manuales agrícolas que no tienen posesión de tierras (ni en propiedad ni en arrendamiento), o que no la tienen en cantidad suficiente (minifundio); por ello se ven obligados a ser contratados temporalmente en faenas agrícolas[2] estacionales (siembra, cosecha —siega de los cereales, recogida de los distintos frutos, como el verdeo, el ordeño y el vareo de la aceituna[3] o la vendimia de la uva—, poda, escarda, etc.) por los agricultores que poseen más tierras de las que por sí mismos pueden cultivar. Suelen agruparse en cuadrillas, y es muy frecuente que se desplacen en migraciones periódicas en los momentos de mayor demanda de mano de obra a los lugares donde son requeridos (emigración golondrina).
La figura del jornalero está profundamente vinculada a los grandes latifundios del sur de España, y especialmente de Andalucía. En algunas comarcas andaluzas, a los jornaleros de la temporada de siembra o gañanía,[5] se les denomina gañanes.
De la denominación "gañanes" para los jornaleros andaluces (cuya etimología es árabe) se deriva la de gañanía para el conjunto de los gañanes y para el tipo de vivienda rural que les alojaba, que en otras zonas de España (concretamente en Salamanca, según el Diccionario de la Lengua) es sinónimo de alquería ("casa de labor" o "caserío", definiciones similares a la de ""cortijo" -"finca rústica con vivienda y dependencias adecuadas, típica de amplias zonas de la España meridional"-).[6] En todo caso, las fuentes describen las gañanías como estructuras donde la vida de los gañanes se hacía aún más penosa por el aislamiento, el hacinamiento y las malas condiciones de habitabilidad.[7]
Figuras similares en otras culturas
La palabra "gañán" tiene uso en Chile para denominar al huaso contratado por un patrón. Se asocia a labores del campo, tanto ganaderas como agrícolas. Es homólogo a otras figuras más identificadas específicamente con la ganadería y la doma de caballos, como el chagra ecuatoriano, el chalán peruano, el charro mexicano, el gaucho rioplatense, el llanero colombiano y venezolano y el vaquero del oeste norteamericano.
Hasta la extensión de los derechos sociales del Estado del bienestar (lo que se produjo en distintos momentos en cada uno de los países a lo largo del sigloXX), los jornaleros no podían mejorar su condición ni progresar en la escala social. No contaban con libertad sindical, derecho a la educación o formación profesional, prestaciones médicas, subsidios de paro ni seguridad social o pensión de jubilación; y todo ello también provocaba entre ellos una escasa esperanza de vida. Según la teoría marxista, les era imposible acumular capital dado que alquilaban su fuerza de trabajo en las épocas de las faenas agrícolas estacionales a cambio de un jornal que solo les servía para saldar las deudas contraídas anteriormente en los periodos de inactividad agrícola. Con frecuencia tenían que emigrar a otras tierras en busca de trabajo, lo que les generaba más gasto. Vivían siempre endeudados y esto les producía una alienación que les impedía romper este círculo vicioso, sobre todo si debían mantener hijos, esposa, enfermos o abuelos. En periodos críticos (malas cosechas, carestías, hambrunas, epidemias, guerras), la conflictividad social estallaba en revueltas campesinas prerrevolucionarias (o en motines de subsistencia o antifiscales de más amplia composición social en entornos urbanos). La extensión de las organizaciones políticas y sociales del movimiento obrero desde el sigloXIX pretendía que el jornalero se hiciera consciente de su situación y tuviera voluntad de cambiarla, adquiriendo la conciencia de clase que le convertiría en un obrero agrícola identificado en sus intereses con el proletariado industrial (que debería ser el protagonista de la lucha de clases contra el capitalismo); en el caso contrario, pertenecía al lumpemproletariado. En todo caso, la función histórica de los trabajadores del campo y de la ciudad fue objeto de debate entre los teóricos y prácticos de la revolución proletaria (bakuninismo, marxismo, leninismo, maoísmo, etc.)
Aunque en la España medieval ya existían campesinos que labraban tierras de señorío por jornal, esto era una excepción dentro del sistema generalizado de colonato o pechería.[8] La crisis del siglo XIV, que causó una considerable escasez de mano de obra y mayores oportunidades de trabajo tanto en el campo como en la ciudad, significó un aumento salarial para los jornaleros agrícolas, mayor que el de los precios, lo que significó un aumento considerable de su poder adquisitivo. Las autoridades intentaron medidas de contención salarial, con poca efectividad, e incluso se recurrió a la compra de esclavos en algunas circunstancias.[9] No obstante, la situación de los jornaleros no era envidiable: en el sigloXV se registra en la documentación numerosos créditos a los que tienen que recurrir los jornaleros en los meses de inactividad, y que devuelven con días de trabajo gratuito en los meses en que son requeridos.[10]
Sería a partir de 1500, al producirse una concentración de propiedades por la aristocracia nobiliaria y la Iglesia, unida a la adquisición de fincas por la alta burguesía urbana y los propietarios rurales, que paralelamente acaparaban cargos municipales y exenciones fiscales, cuando un gran número de colonos vieron degradada su condición, empobreciéndose y quedando desplazados incluso del uso de los bienes comunales.[11] Los colonos que no podían hacer frente a sus obligaciones se convertían en jornaleros.
