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Un enteógeno[2] (neologismo propuesto en 1979, derivado del griego éntheos, "[que tiene un] dios adentro") es una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, ritualísticos y chamánicos, además de usos recreativos o médicos.[3]
El término está formado por las palabras griegas éntheos (ἔνθεος), que significa "(que tiene a un) dios dentro", "inspirado por los dioses", y génos (γένος), que quiere decir "origen, tiempo de nacimiento". El sustantivo "genos" pertenece al campo semántico del verbo gígnomai (γίγνομαι), que significa "llegar a ser", "volverse". Por tanto, el significado etimológico de enteógeno alude a la posibilidad de llegar a ser inspirado por un dios, así como al "nacimiento" que esto supone. El adjetivo correspondiente usado en español es tanto enteogénico como enteógeno.[3]
La palabra enteógeno es un neologismo propuesto en un artículo publicado en la Journal of Psychedelic Drugs, vol. II, núms. 1 y 2, enero-junio de 1979, y sus autores son el helenista Carl A. P. Ruck, J. Bigwood, D. Staples, el micólogo R. G. Wasson y el botánico Jonathan Ott. Este artículo fue recogido posteriormente en el libro El camino a Eleusis.[3]
Según la antropología física y la psicología, el enteógeno tiene efectos psicoactivos, generalmente alucinógenos.
A pesar de que en la cultura occidental contemporánea los enteógenos han sido llamados "drogas", el psicólogo cognitivo y filósofo de psicología Benny Shanon, especializado en la fenomenología de la conciencia humana, afirma que el uso de sustancias enteógenas ha sido considerado sagrado en muchas tradiciones, e incluso ocupaba un papel central en muchas religiones.[4]
Philippe de Félice va aún más allá y, en su libro Poisons sacrés, ivresses divines (1970 [1936]), plantea la hipótesis de que el uso de sustancias enteógenas está profundamente arraigado en la cultura humana. Presentando la búsqueda de transcendencia como el instinto humano más básico, propone que el uso de sustancias enteógenas o psicotrópicas es quizá la raíz de todas las religiones.[4]
Shanon pone como ejemplo varias escenas del Antiguo Testamento, donde se relata cómo Moisés se encuentra con una zarza ardiente de la cual sale la voz de Dios. Ésta le ordena liderar a los antiguos israelitas y guiarlos hasta Canaan.[5] Analizando este y otros episodios de la vida de Moisés, Shanon afirma que contienen comportamientos y patrones característicos de experiencias psicodélicas. Varios investigadores han propuesto, además, que dicha zarza era en realidad una acacia; concretamente, una Acacia tortilis, que contiene dimetiltriptamina (DMT). La acacia era considerada sagrada por los antiguos egipcios, y era usada como medicina tanto por egipcios como judíos. Moisés provenía de Egipto.[4]
El lingüista John Marco Allegro también analizó textos religiosos y, después de 14 años, llegó a la conclusión de que el cristianismo es una religión basada en el culto de la fertilidad, cuyo rito más importante es la ingestión de la Amanita muscaria (un hongo enteógeno) para entrar en comunión con Dios. Según su teoría, la simbología cristiana era una forma de encriptar los relatos con paralelismos y metáforas, ya que en esa época los enteógenos estaban prohibidos y su uso penado severamente por los romanos.[5]
La creación del neologismo obedece a la intención de los autores de desligar las plantas objeto de estudio de las connotaciones de los términos alucinógeno (considerado impreciso, peyorativo y completamente desconocedor de la cualidad de la experiencia con enteógenos y de su significación antropológica[cita requerida]) y psicodélico (demasiado ligado a la contracultura de la década de 1960).[6] El sentido y la justificación del empleo del neologismo enteógeno es el contexto antropológico y tradicional de uso vinculado objetiva e históricamente con estas sustancias y preparados. De ahí la pretensión de definir y delimitar con precisión, con este nuevo término, el objeto de estudio.[7][3]
El término enteógeno se ha instalado en las teorías animistas de la religión, que pretenden dar cuenta con esta interpretación del origen de las religiones en el Paleolítico, ya que acoge a la perfección la relevancia antropológica de tales usos tradicionales. Paralelamente a lo dicho, el extensivo uso que la cultura "new age" hace del término enteógeno, completamente desligado de los usos tradicionales apuntados, añade un creciente margen de ambigüedad, al cargarlo crecientemente con la ideología "new age".[8]
El estado facilitado por los enteógenos se caracteriza por modificaciones en la percepción sensible y en la interpretación y asimilación interior de dichas percepciones sensibles, en estados de ánimo cambiantes y en fluctuaciones en la evaluación de la propia identidad y del afuera. Así, las modulaciones sensitivas se traducirán en cambios cualitativos en el orden perceptivo o en la visión y comprensión de hechos y situaciones pasadas o presentes. Lo dicho pone de manifiesto la pobreza de la noción de alucinación aplicada a estos estados ya que, en buena medida, la experiencia enteogénica, antes que a alucinaciones en un sentido grueso, aludirá a una asimilación anímica diferente y no ordinaria del orden sensorial. A menudo dicha experiencia se interpretará como acceso a niveles de conciencia y percepción generalmente velados, al despertar de la conciencia divina que supuestamente yace en el interior de los seres humanos o al vuelo o viaje del alma por sus diversos estados y posibilidades. La significación sapiencial que muchas culturas tradicionales, y también pensadores contemporáneos, han conferido a estas experiencias quedará justificada en esa visión modificada de la realidad en la que vendrían a desvelarse perspectivas latentes de la misma y ángulos no advertidos o desatendidos por la conciencia ordinaria. Algo análogo cabrá decir de la riqueza psicológica e introspectiva de una experiencia que liberaría áreas de la vida anímica de muy difícil acceso para la conciencia ordinaria. La propia noción de enteógeno acogería pues una visión de lo real de múltiples posibilidades y completamente dependiente de los estados anímicos del perceptor de dicha realidad.[3]
Al día de hoy los usos de muchas sustancias enteogénicas se encuentran afectados por la legislación penal y los tratados internacionales sobre psicotrópicos. Con todo, sobre la base del reconocimiento de los derechos tradicionales y culturales de diversos grupos étnicos nativos y del reconocimiento de la libertad religiosa como excepción a la aplicación de la legislación penal, en ciertos casos, el reconocimiento legal y jurídico de usos rituales, sacramentales y religiosos de enteógenos es un hecho en países como Brasil, Perú, Ecuador o los Estados Unidos. Simultáneamente a lo dicho, el interés creciente por estas sustancias y preparados desde un punto de vista científico, farmacológico y terapéutico ha abierto el debate sobre sus posibles usos en terapia y sobre una toxicidad, en muchos casos, limitada.
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