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La ciencia y tecnología en Argentina constituye un conjunto de políticas, planes y programas llevados a cabo por el Estado, las universidades e institutos nacionales, las empresas, y otros organismos y asociaciones nacionales e internacionales orientadas hacia la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en Argentina, así como las infraestructuras e instalaciones científicas y tecnológicas. El país, según datos de 2021, invierte el 0,52% de su PBI en investigación y desarrollo, siendo el 59% de esta inversión realizada por el sector público.[2] Según el Índice mundial de innovación, a cargo de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, en 2024, Argentina se ubicó en lugar 76 en innovación entre 133 países del mundo y el lugar 8 entre los países de la región de Latinoamérica y el Caribe;[3] mientras que en 2023 ocupó el lugar 73 y el lugar 69 en 2022.[4][5]
La actividad científico-tecnológica pública es coordinada y planificada principalmente por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT), aunque se pueden encontrar entes y organismos de investigación en otros ministerios. El MinCyT traza sus lineamientos a través de planes estratégicos como Argentina Innovadora 2020. Una de sus principales políticas durante las primeras décadas del siglo XXI es el Programa Raíces que permitió repatriar a más de 1000 científicos,[6] revirtiendo la tendencia de fuga de cerebros que existía en la Argentina.[7] La actividad científica del país se concentra fundamentalmente en el CONICET y las universidad nacionales, mientras que la producción tecnológica tiene como eje a diversas instituciones estatales sectoriales como la CNEA, el INTA, el INTI y la CONAE, entre otros.
El principal organismo de investigación científica en la Argentina es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es una institución dependiente del MinCYT que abarca todas las áreas del conocimiento y es considerada una de las más prestigiosas en América.[8] El CONICET está organizado en institutos, que gozan de autonomía temática y científica y su personal supera las 20.000 personas entre investigadores, profesionales, técnicos y becarios doctorales y posdoctorales.[9]
Argentina desarrolló una sólida tradición de investigación en las áreas de biomedicina, física y ciencias agrarias. La investigación en biomedicina le dio tres Premios Nobel al país: Bernardo Houssay (1947, el primero en Latinoamérica), Luis Federico Leloir (1970) y César Milstein (1984). Si se incluyen los Premios Nobel de la Paz, Argentina llega a un total de cinco Premios Nobel,[10] siendo el país latinoamericano más galardonado. A ellos se podría sumar a la bióloga Sandra Myrna Díaz quien recibió el Premio Nobel de la Paz como miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en 2007.[11][12][13] En el campo de la física, Juan Martín Maldacena recibió el premio Yuri Milner de Física Fundamental en 2012.[14]
En temas como la informática, la nanotecnología y la biotecnología se desarrollan programas bien estructurados que tienden a concentrar esfuerzos y dar sentido a las capacidades que se desarrollan.[15] En biotecnología se destacan hitos como la producción de hormonas en vacas clonadas[16][17] y el desarrollo de nuevas variedades transgénicas de cereales y leguminosas tolerantes a agroquímicos o a estrés.[18][19] En informática se produjo un aumento sostenido en la cantidad de empresas de software tras la sanción de la Ley del Software y su sucesora la Ley de Economía del Conocimiento.
Argentina tiene importantes capacidades en tecnología nuclear y satelital, siendo pionero en América Latina.[20] Es el único país del continente americano ―junto con Estados Unidos― que produce y exporta satélites.[21] En materia nuclear produce el ciclo completo de la energía nuclear y provee de reactores nucleares a diversos países, diseñados y producidos en el país. En ambas áreas los principales actores son la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la empresa pública INVAP. El centro educativo más importante en la temática es el Instituto Balseiro, considerado como una de las instituciones científicas más prestigiosas del país y la región.[22][23]
Entre algunos de los más eminentes avances en materia de desarrollo armamentístico se cuenta el misil AS-25K, uno de los últimos desarrollos de CITEFA y que se presentará en versiones aire-mar y aire-superficie. También construye helicópteros, aviones y radares militares y civiles para el control del tráfico aéreo y lucha contra el narcotráfico.
La historia de la ciencia y la tecnología en Argentina describe la trayectoria de las políticas científicas y los descubrimientos y desarrollos que se realizaron en este país.
La Argentina cuenta con una larga tradición en la investigación científica que comienza con las universidades virreinales del siglo de oro español y los científicos jesuitas de los siglos XVI y XVII,[26] se continúa con los astrónomos y naturalistas del siglo XIX, como Florentino Ameghino. Y, con la aparición de las universidades nacionales, comienzan los primeros esfuerzos por sistematizar y formalizar el estudio científico, así surgen las universidades nacionales de Córdoba (fundada en 1613 y nacionalizada en 1854), Buenos Aires (1821), del Litoral (1889), La Plata (1897) y Tucumán (1914).