La revolución de los precios del sigloXVI da lugar a una situación en que los jornaleros, como ofertantes de mano de obra, presionan por subidas salariales. Los altos salarios en España hacen que se produzca emigración de franceses, que en su país cobran menos. La frase que se repite en varias de las Cortes de la primera mitad del sigloXVI es clara: "antes faltan jornaleros que jornales". En 1565, en un informe del concejo de Horcajo de Santiago se llega a decir que los jornaleros "han venido a pedir tan inmoderados jornales que no se puede por ninguna vía sufrir tan gran desorden [...] y son amigos de holgar muchos días y trabajar muy pocos y ganar en un día para holgar cuatro." La percepción social entre la oligarquía representada en Cortes y ayuntamientos, por mucho que sea opuesta al análisis serio que comienzan a hacer los arbitristas, es la misma que se refleja en la literatura picaresca: las clases bajas quieren trabajar lo menos posible: "por haber tantos vagabundos, no hallan los labradores quien los ayude a cultivar las tierras, ni otros oficiales de la república a quien enseñen sus oficios, que por esta razón es cierto que valen tan caras las hechuras de las cosas, y todo lo que se vende de mercadería y mantenimiento" (Cristóbal Pérez de Herrera, Amparo de pobres -1558-, donde también aconseja: "tengan los labradores peones a buen precio").[12]
Aunque algunos documentos preestadísticos permiten hacer estimaciones con anterioridad (se dice que en época de Felipe II en Castilla la Nueva "más de la mitad de la población era bracera",[13] no es hasta el Catastro de Ensenada (1749) que se puede determinar la proporción de la presencia de jornaleros del campo en la Corona de Castilla (2,4 jornaleros por cada labrador), así como localizar su distribución marcadamente desigual por zonas geográficas: minoritaria en el norte (4,5% de la población agraria activa en León, 12,6% en Burgos) y muy mayoritaria en el sur (58,4% en Extremadura, 85,9% en Córdoba), siendo intermedia en la zona entre el Duero y el Tajo (31% en Segovia, 40% en Cuenca).[14] La aportación de Pablo de Olavide a la infructuosa tramitación del Expediente de la Ley Agraria (1768) da una propia descripción de su situación:
... braceros y jornaleros. Estos hombres no tienen nada más que sus brazos, y con ellos han de ganar su sustento. Algunos, pero pocos, se destinan a arrendar pequeñas hazas de tierra de dos o tres fanegas cada una, de las que están inmediatas a los lugares, porque, en estando un poco lejos, es imposible que puedan atenderlas. Estas tierras son pocas: su misma inmediación las hace más estimables, porque pueden estercolarse, y los colonos no pierden tiempo en ir y venir. Los braceros son muchos, y toda su ambición está circunscrita a la tierra situada a menos de media legua de distancia. Los propietarios, abusando de estas circunstancias, se la hace pagar a precios exorbitantes, causando dolor que un infeliz bracero pague diez pesos por el arriendo de una fanega de tierra, cuando a media legua de allí se ven millares de fanegas abandonadas, porque ya su distancia y desamparo imposibilita su cultivo. La mayor parte de estos, que es lo que forma la muchedumbre, son jornaleros, hombres los más infelices que yo conozco en Europa. Se ejercitan en ir a trabajar a los cortijos y olivares, pero no van sino cuando los llaman el administrador de la heredad, esto es, en los tiempos propios del trabajo. Entonces, aunque casi desnudos y durmiendo siempre en el suelo, viven a lo menos con el pan y el gazpacho que les dan; pero en llegando el tiempo muerto, aquel en que por la intemperie no se puede trabajar, como, por ejemplo, la sobra o falta de lluvias, perecen de hambre, no tienen asilo ni esperanza, y se ven obligados a mendigar. Estos hombres la mitad del año son jornaleros, y la otra mitad mendigos.[15]
El número de jornaleros variaba mucho de unas zonas a otras pero, ya desde muy pronto, Castilla la Nueva y la Baja Andalucía tenían una gran concentración de ellos. Su trabajo estaba regulado por ordenanzas municipales, controladas por la oligarquía de propietarios, que aseguraban mediante la escasa remuneración de los jornaleros una mano de obra cercana, endeudada (con frecuencia por el mismo patronaje) y barata, así como un control rígido de los intentos de encarecimiento de los productos.[16] En el sigloXVIII la situación en Andalucía y Extremadura era insostenible, pues la continuada concentración de la tierra había generado enormes latifundios, cultivados por una plebe miserable que, contratados por temporada durante el buen tiempo, quedaban sin trabajo todo el invierno.[17] El gobierno de Carlos III, consciente del problema, intentó favorecer los arriendos a largo plazo, aunque fracasó en buena medida por la oposición de los grandes propietarios, que temían que ello supusiese una elevación de los precios de la mano de obra agrícola.[18]
La estructura de la tierra apenas varió hasta bien entrado el sigloXX, con una explotación muy pobre. De hecho, autores como Pascual Carrión, indican que, a comienzos de este siglo, en Andalucía, "el 60% de nuestro suelo no se cultiva, el 40% de las tierras cultivadas se explotan deficientemente, y el 79% de las incultas aprovechables, carecen de arbolado. Mientras tanto una gran parte de la población no encuentra trabajo y tiene que vivir miserablemente o emigrar".[19] Solamente avanzados los años 1950, se producirá una crisis de la sociedad agraria tradicional, consecuencia del fuerte éxodo migratorio y de la elevación de los salarios como consecuencia del descenso de población activa agrícola.[20] Algunos autores cifran entre 1,4 y 1,8 millones el número de andaluces emigrados fuera de la región entre 1950 y 1970,[21] y en 500.000 los jornaleros que aun permanecían en el campo andaluz en esa fecha.[22]
A partir del primer tercio del sigloXIX, la persistencia en la situación de los jornaleros andaluces, que en algunas pueblos de la Campiña del Guadalquivir suponían una amplia mayoría de la población, impulsó el desarrollo de movimientos sociales y políticos. Con anterioridad, se habían producido episodios de insurrección agraria, como el llamado Motín del hambre de Córdoba (1652), aunque nunca encuadrados en ideologías de reivindicación de la tierra.[23] Sería tras la introducción del socialismo y, sobre todo, del anarquismo, cuando se sistematiza la lucha jornalera. Así, algunos autores entienden que, precisamente, el anarquismo andaluz fue una respuesta racional, y no milenarista, a una configuración social específica.[24]
En 1861 hubo ya insurreciones de influencia socialista, como la de los campos de Loja e Iznájar, que según algunos autores llegó a concentrar un ejército sublevado de casi 10.000 jornaleros, armados.[25] Movimientos anarquistas, se dieron también desde época similar, como la huelga de Jerez de 1873, para reclamar la abolición del trabajo a destajo y el restablecimiento del jornal por día para los trabajadores agrícolas.[26] En los pueblos donde la mayoría de la población eran jornaleros (Alcalá del Valle, Benaocaz, Grazalema, los pueblos de la campiña sevillana...), las Uniones de Obreros Agrícolas, anarquistas, llegaron a ser identificadas con la comunidad como un todo.[27]
Los sucesos conocidos por "La Mano Negra" se produjeron en el bienio 1882-1883, durante una gravísima crisis de subsistencias. La alarma social que se produjo en torno a unos asesinatos y asaltos, y la aparición de un extraño documento que se presentó como prueba de una conspiración de un grupo de jornaleros, desencadenaron una dura represión sobre la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de ideología anarquista. Los procesos judiciales terminaron con siete ejecuciones por garrote vil, en la Plaza del Mercado de Jerez de la Frontera, el 14 de junio de 1884.
