La ausencia de sujeción a la jurisdicción feudal era la clave: se decía que «el aire de la ciudad hace libre» (Stadtluft macht frei).[3] Algunos burgueses llegaron a ejercer el poder local en las ciudades a través de un patriciado urbano en el que se mezclaban con la nobleza, lo que en las ciudades-estado italianas (Venecia, Florencia, Génova, Pisa, Siena) implicaba en la práctica el ejercicio de un poder cuasi-soberano (algo menos evidente en las ciudades imperiales libres alemanas), mientras que en las monarquías autoritarias en formación (Francia, Inglaterra, reinos cristianos de la península ibérica) significaba la representación estamental del denominado Tercer Estado, pueblo llano o común. Destacadas familias de origen burgués se acabaron ennobleciendo (Borghese, Médici, Fúcares).
Impulsada por la transición del feudalismo al capitalismo, la burguesía prosperó y se desarrolló como una fuerza social cada vez más influyente durante el Antiguo Régimen; aunque la inadecuación entre su poder económico y su ausencia de poder político la llevó a protagonizar, en el tránsito entre la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, las denominadas revoluciones burguesas. No obstante, considerar el papel de la burguesía como una necesidad determinada históricamente, ha sido señalado como una simplificación mecanicista, poco ajustada a la realidad: de hecho, en distintas formaciones sociales históricas se produjeron fenómenos muy distintos, de forma notable la acomodación de la burguesía a las estructuras del Estado absolutista en lo que se ha denominado historiográficamente por Fernand Braudel como «traición de la burguesía» (trahison de la bourgeoisie).[4]
Los Españoles tienen por primer grado suyo el ser caballeros, y sustentarse de sus rentas dentro o fuera de las ciudades con aparato y adorno. ... Los Franceses huyen de las ciudades y residen en sus villas, gozando sus haciendas, y gastándolas en caballos y en armas, con desprecio de la mercancía, juzgando por plebeyos a los que habitan en las ciudades, a quienes llaman Burgueses. Los Ingleses siguen a los Franceses en vivir fuera de las ciudades; mas ocúpanse en corsos y ejercicios de mercancía por mar.
Desde el sigloXX, la connotación de los vocablos «burguesía» y «burgués» incluye un cierto componente peyorativo, especialmente cuando se utiliza en contextos políticos con fines polémicos; es habitual también emplearlos en contextos académicos.[10]
Movilidad social, es decir, ascenso o descenso de los individuos en la escala social por razón de los méritos de su trabajo (expresado en su éxito económico o intelectual) y no por su sangre, herencia o pertenencia a un estamento.
El triunfo de los valores burgueses se extendió en todos los usos sociales, incluido el tratamiento protocolario. De los tratamientos aristocráticos propios del Antiguo Régimen se pasó a la universalización de los tratamientos de cortesía, a los que todos tienen derecho en una sociedad de condiciones iguales (durante la Revolución francesa, citoyen -«ciudadano»- era el apelativo con el que se debía llamar a todos, y posteriormente se universalizó el monsieur -«señor mío»-, privado de su referente nobiliario, y el vous -«usted», «vuestra merced»-), quedando el elitismo reservado a los tratamientos académicos, estimados por ser fruto del mérito personal y no del nacimiento (en España, hasta el primer tercio del sigloXX se reservaba el «don» -derivado del dominus latino- para el título de «bachiller», aunque también se terminó universalizando,[12] mientras que el «licenciado» y el «doctor» se utilizan sobre todo en América Latina y otros países, como Alemania).[13]
Las cualidades y costumbres propias de los burgueses (cuyo conjunto constituye el burguesismo, según el DRAE)[14] se sustancian en el terreno de la moral, la ética, la estética, el gusto, el arte, la música, la literatura o la moda. En sus aspectos literarios y artísticos, su análisis es parte importante de la Historia social de la literatura y el arte de Arnold Hauser (1951). En sus aspectos relacionados con la construcción del denominado orden público como parte del orden social, su análisis fue el objeto esencial de uno de los principales estudios de Michel Foucault (Vigilar y castigar, 1975).[15] Además de esos, la cosmovisión burguesa[16] implica también un concepto de educación sentimental que se desarrolla en estrecha relación con la imagen que proyectan los medios de comunicación de cada época.[17]
El aburguesamiento es la adquisición de las cualidades propias del burgués (según el mismo DRAE).[18]
Alta burguesía (haute bourgeoisie, las «doscientas familias» -deux cents familles-,[28]alta sociedad, high society, alta sociedad protestante -haute société protestante HSP-[29])
Baja burguesía (basse bourgeoisie)
Media burguesía o burguesía media (moyenne bourgeoisie)