Las épocas de los gobiernos de Bernardino Rivadavia y de Domingo Faustino Sarmiento, o la de la Generación de 1880, o los años de 1956 a 1966 fueron los momentos de su mayor esplendor. Muchos científicos que contribuyeron a la ciencia en la Argentina alcanzaron renombre internacional, entre ellos tres Premios Nobel, y a su vez varios investigadores extranjeros de fama mundial se radicaron en el país a lo largo de su historia. Todos ellos fueron capaces de impulsar la creación en el país de instituciones conocidas mundialmente por sus logros.
Durante el período de posguerra se produce una transformación del sistema científico nacional. En gran medida por la creación del CONICET, organismo creado a imagen y semejanza del CNRS francés, que se encarga de financiar los recursos humanos necesarios para la investigación científica (becarios e investigadores). Durante este período también se crearon organismos específicos para la investigación en tecnología agropecuaria (INTA), industrial (INTI), nuclear (CNEA), de defensa (CITIDEF) y espacial (CNIE, actual CONAE). A nivel regional se destaca la creación de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires.[27] Argentina tiene una larga tradición de investigación biomédica, que le ha dado al país tres Premios Nobel: Bernardo Houssay (1947, el primero de Latinoamérica), Luis Federico Leloir (1970) y César Milstein (1984).
Este período de desarrollo del sistema científico termina abruptamente en 1966 con un episodio conocido como a Noche de los Bastones Largos que provoca una fuga de cerebros hacia países desarrollados. La persecución política e ideológica continuaría hasta el final de la última dictadura militar en 1983.
Los principales logros durante el siglo XXI han sido en la biotecnología, con el desarrollo de nuevas variedades transgénicas;[28][29] la tecnología nuclear, donde el país ha exportado reactores nucleares a diferentes países a través de la empresa estatal INVAP;[30][31][32] y la tecnología satelital donde se diseñaron y construyeron los satélites: SAC-D / Aquarius (2011),[33] Arsat-1 (2014),[34] SAOCOM 1-A (2018) y 1B (2020). También se desarrollan programas de promoción en áreas consideradas estratégicas por el estado nacional como la informática, la nanotecnología y la biotecnología.[35]La política científica nacional se encuentra plasmada en planes creados por el MinCyT en colaboración con actores de la comunidad científica. Estos planes sirven a modo de "hoja de ruta" para que el ministerio defina los objetivos a corto y mediano plazo del sistema de ciencia y tecnología nacional que luego quedan plasmados en planes operativos.
Este documento, publicado en 2005, propone cuatro metas estratégicas para el año 2015:[36]
Argentina Innovadora 2020 es un plan estratégico del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva donde se hace un análisis del sector científico nacional y se proponen lineamientos para los siguientes diez años. Lanzado en 2013, este plan propone una reorientación del sistema científico teniendo en cuenta los siguientes puntos:[37]
En 2018 comenzaron las reuniones de la Comisión Asesora para el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CAPLANCYT) para redactar el plan Argentina Innovadora 2030.[38] Los principales desafíos del plan son:[39]
El Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 fue aprobado por unanimidad en la Cámara de Diputados y adquirió carácter de ley en octubre de 2023. El instrumento, propuesto por el Ministerio de Ciencia, define, organiza y comunica el conjunto de políticas, estrategias e instrumentos para todos los actores y agentes públicos y privados que integran el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI). Fue elaborado en colaboración con provincias, regiones y organismos, en discusión con actores involucrados.[40][41]
La financiación para investigación, desarrollo e innovación en Argentina proviene de seis fuentes principales:
La evolución del presupuesto de ciencia y tecnología en Argentina ha estado marcada por variaciones significativas a lo largo de las últimas décadas, influenciada por el contexto político y económico del país. Durante el retorno a la democracia en 1983, el gobierno de Raúl Alfonsín se centró en la reconstrucción de las instituciones de ciencia y tecnología, gravemente afectadas durante la dictadura militar. En este período, el presupuesto dedicado a este sector mostró un ligero aumento, alcanzando el 0,41% del PBI en 1986, aunque posteriormente disminuyó nuevamente en 1987.[42]
A partir de 1989, con la implementación de políticas neoliberales bajo el gobierno de Carlos Menem, la economía argentina se desreguló, lo que afectó negativamente a la inversión en ciencia y tecnología. A pesar de algunos avances, como la creación de nuevas universidades, la inversión en investigación y desarrollo (I+D) se mantuvo estancada, representando alrededor del 0,42% del PBI en 1996 y cayendo a 0,39% en 2002.[42]