A comienzos del sigloXX, la conflictividad social se recrudeció en el campo andaluz, con grandes huelgas como las de Sevilla, en 1902, o la de Jerez de 1903, que se extendió por toda la Baja Andalucía, o la de 1914, también en Sevilla, que afectó a miles de trabajadores. A partir de la crisis de 1917 y el llamado trienio bolchevique (1918-1921) la conflictividad agraria se dispara: en 1918 se contabilizaron 23.000 huelguistas en Córdoba, en más de 21 huelgas diferentes, y otros conflictos de menor envergadura en Mancha Real, Cambil y, en general, toda la campiña alta del Guadalquivir, hasta el punto de que las autoridades llegaron a ver un "clima revolucionario y de reparto".[28] No obstante, los autores desechan que "el sueño del reparto" fuese dominante entre los jornaleros andaluces, que solían situar los conflictos en vísperas de las temporadas de recolección, con reivindicaciones concretas y precisas, relacionadas con las condiciones de trabajo.[29]
Las zonas más conflictivas, en cualquier caso, fueron Cádiz y Sevilla, básicamente porque eran las provincias con mayor porcentaje de latifundios (57,97 y 50,45% de su superficie, respectivamente),[30] y por tanto las que mayor número de jornaleros concentraban. Entre 1927 y 1932 se produjeron un gran número de huelgas agrarias en Andalucía, ya con activa participación de los comunistas, especialmente en el verano de 1930, seguidas masivamente en localidades como Osuna, Marchena, Antequera, Torredonjimeno, Castro del Río, Pedro Abad..., culminando con la huelga general del 20 de julio de 1931.
... un amo que salió de madrugada a contratar trabajadores para su viña. Acordó pagarles un denario por el día y los envió a su viña. A eso de las nueve de la mañana salió y vio a otros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: 'Id también vosotros a trabajar en mi viña, y os pagaré lo justo'. Así que fueron. Volvió a salir hacia el mediodía y a las tres de la tarde e hizo lo mismo. Y a la hora undécima salió y encontró todavía a otros parados, y les preguntó: '¿Por qué habéis estado aquí todo el día sin hacer nada?' 'Porque nadie nos ha contratado', respondieron. Les dijo: 'Id también vosotros a trabajar en mi viña'.
En algunas obras medievales se cita, aunque sea de modo marginal, la actividad de los jornaleros, como la de una condición social degradada:
El conde, viendo que no podía curarse de la lepra, partió como peregrino hacia Tierra Santa para morir allí. Aunque era muy ilustre y tenía muchos y buenos vasallos, sólo aquellos tres caballeros que os dije lo acompañaron. Como permanecieron allí durante tanto tiempo, no tuvieron bastante con lo que habían llevado para mantenerse, por lo que llegaron a tales extremos de pobreza que no tenían nada para alimentar al conde, su señor. Movidos por la necesidad, cada mañana se ofrecían dos de ellos como mozos en la plaza y el tercero se quedaba con su señor el conde; de esta forma se alimentaban ellos y cuidaban al conde.
En el sigloXVIFray Luis de León adapta al verso castellano El Cantar de los Cantares de la Biblia utilizando la palabra "obrero" para los asalariados en las labores agrícolas:
Cervantes hace en El Quijote una descripción de todos los estratos sociales de su época, y entre ellos de los jornaleros, de los que es buen representante Sancho Panza quien, a pesar de tener alguna porción de tierra, es tan poca que debe ponerse a jornal de muchos amos. La posesión de su rucio es para él vital, puesto que le permite acceder a trabajos mejor remunerados que otros personajes más humildes, como Andrés, un pastor de quince años que cobra siete reales al mes y al que su amo le retiene el salario e incluso le somete a castigos físicos. Otros personajes que aparecen son un forastero que la pareja protagonista encuentra de madrugada en El Toboso y que trabaja para un labrador rico de ese lugar; o los segadores alojados en la venta de Juan Palomeque.[35]
En Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1614), Lope de Vega describe incidentalmente la actividad de los jornaleros contratados para la siega por un labrador rico. Después de trabajar todo el día en el campo se dirigen al lugar designado para dormir, todos juntos, en el portal de la casa de quien les ha contratado. Allí se entretienen un breve rato cantando y tocando la guitarra, y caen profundamente dormidos. Es significativo que, para conveniencia de la trama, un personaje pueda no ser reconocido por quien le contrata, incorporándose a la cuadrilla de segadores.[36]
... la poderosa Sociedad buscaba inspiración en la Justicia ideal y en el sacro derecho al pan, y decretó la norma de jornales del campo, estableciendo la proporción entre estos y el precio del trigo. Véase la muestra. ¿Trigo a cuarenta reales la fanega? Jornal: cinco reales. Al precio de cincuenta correspondía jornal de seis reales, y de ahí para arriba un real de aumento por cada subida de diez que obtuviera la cotización del trigo. Accedieron algunos propietarios; otros no. Los jornaleros segadores se negaron a trabajar fuera de las condiciones establecidas, y en las esquinas de Loja aparecieron carteles impresos que decían poco más o menos: «Todos a una fijamos el precio del jornal. Si no están conformes, quien lo sembró que lo siegue».
