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especialidad y disciplina auxiliar de la historia De Wikipedia, la enciclopedia libre
La diplomática es una ciencia auxiliar de la Historia que tiene por objetivo el análisis y estudio crítico de los documentos, cartas, actas o diplomas, especialmente históricos para realizar «la descripción y explicación de los tipos, formas tradición y elaboración de las actas escritas»,[1] cualquiera que sea su autor, teniendo en cuenta sus caracteres extrínsecos e intrínsecos, es decir, el soporte, la escritura, el lenguaje, el formulismo y los demás elementos integrantes para formar juicio de su autenticidad e interpretarlos de acuerdo con una convención establecida, en una época y contexto cultural específicos. Al especialista en la materia se le conoce como diplomatista.
El nombre se tomó del primer libro en la materia, De re Diplomatica, de Jean Mabillon, publicado en París en 1681. Fue un estudioso benedictino quien aplicó este término en su manual para la utilización de documentos oficiales como pruebas, siendo un recurso novedoso para la época y dando origen a esta disciplina como ciencia. En la actualidad, la diplomática es una ciencia auxiliar de la historia.[2]
Para la Comisión Internacional de Diplomática la diplomática es "la ciencia que estudia la tradición, la forma y la emisión de los documentos escritos. Su objeto es hacer la crítica, evaluar su autenticidad, apreciar la calidad del texto, extraer de las fórmulas todos los elementos del contenido susceptibles de ser utilizados por el historiador, datarlos y finalmente editarlos".[3][4]
El Webster Dictionary (1828) define la diplomática como la "ciencia de los diplomas, o de los escritos antiguos, documentos literarios y públicos, cartas, decretos, estatutos, codicilos, etc., que tiene por objeto descifrar escritos antiguos, averiguar su autenticidad, su fecha, firmas, etc."[5]
Para el diplomatista francés Arthur Giry, en su ampliamente editado y divulgado Manuel de diplomatique de 1894, la diplomática se presenta como una ciencia auxiliar dentro del conjunto de ciencias históricas que «tiene por objeto la aplicación de la crítica en una categoría importante de las fuentes de la historia: diplomas, cartas, actas y contratos de toda especie, piezas judiciales, rollos, cartularios, registros, etc. Estos documentos constituyen lo que se llaman las Fuentes diplomáticas de la historia.»[6]
Giorgio Cencetti (1908-1970) definió la disciplina como "el estudio del Wesen [ser] y del Werden [devenir] de la documentación, el análisis de la génesis, constitución interna y transmisión de los documentos, y de su relación con los hechos representados en ellos y con sus creadores".[7]
De forma más pragmática, Peter Beal define la diplomática como "la ciencia o el estudio de documentos y registros, incluyendo sus formas, lenguaje, escritura y significado. Implica el conocimiento de cuestiones tales como la redacción y los procedimientos establecidos de determinados tipos de documentos, el descifrado de la escritura y el análisis y la autenticación de documentos".[8]
Theo Kölzer define la diplomática como "la enseñanza y el estudio de los diplomas".[9] Trata los términos "carta", "diploma" y "documento" como sinónimos en sentido amplio, y se refiere a la definición de "documentos" del erudito alemán Harry Bresslau como "declaraciones escritas registradas de acuerdo con ciertas formas que se alternan según la diferencia de persona, lugar, tiempo y asunto, y que están destinadas a servir como testimonio de procedimientos de naturaleza legal".[10]
En sentido estricto, y tal como la entienden habitualmente los estudiosos actuales, la diplomática se ocupa esencialmente del análisis y la interpretación de los elementos lingüísticos y textuales de un documento. Sin embargo, está estrechamente asociada a varias disciplinas paralelas, como la paleografía, la sigilografía, la codicología y los estudios de procedencia, todas ellas relacionadas con las características físicas y la historia de un documento, y que a menudo se llevan a cabo conjuntamente con un análisis diplomático. Por lo tanto, el término diplomática se utiliza a veces en un sentido ligeramente más amplio, para abarcar algunas de estas otras áreas (como ocurría en la obra original de Mabillon, y como queda implícito en las definiciones de Webster y Beal citadas anteriormente).
