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acción de fabricar o manipular hallazgos arqueológicos, para obtener un beneficio económico De Wikipedia, la enciclopedia libre
Un fraude arqueológico es la acción de fabricar o manipular hallazgos arqueológicos, para obtener un beneficio económico generalmente. Estos objetos suelen ser vendidos a coleccionistas y, en ocasiones, llegan a formar parte de la colección de algún museo o a cuestionar los conocimientos de la propia arqueología.
Los fraudes arqueológicos a menudo están acompañados de noticias de excavaciones arqueológicas. A lo largo de la historia, de famosas excavaciones como las realizadas en Creta, el Valle de los Reyes en Egipto y Pompeya han desencadenado la aparición de un gran número de fraudes arqueológicos. Estas piezas suelen ser presentadas en el mercado pero algunas incluso pasan a formar parte de las colecciones privadas de los museos y son estudiadas seriamente por historiadores.
A principios de la década de 1930 el volumen de falsificaciones era tan considerable que el experto francés André Vayson de Pradenne escribió una monografía sobre el asunto, Les fraudes en archéologie préhistorique (1932). En las últimas décadas, se tiene constancia de que la cerámica precolombina de América del Sur ha sido falsificada con relativa frecuencia. Otros ejemplos populares son la alfarería del Antiguo Egipto y el «oro» de la Antigua Grecia. También ha habido falsificaciones paleontológicas como el Archeoraptor.
Al igual que en la falsificación de obras, el objetivo de los fraudes arqueológicos suele ser lucro económico. El valor monetario de un objeto que supuestamente tiene miles de años de antigüedad es superior a otro similar que es vendido como un mero souvenir.
Sin embargo, algunos falsificadores arqueológicos o paleontológicos actúan movidos por otros intereses, siendo los más comunes la invención de pruebas para defender su punto de vista, apoyar una teoría con la que tengan afinidad o ganar fama y prestigio por su singular hallazgo. En otros casos, los expertos apuntan a sabotajes en los que el falsificador pretende dejar en ridículo al defensor del hallazgo. Para muchos autores esto es lo que ocurrió con el hombre de Piltdown.
Los investigadores que pretenden demostrar que se trata de un fraude arqueológico utilizan las herramientas propias de la arqueología. La datación real del objeto realizada por expertos suele ser la prueba más sólida, para ello recurren a la prueba del carbono 14 o al análisis por activación neutrónica.
Algunos historiadores y arqueólogos han criticado con dureza la venta de antigüedades para obtener beneficios o mejorar las colecciones privadas sin tener en cuenta la veracidad científica de dichos objetos. Algunas de ellos pasan a formar parte de colecciones de museos, a pesar de ser de dudosa calidad o de origen incierto. Los saqueadores suelen robar en lugares arqueológicamente importantes y vender lo robado en el mercado de antigüedades, ignorando la datación de las piezas y el lugar de extracción. Algunos anticuarios embellecen un objeto real para hacerlo más atractivo para el comprador, incluso venden artículos que pertenecieron a culturas que en realidad no existieron.
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