Clamaron no pocos propietarios, y al cacicato acudieron pidiendo que fuese amparado el derecho a la ganancia. La cárcel se llenó de trabajadores presos, y tal llegó a ser su número, que no cabiendo en las prisiones, se habilitaron para tales el Pósito y el convento de la Victoria.
El artículo El jornalero de Juan Eugenio Hartzenbusch (1839) no trata del campesino, sino que bajo ese nombre realiza la crítica de costumbres de un entorno urbano, similar al personaje popular chulesco conocido como "manolo".[39] En cambio sí trata de un jornalero rural su poesía El avaro y el jornalero donde adapta un cuento moral de Agustín Moreto, en el que la situación desesperada de uno de ellos le lleva a intentar suicidarse.[40]
Juan Valera relaciona los jornaleros y la emigración, refiriendo los oficios de los que partían de España a Argentina: "Uno decía que iba de carpintero; otro, de herrador; de zapatero, otro; de albañiles, seis o siete; tres o cuatro, de sastre, y muchísimos, de jornaleros para las faenas del campo."[41]
En Martín Fierro (1872) José Hernández describe la vida de los gauchos; y también, más allá de la condición social que pueda atribuirse a ese personaje de la Pampa argentina, se refiere a los "piones" (peones) de las "estancias".[42]
El cuento El jornalero (1893) de Leopoldo Alas (Clarín) no se dedica a la situación social de los trabajadores agrícolas, sino a la comparación de la de la clase obrera con la de un trabajador intelectual;[43] pero este autor refleja el problema social del campo en otros textos, incluso aportando su experiencia personal en un viaje por Andalucía entre 1882 y 1883.[44]
La novela La Bodega de Vicente Blasco Ibáñez (1905) se ambienta en la vida de los jornaleros de Jerez de La Frontera, desde su infancia como rempujeros y zagales de labranza ("por un real y los tres gazpachos"), su paso a la condición de gañanes, su precaria alimentación, su alojamiento en las gañanías y su decadencia a temprana edad ("cuando no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos").[45]
Réquiem por un campesino español (1953-1960), de Ramón J. Sender, está protagonizada por un enérgico campesino que simboliza las reformas sociales de la II Repúbica. Él no es jornalero, pero toma conciencia de su penosa situación al ver las condiciones de vida (y muerte) de "la gente de las cuevas".[48]
Seguir de pobres es un cuento de Ignacio Aldecoa de 1953, publicado en La tierra de nadie y otros relatos, donde se narra la penuria de una cuadrilla de segadores.[49]
Dos días de septiembre, es una novela social de José Manuel Caballero Bonald (1962) donde se describe la vida de los jornaleros andaluces, reflejándose la muerte de un vendimiador, aplastado por una cuba de mosto.[50]
The Cider House Rules ("Las normas de la casa de la sidra"), novela de John Irving (1985) y película de Lasse Hallström (1999), aunque desarrolla otros temas sociales, refleja la forma de vida y actividad de una cuadrilla de jornaleros que llegan anualmente a un lugar donde recogen la cosecha de manzanas y elaboran sidra.
Bound for Glory ("Esta tierra es mi tierra"), biografía ficcionalizada de Woody Guthrie, cantante de folk, ambientada en la situación social de los trabajadores del campo estadounidense durante la Gran Depresión (publicada en 1943). Tiene adaptación al cine, dirigida por Hal Ashby (1976).
Tierra de rastrojos, una película española de 1980 sobre los jornaleros andaluces en 1936. Dirigida por Antonio Gonzalo, está basada en una novela de Antonio García Cano.[51]
César Chávez, película biográfica sobre César Chávez, líder del movimiento por los derechos de los jornaleros de las explotaciones agrícolas de California, dirigida por Diego Luna (2014).[53]
Pintura
La alegoría de las estaciones o de los meses es un tema artístico relativamente frecuente,[54] que permite desarrollar escenas costumbristas, destacadamente las labores agrícolas, y en ellas a los trabajadores del campo. En las más antiguas hay que suponer que se representa el trabajo servil.[55]
En tres de seis obras sobre los meses del año de Pieter Brueghel el Viejo: La siega del heno, La cosecha y El regreso de la manada (meses de junio-julio, agosto-septiembre y octubre-noviembre), datadas en 1565, se representan grupos de campesinos en labores propias de la época. Aunque no se determina su condición, el nivel de desarrollo de las relaciones de producción en los Países Bajos del siglo XVI correspondía a un predominio del trabajo asalariado.
Entre los cartones de Goya, la representación de faenas agrícolas en La vendimia se realiza en el fondo, mientras que el primer plano se reserva a unos personajes acomodados; en La era se representa un momento de diversión en medio de la cosecha de trigo. Las dos obras, parte de un conjunto de cuatro vinculadas a las cuatro estaciones, se fechan en 1786-1787. No se aclara si la condición social de los campesinos representados es la de jornaleros, pero la constante en esta serie de pinturas es la contrastar la presencia de personajes enriquecidos con la de personajes humildes.