Christopher Brooke, un distinguido profesor de diplomática, se refirió a la reputación de la disciplina en 1970 como la de "una ciencia formidable y lúgubre... una especie de juego para unos pocos académicos, la mayoría de ellos medievalistas, inofensivo mientras no domine u oscurezca la investigación histórica; o, quizás, lo más común de todo, una ayuda para la comprensión de considerable utilidad para eruditos y estudiantes de investigación si tan sólo tuvieran tiempo libre de ocupaciones más serias".[11]
A pesar de la similitud verbal, esta disciplina poco tiene que ver con la diplomacia. Ambos términos se derivan, por desarrollo lingüístico diverso, de la palabra diploma, originalmente referida a una pieza doblada de escritura material, y por lo tanto tanto a los materiales que son el objeto de estudio en la diplomacia como a los documentos de acreditación que llevan los diplomáticos.
La palabra diplomática fue acuñada efectivamente por el monje benedictino Jean Mabillon, quien en 1681 publicó su tratado, De re diplomatica (del latín: aproximadamente, "El estudio de los diplomas"). De allí, la palabra entró en la lengua francesa como diplomatique, y luego en español como diplomática.
La diplomática tiene por objeto analizar y estudiar críticamente los documentos, es decir, no solamente evaluar su autenticidad o falsedad, sino también valorar otros aspectos a la vista de los caracteres intrínsecos y extrínsecos que ofrece. Esta crítica, hecha de forma completa, abarca tres funciones:
Los hombres de Estado fueron los primeros que dieron a conocer documentos de interés histórico, y fueron quienes lograron penetrar en los archivos nobiliarios y en los archivos religiosos. A partir del siglo XVII comienzan a darse a conocer documentos públicos y privados que pertenecieron a la Edad Media, útiles a la historia para suplir la ausencia de crónicas e historiadores de la época. Era imprescindible verificar la veracidad de los documentos reveladores. En los archivos nobiliares y monásticos había gran número de documentos falsos.[cita requerida]
Con anterioridad al siglo XVII, la diplomática no se consideraba como una verdadera ciencia, desde siempre las autoridades han dictado reglas para distinguir los documentos auténticos de los falsos.[cita requerida]
En 1672, el jesuita Daniel Papebroch publicó su obra, en la cual denunciaba la falsedad de muchos documentos de la época merovingia, principalmente los de la célebre abadía de Saint-Denis de París. En 1681, el P. Jean Mabillon refutó las afirmaciones de Papebroch en De re Diplomatica y sentaba los principios de la diplomática.[12] El propio Papebroch acabó por retractarse.[cita requerida]
Durante más de cincuenta años, la obra de Mabillon fue considerada como el referente más completo en la materia. Se mantuvo una guerra diplomática entre las congregaciones de los jesuitas y las benedictinas que finalizó con una obra titulada Nouveau traité de Diplomatique (1759), que se utilizó en toda Europa.
Una de las ramas propias es la diplomática pontificia, que estudia los documentos pontificios.
En la diplomática apostólica se distinguen cuatro períodos.
El estudio del proceso de elaboración de un diploma con cuyos detalles se profundiza en el contexto de elaboración y uso. Cada escribanía o entidad emanadora de documentos públicos (cancillería real, papal, episcopal o monástica, notarías, etc) refleja unas prácticas de elaboración distintivas, según los lugares y fechas. En este proceso se distiguen básicamente dos etapas:[13]
Abarca dos etapas fundamentales:
Como podemos ver, en este proceso intervienen fundamentalmente tres personas:
A la hora de elaborar el documento, el rogatario (denominado escriba hasta la institucionalización de la figura del notariado público en el siglo XII) se sirve de modelos para redactar el texto del diploma. Estos modelos pueden ser o bien fórmulas o bien documentos anteriores a los que podía acceder en el archivo de la institución en la que residiese (o a la que tuviese acceso). Las fórmulas son documentos de ejemplo (plantillas) destinados a servir como modelo a la hora de redactar el documento nuevo y que incluyen todos los formulismos y cláusulas necesarias para que éste pueda ser válido. Normalmente las fórmulas se reunían en un volumen que recibe el nombre de formulario, y del que debían disponer las cancillerías y notarías. Para el período medieval en la Península se conserva la colección de fórmulas conocidas como Fórmulas Visigóticas, con un total de 46 modelos de diferentes tipos de documentos. A partir del siglo XIII los formularios se hacen más frecuentes y se conservan más completos.
El estudio, la trazabilidad, en la transmisión del contenido del diploma desde su creación inicial, estudiando su grado de proximidad respecto al texto original (un diploma puede ser una copia completa o sencilla del original que ha podido ser alterado o falseado) y su evolución histórico-archivística.[14]
Debemos diferenciar los aspectos técnicos y metodológicos que nos llevan a determinar si el documento es verdadero (heurística) de la interpretación acerca de la veracidad de su contenido (hermenéutica). Es decir, un documento puede ser verdadero aunque no diga la verdad.