Gran burguesía (granburgués o gran burgués, grand bourgeois -la palabra alemana Großbürger se utiliza para denominar un título de nobleza alemán-)[30]
Burguesía rural o burguesía agraria[32] (la expresión conlleva un oxímoron, puesto que el origen del término «burguesía» conlleva su identificación con la burguesía urbana, burguesía comercial o burguesía industrial)
Alemania es el país de los doktoren, el de la abreviatura Dr. en sus tarjetas de visita, en los buzones o hasta en el DNI y en los pasaportes. “Y la mayoría solicita figurar así al empadronarse”, dice un alto funcionario de Berlín. Cada año obtienen el título de doctor 25.000 alemanes. De los 30 presidentes de las corporaciones que cotizan en el DAX de Fráncfort, 18 son doctores. Alguno es además Prof., es decir, profesor o catedrático. Angela Merkel también tiene el título de doctora, lo mismo que el vicecanciller Philipp Rösler y buena parte de sus ministros. El jefe de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano, Hermann Parzinger, riza el rizo con el Prof. Dr. Dr. h.c. mult. que adorna su biografía en Internet. Es pasmoso, pero no un caso aislado. Más que un ornato para vanidosos, el doctorado es un escalón muy útil hacia las alturas políticas y empresariales. También es la prueba del triunfo tajante de la burguesía alemana, más nacionalista que liberal, sobre las élites aristocráticas y clericales. El historiador Manfred Görtemaker recuerda que la irresistible clase social que transformó Alemania en la potencia industrial, militar y científica que asombraba al mundo a principios del sigloXX “se impuso sobre la vieja nobleza con sus títulos propios, que son fruto del esfuerzo personal y no del nacimiento”.
Para la construcción de las instituciones vinculadas al orden público en España, Manuel López GarridoEl aparato policial en España. Historia, sociología e ideología. (1987)
«Arte por el arte» («Arte Puro»). Principio de la estética idealista presentado en contraposición a la exigencia realista de que el arte posea un contenido ideológico y un espíritu de partido (Espíritu de partido en el arte). Sus fuentes teóricas se remontan a la tesis de Kant sobre el desinterés del juicio estético por lo práctico. Alcanza su máxima difusión en los siglos XIX-XX, cuando los estetas burgueses, en lucha contra el realismo, abogan decididamente por el «carácter de fin en sí mismo» intrínseco al arte, por su «carácter absoluto», pretendiendo que el arte está sólo al servicio del puro goce estético. La negación del significado cognoscitivo del arte, de su valor ideológico y educativo, así como de su dependencia respecto a las necesidades prácticas de la época, lleva inevitablemente a afirmar la «libertad» del artista frente a la sociedad, su irresponsabilidad total ante el pueblo, es decir, lleva al individualismo extremo.Con sus declaraciones sobre el «arte puro», sobre un imaginario apoliticismo, el arte burgués encubre su orientación reaccionaria. (...) A la falaz consigna burguesa de la «independencia» de la literatura respecto a la sociedad y a las falsas concepciones del «arte por el arte», los artistas soviéticos oponen sus principios ideológicos de servicio a los intereses del pueblo y del comunismo.
Diccionario soviético de filosofía, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965. Reproducido en filosofia.org
Hay un preciosismo mesurado en la pintura de historia, que enlaza y prolonga el preciosismo desmesurado de la pintura burguesa por excelencia encarnada en Mariano Fortuny y sus seguidores. Yno sólo la pintura, también la escultura gozará con estos temas, tanto en los monujmentos públicos como en la decoración de los edificios. Recordemos a Manuel Oms y Canet (1843-1886) con su Mopnumento a Isabel la Católica, en el Paseo de la Castellana, de Madrid; a Arturo Mélida (1849-1902), autor del pedante y retórico Mausoleo de Cristóbal Colón, en la Catedral de Sevilla; a los múltiples autores de estatuas ecuestres que coronan nuestro monumentos públicos.
La imprenta musical al comienzo del sigloXVI jugó un papel crucial en la estructuración de un mercado amplio para la música impresa en partituras sentando las bases de la música burguesa (Julián Ruesga, Intersecciones: la música en la cultura electro-digital, pg. 6.
La literatura burguesa moderna, encuadrable desde el punto de vista histórico entre Goethe, que marca su inicio, y Thomas Mann, que supondría su final, se mueve entre dos grandes sucesos externos: la Revolución Francesa y la II Guerra Mundial. Es un largo período de la cultura europea, donde se crea una literatura específica, propia de una clase social emergente, que todavía entiende la cultura europea como una categoría legítima para poder entender el resto de realidades. Esta situación terminará tras la II Guerra Mundial, debido al auge de los poscolonialismos. (Francisco García Jurado, ).