La pintura social, desde el sigloXIX, intensifica la postura crítica, representando los problemas sociales por sí mismos, con los planteamientos estéticos del realismo o, en su momento, del impresionismo (y su modalidad local, el luminismo).[56]
El aventador, Jean-François Millet, 1848. Fue recibido en su época como una expresión del socialismo, a pesar de su el propio autor lo negara.
El Jornalero, autocalificado de "semanario defensor de los intereses del obrero", fue una revista editada en Alcoy que alcanzó a publicar 22 números, entre el 5 de octubre de 1889 y el 15 de febrero de 1890.[58]
Esteban Oca, Nociones de agricultura para las escuelas primarias, 1899 (cuarta edición, 1914):
Labor agrícola es toda operación mecánica hecha en el terreno para hacerle más productivo.
Su objeto es que nazca, crezca, se desarrolle y madure la planta que se cultiva, destruyendo a la vez las plantas perjudiciales que lo estorben.
Las más comunes son roturar, arar, cavar, escardar, segar, arrancar, acarrear y trillar.
Hay muchos otros: regar, aventar, rastrojar... Ver también herramienta agrícola, cuyas distintas modalidades y variantes locales están adaptadas a cada una de ellas.
José García Lázaro y Agustín García Lázaro, Canción triste de las gañanías, Diario de Jerez, 11 de mayo de 2014. Cita muchas fuentes: Estela Zaitana, Flamencos de Gañanía-reseña en jondoweb-; Diego Caro Cancela, Burguesía y jornaleros. Jerez de la Frontera en el Sexenio Democrático (1868-1874)-ficha en Google books-; el cuento Ranoque, del Padre Coloma-texto en Google books-; la “Memoria sobre las condiciones sanitarias de Jerez de la Frontera” (1894), de Gumersindo Fernández de la Rosa; Leopoldo Porras Granero, “El pueblo en la novela española del XIX”, Gerald Brenan, El laberinto español (1943) y Blas Infante, en este texto:
Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero… Los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; les he visto dormir hacinados en sus sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, esponjando en el gazpacho mal oliente, y servido, como a manadas de ciervos en el dornillo común, trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados en la siega por los ardores de la canícula…
Citado por Hiniesta, E.: El siglo de Blas Infante, 1883-1981. Alegato frente a una ocultación.
Suárez Bilbao, Fernando: La sociedad altomedieval y sus recursos, en Lynch, John y otros (2007): Historia de España, tomo 8: Los reinos medievales, El País edt., Medrid, ISBN 978-84-9815-763-5, pags.160 y 169-71
La pérdida de población había encarecido la mano de obra disponible y tanto en Castilla, la Corona de Aragón y Portugal como en Inglaterra, Francia y otros países se dictaron ordenanzas inmediatamente después de la primera irrupción de la peste en 1348, fijando los salarios de jornaleros agrícolas y artesanos, incluyendo los de las mujeres, cada vez más presentes en el mercado laboral —por la escasez de brazos masculinos— y cuya retribución no siempre era la mitad que la de los trabajadores varones —aunque fuese lo más habitual—, sino que dependía del tipo de tarea.
Estas medidas de contención salarial no resultaron efectivas, como muestra su reiteración en la legislación laboral, y los trabajadores, en particular los jornaleros, vivieron una verdadera “edad de oro”, al crecer más los salarios que los precios y, por tanto, ser mayor su poder adquisitivo. Para contrarrestar el alza de los salarios, los propietarios también recurrieron a fórmulas más perversas, como la importación de esclavos. A principios del siglo XV, por ejemplo, algunos ciudadanos de Barcelona, descontentos con los immoderats salaris que pedían los labradores y braceros, proponían a los consellers de la ciudad que se comprasen esclaus i esclaves con el fin de que aquellos volviesen al salario debido y acostumbrado.
El cataclismo demográfico repercutió igualmente en el aumento de los despoblados —al que también contribuía el éxodo rural hacia las ciudades—, el abandono de muchas explotaciones agrícolas y, en general, la reducción de la superficie cultivada. Menos tierra labrada en términos absolutos, pero más cantidad proporcionalmente para los campesinos supervivientes y un incremento de la productividad media, ya que la producción agrícola se mantuvo bastante estable e incluso aumentó en algunos momentos. Ambos factores, el retroceso de la tierra cultivada y el descenso en el número de brazos para trabajarla, acelerarían a su vez la caída de las rentas señoriales, ya afectadas por su conmutación en metálico y por la inflación, en un porcentaje que oscilaba entre un tercio y la mitad. La crisis, además, había alterado los equilibrios entre los factores de producción, encareciendo la mano de obra, mientras que la tierra y el capital resultaban más abundantes y asequibles. Como consecuencia, muchos señores, sobre todo en Castilla, transformaron sus tierras de cultivo en pastos, menos intensivos en trabajo, aprovechando también los grandes espacios vacíos que la conquista y la colonización cristianas habían creado en el centro y sur de la Península y que se incrementaron con la regresión demográfica del Trescientos.
Los entrecomillados se recogen en Joseph Pérez, “La sociedad española del Renacimiento”, en
Lycée International des Pontonniers. Sección Internacional Española. Première (también en cervantesvirtual). Para la disparidad de salarios entre España y Francia, recoge una cita de Jean Bodin: Ce qui atore nos Auvergnats et Limousins en Espagne [...], c'est qu'ils gagnent au triple de ce qu'ils font en France. Car l'Espagnol, hautain, riche et paresseux, vend sa peine bien cher. En cuanto a la visión más lúcida de los arbitristas, cita a Sancho de Moncada (Restauración política de España), ya en el siglo XVII, que habla del "ocio forzoso, no habiendo en qué trabajar".