La forma de un acta es el módulo donde se plasma el contenido de esta acta, el conjunto de caracteres externos y caracteres internos que confieren al acta el aspecto que responde a su carácter diplomático y jurídico según las reglas o los hábitos de la cancillería que lo expide o de la escribanía que lo redacta.[15]
Los documentos tienen dos tipos de caracteres: extrínsecos e intrínsecos.
Son los elementos de la forma del documento que sólo pueden examinarse y estudiarse sobre el original o en su reproducción exacta. Estos son la naturaleza del soporte, instrumentos y elementos de escritura, el formato de presentación, elementos figurados y decorativos.[16]
Son elementos formales relacionados con la redacción del texto de los propios actos (con el estudio del vocabulario, el estilo, etc) o con la disposición y formulación del contenido documental.[20]
La redacción del documento, los caracteres, vocabulario, recursos a figuras retóricas, estilo (libre, solemne, personal, pomposo, subjetivo, objetivo, epistolar), grafías, el cursus medieval (estilo retórico con reglas estrictas en la construcción y composición de las frases) apreciable especialmente en bulas pontificias.[21]
El tenor documental está formado por el conjunto de elementos que constituyen el cuadro del acta escrita propiamente dicha y que se pueden ramificar en tres grupos:[22]
La escritura (número de referencia "Archives nationales de France" AE/II/84) está escrita en pergamino (696 x 320 mm) y su escritura en carolina tardía sobre diez líneas marca una división clásica en litterae elongatae (l.1, 9 y 10) y litterae communes (l.2-8), una tradición documentada desde al menos la Antigüedad Tardía.
IN NOMINE SANCTAE ET INDIVIDUȨ TRINITATIS, HUGO, GRATIA DEI REX. QUICQUID LOCIS DIVINO CULTU MANCIPATIS LARGIENDO CONFERIMUS, PROFUTURUM NOBIS AD AETERNAM BEATITUDINEM OPTINENDAM ET AD PRESENTEM VITAM FELICIUS transigendam omnino confidimus. Itaque noverit omnium sanctae Dei aecclesie fidelium nostrorumque presentium ac futurorum industria, quia pro absolutione peccatorum nostrorum, ad deprecationem venerabilis abbatis monasterii Fossatensis, nomine Maioli, et monachorum ejusdem congregationis, quod est dicatum in honore beatȩ virginis Mariae ac principis apostolorum Petri, considerantes eorum non modicas necessitates, propter hoc complacuit celsitudini nostrae, in quadam villa, in comitatu Parisiacensi sita, cui est vocabulum Mansiones, mansum indominicatum, cum pratis et terris arabilibus cultis et incultis, et farinariis, pascuis, aquis aquarumve decursibus, cum mancipiis utriusque sexus desuper commanentibus, sive cum omnibus apendiciis suis, videlicet aecclesias duas, quarum una est mater aecclesia sita in honore beati Remigii, et alia capella in honore sancti Germani, et omnem vicariam in ea potestate habendam, praedicto abbati vel fratribus traderae atque delegare. Unde etiam hoc altitudinis nostrae preceptum fieri, predictoque abbati vel congregationi dari jussimus, per quod memoratas res omnes, ad supradicti monasterii fratrumque subsidium juste legaliterque pertinentibus omniumque rerum summa integritate, tradimus ac delegamus ut secundum eorum dispositionem successorumque suorum administrationem per futura tempora ordinentur, eisque pro sua oportunitate utantur, nostrum memoriale conjugisque meae seu filii nostri Rotberti regis ac consortis regni nostri aeternaliter fundendo pro nobis preces inibi habeatur. Et ut hȩc auctoritatis nostrȩ largitio nostris futurisque temporibus diligentius conservetur, atque ab ipsis fratribus securius possideatur, manu propria subter eam firmavimus anulique nostri inpressione insigniri jussimus. RAGENALDUS CANCELLARIUS SCRIPSIT. SIGNUM HUGONI [monogramme] GLORIOSISSIMI REGIS. Anno II regnante Hugono rege [sceau]. Data mense XII kalendas julii, indictione II. Acta publice Parisica urbe.
Donación por parte de Hugo Capeto de una villa en Maisons-Alfort a la abadía de Saint-Maur-des-Fossés a cambio de plegarias de los monjes por él, su hijo Roberto y su esposa Adelaida de Aquitania.
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