Histoire du costume, François Boucher, (Flammarion), Paris, 1965. Fuente citada en Histoire de la mode en France. Véase también grupos políticos de la Revolución francesa
Lehrbuch des teutschen Privatrechts; Landrecht und Lehnrecht enthaltend. Vom Geheimen Rath Schmalz zu Berlin. Theodor von Schmalz, Berlin, 1818. Fuente citada en en:Great Burgher y en de:Großbürger
Werner Conze, Jürgen Kocka (red.): Bildungsbürgertum im 19. Jahrhundert. Klett-Cotta, Stuttgart 1985. Fuente citada en en:Bildungsbürgertum, de:Bildungsbürgertum
Khiterer, V. (2004) 'Nationalism in the Soviet Union', in Encyclopedia of Russian History, Macmillan Reference USA. Fuente citada en Bourgeois nationalism
En países como Francia, donde los campesinos constituyen bastante más de la mitad de la población, es natural que los escritores que defendían la causa del proletariado contra la burguesía, aplicasen a su crítica del régimen burgués el rasero del pequeño burgués y del pequeño campesino, y defendiesen la causa obrera desde el punto de vista de la pequeña burguesía. Así se formó el socialismo pequeñoburgués. Sismondi es el más alto exponente de esta literatura, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra.
Este socialismo analizó con mucha sagacidad las contradicciones a las modernas relaciones de producción. Puso al desnudo las hipócritas apologías de los economistas. Demostró de una manera irrefutable los efectos destructores del maquinismo y de la división del trabajo, la concentración de los capitales y de la propiedad territorial, la superproducción, las crisis, la inevitable ruina de los pequeños burgueses y de los campesinos, la miseria del proletariado, la anarquía en la producción, la escandalosa desigualdad en la distribución de las riquezas, la exterminadora guerra industrial de las naciones entre sí, la disolución de las viejas costumbres, de las antiguas relaciones familiares, de las viejas nacionalidades.
Sin embargo, el contenido positivo de ese socialismo consiste, bien en su anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos las antiguas relaciones de propiedad y toda la sociedad antigua, bien en querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en el marco estrecho de las antiguas relaciones de propiedad, que ya fueron rotas, que fatalmente debían ser rotas por ellos. En uno y otro caso, este socialismo es a la vez reaccionario y utópico.
Para la manufactura, el sistema gremial; para la agricultura, el régimen patriarcal; he aquí su última palabra.
En su ulterior desarrollo esta tendencia ha caído en una decepción cobarde. [En la edición inglesa de 1888 este último párrafo se reformuló así:] Finalmente, cuando hechos históricos irrefutables desvanecieron todos los efectos embriagadores de las falsas ilusiones, esta forma de socialismo acabó en un miserable abatimiento.
Una parte de la burguesía desea remediar los males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa.
A esta categoría pertenecen los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que pretenden mejorar la suerte de las clases trabajadoras, los organizadores de la beneficencia, los protectores de animales, los fundadores de las sociedades de templanza, los reformadores domésticos de toda suerte. Y hasta se ha llegado a elaborar este socialismo burgués en sistemas completos.
Citemos como ejemplo la Filosofía de la Miseria, de Proudhon.
Los burgueses socialistas quieren perpetuar las condiciones de vida de la sociedad moderna, pero sin las luchas y los peligros que surgen fatalmente de ellas. Quieren perpetuar la sociedad actual, pero sin los elementos que la revolucionan y descomponen. Quieren la burguesía sin el proletariado. La burguesía, como es natural, se representa el mundo en que ella domina como el mejor de los mundos. El socialismo burgués elabora en un sistema más o menos completo esta representación consoladora. Cuando invita al proletariado a realizar su sistema y a entrar en la nueva Jerusalén, no hace otra cosa, en el fondo, que inducirle a continuar en la sociedad actual, pero despojándose de la concepción odiosa que se ha formado de ella.
Otra forma de este socialismo, menos sistemática, pero más práctica, intenta apartar a los obreros de todo movimiento revolucionario, demostrándoles que no es tal o cual cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente una transformación de las condiciones materiales de vida, de las relaciones económicas. Pero, por transformación de las condiciones materiales de vida, este socialismo no entiende, en modo alguno, la abolición de las relaciones de producción burguesas -lo que no es posible más que por vía revolucionaria-, sino únicamente reformas administrativas realizadas sobre la base de las mismas relaciones de producción burguesas, y que, por tanto, no afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo únicamente, en el mejor de los casos, para reducirle a la burguesía los gastos que requiere su dominio y para simplificarle la administración de su Estado.
El socialismo burgués no alcanza su expresión adecuada sino cuando se convierte en simple figura retórica.
¡Libre cambio, en interés de la clase obrera!. ¡Aranceles protectores, en interés de la clase obrera! ¡Prisiones celulares, en interés de la clase obrera! He ahí la última palabra del socialismo burgués, la única que ha dicho seriamente.
El socialismo burgués se resume precisamente en esta afirmación: los burgueses son burgueses en interés de la clase obrera.