Noel Salomon, citado en Margarita Ortega López, III Los jornaleros en La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo Régimen: el expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, 1986 mapa.gob.es Las cifras se confirman por el Diccionario de Hacienda de Canga Argüelles, que recoge las cifras del Censo de Godoy de 1797 (Ortega, op. cit.) Ortega también recoge, citando a Miguel Artola (Antiguo Régimen..., pg. 47), que en "el mejor censo español del siglo XVIII" el número de jornaleros era de 964.577 y el de labradores de 907.177.
Margarita Ortega López, III Los jornaleros en La lucha por la tierra en la Corona de Castilla al final del Antiguo Régimen: el expediente de Ley Agraria, Ministerio de Agricultura, 1986 mapa.gob.es
Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, citado en Víctor O. Martín Martín, Los jornaleros y la gran propiedad agraria en el Sur de España, Anales de Geografía 2008, vol. 28, núm. 2 pgs. 137-165 ISSN: 0211-9803
Plaza Prieto, Juan (1975): Estructura económica de España en el siglo XVIII, Confederación Española de Cajas de Ahorro, Madrid, ISBN 84-7231-267-4, pag. 259
Diccionario Enciclopédico de Biblia y Teología, voces Jornal - Jornalero:
En la antigüedad, era frecuente pagar en especie (Gn. 29:15, 20; 30:28-34), pero también con plata (Ex. 2:9). La Ley de Moisés ordenaba pagar a los jornaleros al caer la tarde (Lv. 19:13; Dt. 24:14, 15). Los profetas denunciaban a los que retenían el jornal debido a sus trabajadores (Jer. 22:13; Mal. 3:5; Stg. 5:4). En la época de Cristo, el salario de un día de trabajo era de un denario (equivalente a unos cuatro gramos de plata, cfr. Mt. 20:2). La capacidad de compra de esta suma era grande, aunque no la conocemos con exactitud (cfr. Lc. 10:35).
Estos se distinguían de los siervos domésticos, que generalmente eran esclavos. Los asalariados se contrataban por días, y se les pagaba al acabar el día. Un asalariado del sacerdote no era considerado parte de la familia, y no se le permitía comer de las cosas santas, en tanto que los esclavos eran considerados parte integrante de la familia (Lv. 19:13; 22:10; Dt. 15:18; 24:14; Jb. 14:6; Mal. 3:5). Los asalariados son contrastados en el NT con el pastor dueño de las ovejas (Mt. 20:1-8; Lc. 15:17, 19; Jn. 10:12, 13). El asalariado o jornalero es el que se ajusta, mediante contrato, para realizar un trabajo, fijo o eventual. En la Biblia este trabajo es de agricultura (siembra, recolección, vendimia) o de ganadería (pastoreo) (cf. Mt 20,1-16). El jornalero tiene derecho a un salario justo (Mt 10,10; Lc 10,7; Jn 4,36). El contrato de trabajo debe ser también justo (Mt 20,2; Lc 3,14). No pagar o diferir el pago del jornal es una grave injusticia (Lev 19,13; Dt 24,14): jornada realizada, jornada pagada (Mt 20,8). Lo es también explotar al obrero con salarios de hambre (Sant 5,4). En el orden religioso esta terminología adquiere significados profundos: el simple asalariado sólo está pendiente del jornal, sin adquirir serios compromisos de entrega (Jn 10,12ss); el hombre fiel y entregado, el que se fía de Dios, lo recibe todo de El no como una deuda, sino como un don (Mt 20,14ss); Dios mismo se ofrece como salario, como recompensa al buen trabajador (Mt 5,12; 6, 4-18). ... La Ley estipulaba que el trabajador asalariado no debería participar de la Pascua, de lo que se desprende que en Israel muchos de estos trabajadores eran incircuncisos; sin embargo, a los esclavos circuncisos sí les estaba permitido, pues se les consideraba miembros de una de las familias israelitas. Algo parecido ocurría con los trabajadores asalariados de un sacerdote, a quienes se les prohibía comer de las cosas santificadas, mientras que esta prohibición no se aplicaba a los esclavos circuncisos, ya que a estos se les consideraba miembros de la casa del sacerdote. (Ex 12:43-45; Le 22:10, 11.) Al israelita que por haber sufrido serios reveses económicos se vendiese como esclavo al servicio de un coterráneo, un residente forastero, un poblador o un familiar de un residente forastero, no se le podía tratar con tiranía, sino con la consideración que se otorgaba a los asalariados. Si después no le era posible beneficiarse del derecho de recompra, debía ser puesto en libertad en el séptimo año de su servidumbre o en el año del Jubileo, según lo que llegase primero. (Ex 21:2; Le 25:39, 40, 47-49, 53; Dt 15:12.) A veces los patronos abusaban de sus asalariados. A este respecto, Jehová advirtió a través del profeta Malaquías que intervendría como testigo veloz contra los que actuaban fraudulentamente con el salario del trabajador asalariado. (Mal 3:5; véanse además Snt 5:4) Por lo general, el asalariado estaba ansioso por terminar su jornada laboral y recibir su paga. (Job 7:1, 2.) En ocasiones los asalariados no tomaban en serio los intereses de su patrono, situación que se infiere del comentario de Jesús respecto al asalariado que huye cuando se ve ante el peligro, a diferencia del Pastor Excelente, que entrega su alma a favor de las ovejas. (Jn 10:11-15; véase además Jer 46:21.)
Reina Valera 1960 Se ha señalado que la expresión "en casa de mi padre" es una adición, puesto que en la Vulgata inicial sería "de mi padre" (... instead of the Jeromian form quanti mercennarii patris mei abundant panibus, we find the variant quanti mercennarii in domo patris mei abundant panibus...) H. Glunz, History of the Vulgate in England..., Cambridge, 1933. La palabra "mercennarii" no designa a los "mercenarios" sino a los trabajadores manuales asalariados. "Por regla general, los trabajadores intelectuales recibían unos honoraria (honorarios) por el trabajo realizado, mientras que los trabajadores manuales percibían una merces (renta, que aquí sería el equivalente de un salarium o salario), en función de la forma contractual con la que se hubiese formalizado el acuerdo de trabajo. Por el hecho de recibir una merces en las fuentes los trabajadores aparecen denominados mercennarii (trabajadores manuales, no especializados, asalariados, de donde procede el vocablo “mercenario”)." (Santiago Castán Pérez-Gómez, La vida laboral en Roma..., The Conversation-National Geographic, 15 de octubre de 2021).
