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El anillamiento (o anillado, en algunos países latinoamericanos) científico es una técnica de marcaje inocua empleada para el estudio de aves silvestres, que consiste en la colocación de una anilla identificativa en la pata o cuello de un ave viva previamente capturada.
Las primeras referencias del estudio de aves silvestres señalan como pionero al propietario de un castillo en Lorena que, a finales del siglo XVIII, marcó con hilos de cobre las golondrinas de algunos nidos, comprobando año tras año el regreso de las aves para criar. Más tarde, a mediados del siglo XIX, el naturalista norteamericano J. J. Audubon, marcó con la misma finalidad a algunos ejemplares de mosquero fibí, una pequeña ave insectívora migradora americana, esta vez con hilos de plata colocados en sus patas.[1]
El anillamiento de aves con fines científicos lo inició en Dinamarca H.C. Mortensen cuando en 1899 anilló a 164 estorninos pintos (Sturnus vulgaris) utilizando anillas grabadas con un código numérico y un remite.[2] Los primeros programas de anillamiento organizado se iniciaron en 1909 por parte de Arthur Landsborough Thomson en Aberdeen, Escocia y Harry Witherby en Inglaterra.[3]
En los años treinta del siglo XX, el anillamiento estaba ya implantado en 22 países. En España comienza a anillarse hacia 1930, pero no es hasta 1952 cuando se ponen en marcha campañas importantes de anillamiento. La oficina de Aranzadi es decana en el anillamiento de aves en España: fundada en 1949, gestiona más de 200 000 anillamientos al año en toda España.[4][5][6]
Otro hito importante en la historia del anillamiento en Europa es la creación de un Comité Europeo para el anillamiento (EURING) en 1963; además, en 1975 se crea un banco de datos informático de recuperaciones de aves dentro o fuera del continente europeo y de las anilladas en el seno de EURING.[7]
El conocimiento de muchos aspectos de la biología de las aves sólo puede alcanzarse contrastando datos recogidos de un mismo individuo en dos momentos diferentes. Esto es especialmente necesario en estudios de migración, en los que se investigan los movimientos de los individuos de una población entre determinadas zonas y épocas del año. El anillamiento permite individualizar cada ejemplar de una especie o población determinada para posibilitar su seguimiento.[8][9]
Gracias al anillamiento científico de las aves, se llevan a cabo estudios sobre patrones de movimiento, migraciones, puntos de parada migratoria, reproducción, demografía, enfermedades, morfología, muda, fisiología, etc. El conocimiento adquirido se aplica en diferentes contextos, incluida la conservación, gestión, producción de indicadores para evaluar el estado de conservación de especies, cambio climático, dinámica de enfermedades emergentes y otros.[10][6][9]
Existen diversos métodos para la captura y posterior marcaje de las aves. La característica común a todos ellos es que la captura de las aves se realiza por métodos inocuos para ellas. Dependiendo del tipo de aves que se pretende capturar se utilizan preferentemente unos métodos u otros. El método de captura más utilizado para las aves de mediano y pequeño tamaño es el de la red japonesa (también conocida como red invisible, red vertical o red de niebla) que se sitúa en posición vertical entre unas varas. Las aves que pasan por delante de la red no la ven debido a la finura del hilo y quedan enganchadas en ella. Una vez liberadas de la red, las aves se introducen en una bolsa colectora de tela en la que se mantienen más tranquilas hasta el momento del anillamientob.[11][12][9]
Para el marcado de las distintas especies de aves, se utilizan anillas de una gran variedad de tamaños y materiales, en función del tamaño y estructura de sus patas o cuellos, así como del tipo de ambientes que frecuenten. Esta anilla, habitualmente metálica, lleva impresa una inscripción que identifica a la estación anilladora donde se centralizan los datos: uno o varios dígitos característicos del tamaño de la anilla y un número diferente para todas las anillas del mismo modelo y estación.[13]
Los datos de anillamiento correspondientes a todas las aves con anillas de un remite determinado quedan archivados en el centro correspondiente, de forma que distintos aspectos de la vida del ave se pueden estudiar gracias a la posibilidad de reencontrar al mismo individuo.[10]
Un charrán ártico anillado cuando todavía no era capaz de volar en las islas Farne, frente a la costa de Northumberland en la costa este de Gran Bretaña en el verano de 1982, fue recuperado en Melbourne, Australia en octubre de 1982, un viaje de más de 22 000 km (14 000 millas) en tan solo tres meses.[14][15]
Una pardela de Man que anidaba en la Isla Bardsey, frente a Gales, fue capturada varias veces a lo largo de su vida: en 2003 fue controlada por última vez, estimándose que había vivido 51 años y que había volado unos ocho millones de km durante su vida, habiendo sobrevivido incluso al ornitólogo que la anilló, Chris Mead.[3][16][17]
La hembra de albatros de Laysan conocida como Wisdom, tenía al menos 70 años cuando sacó adelante un pollo en febrero de 2021 en el atolón de Midway. Wisdom había ya sobrevivido al biólogo Chandler Robbins, que le colocó una anilla de seguimiento por primera vez en 1956. En abril de 2024 fue de nuevo constatada su presencia en Midway, ya con 73 años. Se cree que Wisdom ha puesto durante su larga vida entre 50 y 60 huevos.[18][19]
En cuanto a la importancia del anillamiento de aves en el control científico de sus movimientos migratorios, hay que destacar el gran número de aves que son recuperadas a miles de kilómetros de sus lugares de marcaje.[20][21][22][23]
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