Filiación divina
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Según la Iglesia católica, la filiación divina consiste en la relación del hombre con Dios, en cuanto que de Él procede como primer principio y a Él se asemeja. Se trata de una característica frecuente en diversas religiones, como es el invocar a Dios como Padre. Para el Magisterio católico, esta vinculación se adquiere al recibir la gracia santificante.
Es un concepto de carácter religioso. En el caso del Mesias está relacionado con la unión afectiva con Dios y la perfección moral.[1]
Fuentes bíblicas y patrísticas
Resumir
Contexto
Según la doctrina de la Iglesia católica, la consideración de Dios como Padre presenta matices distintos en el Antiguo Testamento respecto del Nuevo. Así, se predica de Dios como creador y referido a la adopción del pueblo o del rey en diversos textos del Antiguo: Deuteronomio 32,6; Salmos 2, 7; 1 Crónicas 17,13 y muchos otros. Las alusiones tienen un sentido escatológico en muchos casos.[2]
En el Nuevo Testamento, Cristo se refiere a Dios como Padre suyo, y exhorta a sus discípulos a invocarlo también con ese nombre.[3] (Mateo 6,9. 14-15, 7,7-11; 18,19-20). También aparece la diferencia entre la relación filial de los discípulos con Dios (Mateo 5,16; 6, 1.4.6.18; 18, 14; 23,9) y la de Jesús con el Padre (Mateo 15,13; 16, 17; 18,10.19.35; 34; 26,53)[4] San Juan remarca que la relación paterno-filial de Dios con los hombres tiene lugar gracias a la participación en la vida divina de Jesucristo (1 Juan 2, 29; 4,7; 5,1)[5]
La filiación adoptiva que expresa la dignidad del cristiano se desarrolla en varias de las cartas de San Pablo (Romanos 8,1 y ss.; Gálatas 3, 26-27; 4, 4-7; Efesios 1, 4-5) En ellas destaca la idea de se recibe una filiación adoptiva, verdadera semejanza de la filiación natural, si bien no definitiva mientras no se alcance la gloria.[6]
Algunos Padres de la Iglesia consideran esta confianza del hombre en Dios como una adopción filial realizada por la unión con el Verbo o segunda persona de la Santísima Trinidad.[7] Tal idea es subrayada por varios de origen griego, como Ignacio de Antioquía, donde se encuentra ya implícita. De forma forma explícita aparece en Ireneo de Lyon, así como en Atanasio de Alejandría y Cirilo de Alejandría.[8]
Por su parte Agustín de Hipona enseña que Dios ha justificado a los hombres deificándolos y haciéndolos hijos suyos. Así lo destaca en varias de sus obras.[9][10]
Contexto teológico
Resumir
Contexto
Según la doctrina católica, al recibir el sacramento del Bautismo el cristiano queda transformado en hijo adoptivo de Dios. Esta realidad ha de crecer a lo largo de la vida con las buenas obras. El sentido de la filiación divina fundamenta el crecimiento de todas las virtudes en el ser humano. Se trata de algo personal, adquirido por la persona en su relación con Cristo, que caracteriza a la naturaleza del hombre elevado por la gracia.[11]
A Tomás de Aquino se debe la explicación de la filiación adoptiva como una participación de la Filiación subsistente en la Trinidad.[12] Sintetizó los aspectos filosóficos y teológicos de la cuestión en la sentencia: “la filiación adoptiva es una semejanza participada de la filiación natural del Verbo”[13] Las nociones de participación y semejanza son la base sobre la que este autor edifica la expresión teológica de la filiación de los hombres en Dios.
Algunos especialistas como S. Lyonnet han subrayado que, cuando San Pablo emplea el término filiación adoptiva, no toma dicho término según su sentido jurídico de la legislación grecorromana, o al menos no exclusivamente, sino del Antiguo Testamento, donde Yaveh adopta como hijo al pueblo de Israel.[14][15]
Autores relevantes en esta materia en la primera mitad del siglo XX fueron Emile Mersch[16] y Stanislas Dockx.[17] Ya en la segunda mitad del siglo XX, Fernando Ocáriz[18] ha destacado la noción de participación sobrenatural a partir de Tomás de Aquino y el pensamiento, entre otros, de Cornelio Fabro. En sus estudios se subraya que la deificación por la gracia y la elevación a la condición de hijo adoptivo de Dios son aspectos de una misma realidad participada, pero con diferente término: en un caso el término es la naturaleza humana, y en el otro, la persona.[19]
La filiación divina en la vida espiritual
Resumir
Contexto
El sentido de la filiación divina tendría carácter de fundamento de la vida cristiana, tal como han destacado diversos maestros de la espiritualidad. Así para San Josemaría
Otros autores han destacado que la identidad más profunda del ser humano consiste en ser hijo de Dios, y querido no por lo que hace, sino por lo que es, con un destino más allá de la vida terrena.[21]
El ser hijos adoptivo de Dios supone una ayuda para seguir el ejemplo del Maestro según el Catecismo de la Iglesia católica, pues la vida moral, ayudada por la gracia, termina en la eternidad.[22]
Para el filósofo Leonardo Polo, el sentido de la filiación divina no es un mero conocimiento de una determinada doctrina teológica. Se encuentra en la inteligencia, así como en la voluntad y en las facultades sensibles. Implica obrar de la manera propia de quien se sabe hijo de Dios en las diversas circunstancias de la vida. En consecuencia, informará todas las virtudes. De ahí que se pueda hablar del “sentido” de la filiación: no como algo externo, sino que configura a la persona desde dentro.[23]
Benedicto XVI ha destacado que se trata de una invitación a transformar este don objetivo en una realidad subjetiva, decisiva para nuestro pensar, para nuestro actuar, para nuestro ser.[24]
Véase también
Referencias
Bibliografía
Wikiwand - on
Seamless Wikipedia browsing. On steroids.