Texto en padreeduardosanzdemiguel. Las traducciones habituales de este pasaje (capítulo 8, versículos 11 y 12) utilizan otros términos: "Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, La cual entregó á guardas, Cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto. Mi viña, que es mía, está delante de mí: Las mil serán tuyas, oh Salomón, Y doscientas, de los que guardan su fruto." (Reina Valera).
José Antonio López Calle, La filosofía social del Quijote (IV): el estamento popular, en El Catobeplas nº 188, verano de 2019. Andrés aparece, sin ser nombrado, en el capítulo 4 de la Primera Parte CVC y luego, con ese nombre, en el 31 de la Primera Parte CVC. El de la madrugada en El Toboso, capítulo 9 de la Segunda Parte dice así: "—Señor —respondió el mozo—, yo soy forastero y ha pocos días que estoy en este pueblo sirviendo a un labrador rico en la labranza del campo." CVC.
LUJÁN
En forma de segador,
a Peribáñez, señor
-tanto el apariencia engaña-
pedí jornal en su trigo,
y, desconocido, estoy
en su casa desde hoy.
COMENDADOR
¡Quién fuera, Luján, contigo!
LUJÁN
Mañana, al salir la aurora,
hemos de ir los segadores
al campo; mas tus amores
tienen gran remedio agora
que Peribáñez es ido
a Toledo, y te ha dejado
esta noche a mi cuidado;
porque, en estando dormido
el escuadrón de la siega
alrededor del portal,
en sintiendo que al umbral
tu seña o tu planta llega,
abra la puerta, y te adiestre
por donde vayas a ver
esta invencible mujer.
...
CASILDA
No hay en casa que temer,
que duermen en el portal
los segadores.
...
LLORENTE
A quien ha de madrugar
dormir luego le conviene.
MENDO
Digo que muy justo es.
Los ranchos pueden hacerse.
CASILDA
Ya vienen a recogerse
los segadores, Inés.
INÉS
Pues vamos, y a Sancho avisa
el cuidado de la puerta.
LLORENTE
Muesama acude a la puerta.
Andará dándonos prisa
por no estar aquí su dueño.
BARTOLO
Al alba he de haber segado
todo el repecho del prado.
CHAPARRO
Si diere licencia el sueño...
Buenas noches os dé Dios,
Mendo y Llorente.
MENDO
El sosiego
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no será mucho, si luego
habemos de andar los dos
con las hoces a destajo
aquí manada, aquí corte.
CHAPARRO
Pardiez, Mendo, cuando importe, 385
bien luce el justo trabajo.
Sentaos, y, antes de dormir,
o cantemos o contemos
algo de nuevo, y podremos
en esto nos divertir.
BARTOLO
¿Tan dormido estáis, Llorente?
LLORENTE
Pardiez, Bartol, que quisiera
que en un año amaneciera
cuatro veces solamente.
HELIPE
¿Hay para todos lugar?
MENDO
¡Oh Helipe! Bien venido.
LUJÁN
Y yo, si lugar os pido,
¿podréle por dicha hallar?
CHAPARRO
No faltará para vos.
Aconchaos junto a la puerta.
BARTOLO
Cantar algo se concierta.
CHAPARRO
Y aun contar algo, por Dios.
LUJÁN
Quien supiere un lindo cuento,
póngale luego en el corro.
CHAPARRO
De mi capote me ahorro 405
y para escuchar me asiento.
LUJÁN
Va primero de canción,
y luego diré una historia
que me viene a la memoria.
MENDO
Cantad.
LLORENTE
Ya comienzo el son.
(Canten con las guitarras.)
...
LUJÁN
Ya comienzan a dormir.
Seguro por ellos pasa,
que un carro puede pasar
sin que puedan despertar.
Google books: "... desabrido con sus iguales, atrevido con los que mira como inferiores, envidioso de los que gozan más que él, tosco y grosero con todos.... El jornalero de Madrid gasta frac o levita como el elegante; pero un gran número de individuos de la clase no han podido renunciar a su distintivo peculiar, la vara.... El jornalero de Madrid concurre al teatro... Gusta más de los toros.... en España hasta ahora los jornaleros trabajaban menos que los jornaleros de otros países, comían mejor, y aunque vestían con más desaliño, se portaban con más honradez... Hoy su suerte ha variado mucho: hoy no tienen que trabajar... con esto está dicho todo."
Y apenas el horizonte
empezaba a coloriar,
los pájaros a cantar,
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.
Éste se ata las espuelas
se sale el otro cantando,
uno busca un pellón blando,
éste un lazo, otro un rebenque,
y los pingos relinchando
los llaman desde el palenque.
El que era pión domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
bufidos que se las pela...
Y más malo que su agüela
se hacía astillas el bagual.
...
Yo he visto en esa milonga
muchos Gefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia.
...
Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron-
la hacienda se la vendieron
en pago de arrendamientos,
y qué sé yo cuántos cuentos,
pero todo lo fundieron.
Los pobrecitos muchachos
entre tantas afliciones,
se conchavaron de piones.
¡Mas qué iban a trabajar
si eran como los pichones
sin acabar de emplumar!
Por hay andarán sufriendo
de nuestra suerte el rigor:
me han contado que el mayor
nunca dejaba a su hermano-
puede ser que algún cristiano
los recoja por favor.