El período entre 2002 y 2015 estuvo caracterizado por políticas de reindustrialización y recuperación estatal impulsadas durante los gobiernos kirchneristas. En estos años, el presupuesto para I+D creció significativamente, alcanzando el 0,63% del PBI en 2015[43]. Este aumento fue posible gracias a una mayor inversión pública, la cual fue acompañada por un incremento en el personal dedicado a la investigación y el desarrollo de infraestructura.[42]
Con la llegada al poder de la alianza Cambiemos en 2015, el sector de ciencia y tecnología sufrió recortes presupuestarios, lo que afectó a organismos como el CONICET. Esta situación llevó a una crisis en el sector, reflejada en la paralización de muchos proyectos y una reducción significativa en los fondos destinados a investigación.[42]
Entre 2019 y 2023, bajo el gobierno de Alberto Fernández, el presupuesto para ciencia y tecnología experimentó una leve recuperación, aunque las limitaciones impuestas por la pandemia de COVID-19 y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional dificultaron un crecimiento sostenido.[42]En febrero de 2021, el Congreso sancionó la Ley 27.614 de Financiamiento del Sistema Nacional de CTI, que establece un incremento sostenido de la inversión pública hasta alcanzar el 1% del PBI en 2032.[44]
El ámbito principal donde se desarrolla la investigación científica en la Argentina es en el sistema público, que se compone de diferentes organismos e instituciones.
Una parte importante de la investigación científica que se realiza en Argentina proviene de las universidades e institutos de formación superior, en especial de las estatales. Las Universidad Nacionales se sostienen en los principios de la Revolución Universitaria de 1918, que establece autonomía y formación democrática en sus gobiernos, curricula y política de extensión.
Los docentes universitarios están obligados a realizar tareas de investigación (o de extensión) si su cargo tiene dedicación exclusiva, situación en la que se encuentra solo el 12 % de la planta.[45] A ellos se le suman investigadores y becarios de CONICET que trabajan en institutos de doble dependencia CONICET-Universidad.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) es el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación.
Instituido como organismo autárquico, los ejes de sus acciones radican en: el otorgamiento de becas para estudios doctorales y posdoctorales, las carreras del Investigador Científico y Tecnológico y del Personal de Apoyo a la Investigación, el financiamiento de proyectos y de Unidades Ejecutoras de investigación, y el establecimiento de vínculos con organismos internacionales gubernamentales y no gubernamentales.[46]
Las áreas de interés del Conicet incluyen gran parte de las disciplinas de la ciencia, desde las ciencias de la ingeniería, las exactas, las biológicas hasta las sociales y humanas. El personal se encuentra descentralizado, trabajando principalmente en institutos del Conicet y universidades públicas.[47]
En 1951 se había creado el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC)[48] que integraba a otros organismos estatales ya existentes y cuya conducción quedó a cargo del presidente Juan Domingo Perón.[49] El 5 de febrero de 1958, durante la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu se funda el Conicet con una estructura novedosa pues era un organismo descentralizado que se colocó bajo la dirección de Bernardo Houssay, el primer Premio Nobel de Medicina de América Latina.La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, también conocida como Agencia I+D+i o simplemente Agencia, es un organismo dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros de Argentina, dedicado a promover el financiamiento de proyectos científicos y tecnológicos.
La Agencia I+D+i, a través de sus tres fondos, promueve el financiamiento de proyectos tendientes a mejorar las condiciones sociales, económicas y culturales en la Argentina.
La Agencia I+D+i dispone de fondos del Tesoro Nacional, de Préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de préstamos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), del recupero del financiamiento reembolsable y provenientes de convenios de cooperación con organismos o instituciones nacionales e internacionales. Los recursos públicos son en parte otorgados a la Agencia para su administración como responsable de la aplicación de la Ley 23877 de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica; y de la Ley 25922 (de Promoción de la Industria del Software).Existen otros organismos especializados en determinadas temáticas:
En noviembre de 1995, la Unesco eligió a la Argentina como la sede sur para instalar el Observatorio Pierre Auger en Malargüe, provincia de Mendoza, el cual comenzó a funcionar en 2005. Se trata de un emprendimiento conjunto de más de 20 países en el que colaboran unos 250 científicos de más de 30 instituciones, con la finalidad de detectar partículas subatómicas que provienen del espacio exterior denominadas rayos cósmicos.
Se han construido hasta el momento cinco satélites de investigación científica, la mayoría en cooperación con otros países:
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