Texto en Cervantes Virtual. Lo mismo ocurre con la exitosa novela melodramática y anticlerical de Wenceslao Ayguals de IzcoMaría o la hija de un jornalero (1845-1856), donde el "jornalero" padre de María es un obrero en paro.
El hambre es tal que sale al paso en los caminos, entra en las tahonas a coger el pan, convierte en gritos de motín los ayes de sus dolores. [En Córdoba] La miseria se exhibe por las calles, [...] multitud apiñada, haciendo cola, hombres tristes y como soñolientos [...], se ve al pobre demandando trabajo, como pobre a la puerta del convento, ante los umbrales de la casa del municipio. [...] Desde que se entra [en Jerez], se ve aquí, como en Córdoba, la miseria por las calles; pero aquí en estado de mendicidad [...]. Al mediodía, por las calles céntricas [...], salen al paso muchos, pero muchos braceros sin trabajo, que piden, ya sin miedo, una limosna.
Fueron a las afueras del pueblo, donde ya no había casas, y la gente vivía en unas cuevas abiertas en la roca. Se entraba en ellas por un agujero rectangular que tenía alrededor una cenefa encalada. ... Entraron bajando la cabeza y pisando con cuidado. Había dentro dos cuartos con el suelo de losas de piedra mal ajustadas. Estaba ya oscureciendo, en el cuarto primero no había luz. En el segundo se veía sólo una lamparilla de aceite. Una anciana, vestida de harapos, los recibió con un cabo de vela encendido. El techo de roca era muy bajo, y aunque se podía estar de pie, el sacerdote bajaba la cabeza por precaución. No había otra ventilación que la de la puerta exterior. La anciana tenía los ojos secos y una expresión de fatiga y de espanto frío. En un rincón había un camastro de tablas y en él estaba el enfermo. El cura no dijo nada, la mujer tampoco. Sólo se oía un ronquido regular, bronco, persistente, que salía del pecho del enfermo. ... La silueta del enfermo –que tenía el pecho muy levantado y la cabeza muy baja– se proyectaba en el muro, y el más pequeño movimiento del cirio hacía moverse la sombra. Descubrió el sacerdote los pies del enfermo. Eran grandes, secos, resquebrajados. Pies de labrador.
...
- A mi no me importa estar sin guardia civil.
- No seas badulaque.
- Digo la verdad, Mosén Millán.
- ¿Pero tú crees que sin guardia civil se podría sujetar a la gente? Hay mucha maldad en el mundo.
- No lo creo.
- ¿Y la gente de las cuevas?
- En lugar de traer guardia civil, se podían quitar las cuevas, Mosén Millán.
Marta Poza Yagüe, Las labores de los meses en el Románico Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. I, nº 1, 2009, pp. 31-42. e-ISSN: 2254-853X n:
"Como motivo iconográfico, gestado en época carolingia pero realmente desarrollado durante el románico, cada mes se asocia con la representación de una labor campesina, realizada, normalmente, por un único personaje, figurado de perfil y en actitud dinámica, con el fin de subrayar los aspectos narrativos del episodio a pesar de la ausencia de composiciones amplias o de escenas integradas por múltiples figuras. ... el texto que parece que jugó un papel primordial fue el denominado Cronógrafo del 354, atribuido al calígrafo pontificio Furio Dionisio Filócalo. Obras conservadas y transmitidas a partir de múltiples copias en los monasterios altomedievales, fueron el punto de partida de los carmina mensium compuestos en época carolingia y otónida, cuyas descripciones detalladas de las actividades campesinas de cada uno de los meses se encuentran detrás de las primeras representaciones figurativas del tema (como la conservada en un Aratea de Viena, de mediados del s. IX [Aratea carolingia (830). Viena, Österreichische Nationalbibliothek, 387, fol. 90v: figuración de los meses del año]... la Península Ibérica parece que jugó un papel protagonista en la monumentalización del tema y en su difusión, posiblemente, a través de las vías de peregrinación. Allí, en la primera década del siglo XII, ven la luz las lastras pétreas de la Porta Francigena compostelana (ca. 1105) y los frescos del Panteón Real de San Isidoro y de la pequeña ermita de San Pelayo de Perazancas (ambas de hacia 1100). No mucho más tarde, con una cronología próxima a 1115, figura en las jambas de la Porta della Pescheria del Duomo de Módena, en Italia; y, antes de concluir el primer cuarto de la centuria se labraron en los medallones de sendas arquivoltas para los ingresos principales de San Lázaro de Autun y la Magdalena de Vézelay, en Borgoña. En todos estos territorios, a partir de mediados de siglo (Ripoll, Brinay, Aulnay-de-Saintonge, San Zeno de Verona…) y durante toda la segunda mitad, la iconografía de las labores de los meses alcanzará la decoración, no sólo de las grandes fábricas, sino también de las pequeñas iglesias del ámbito rural (Beleña de Sorbe, Campisábalos, Hormaza, San Claudio de Olivares, El Frago, claustros de Santa Sofía de Benevento y de la catedral de Monreale…). Es también ahora el momento en el que, en el entorno artístico de l’Île de France, son adoptados como motivo por el nuevo estilo gótico (fachada de la abacial de Saint-Denis y Portada Real de Chartres); hecho que
sucederá en Italia a comienzos del XIII de la mano del taller de Benedetto Antelami (Baptisterio de Parma, prótiro de la catedral de Cremona y la denominada Puerta de los Meses de San Giorgio de Ferrara). En otros lugares, como Alemania o Inglaterra, más alejados de los grandes centros creadores de la tipología y con un arte dependiente en gran medida del mundo de la ilustración libraria, su presencia será más minoritaria y su aparición se retrasará, casi sin excepción, a la segunda mitad de la duodécima centuria."
POZA YAGÜE (2009): "Calendario", Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid.