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condición de los organismos que no aparentan de forma clara ser masculinos o femeninos De Wikipedia, la enciclopedia libre
La androginia (del griego ἀνήρ anér, «hombre», y γυνή güné, «mujer») se refiere a un organismo que tiene características tanto masculinas como femeninas.
Según la Real Academia Española, «andrógino» y «hermafrodita» pueden utilizarse como sinónimos, aunque proporciona para «andrógino» una definición alternativa que especifica: «Dicho de una persona: Cuyos rasgos externos no corresponden definidamente con los propios de su sexo».[1] El andrógino sería, pues, un ser físicamente intermedio, con rasgos sexuales de hombre y de mujer, o bien un hombre o una mujer que no aparenta de forma clara el sexo al que pertenece.
El término fue mencionado por primera vez por Platón en su obra El Banquete, donde había un ser especial que reunía en su cuerpo los sexos masculino y el femenino. Según cuenta el mito, estos seres intentaron invadir el Monte Olimpo, lugar donde viven los dioses, y Zeus, al percatarse de ello, les lanzó un rayo que los dividió en varón y mujer. Desde entonces, se dice que el varón y la mujer andan por la vida buscando su otra mitad. En la antigüedad, este mito habría explicado la heterosexualidad y la homosexualidad puesto que según el mito también habría andróginos compuestos por lo que serían dos varones y andróginos integrados por dos mujeres.
En El Banquete, Platón nos relata cómo en otro tiempo existía una clase particular de ser humano que se llamaba andrógino, este ser reunía en sí a los dos sexos: el sexo femenino y el sexo masculino. Los seres humanos tenían formas redondeadas: la espalda y los costados colocados en círculo. Contaban con cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros y una sola cabeza. Tales cuerpos resultaban muy vigorosos y concibieron la idea de combatir a los dioses. Zeus, entonces, planeó un medio para debilitar a los seres humanos: dividirlos en dos. Desde entonces los humanos tuvieron que caminar solo con dos piernas. Hecha esta división, cada mitad hace esfuerzos para encontrar a su otra mitad. Cada uno de nosotros, diría Platón, «no es más que una mitad de ser humano, que ha sido separada de su todo como se divide una hoja en dos».
En el desarrollo de la cultura occidental posterior a la cultura griega, se ha utilizado el mito del andrógino descrito por Platón para justificar la necesidad de complementación psicológica que los varones y las mujeres tienen entre sí. Para establecer una relación de pareja, se llegó a afirmar alguna vez, que un varón necesita a una mujer y una mujer necesita a un varón. Implícita, o explícitamente, se eliminan otras relaciones de pareja: si un varón, por ejemplo, no busca una complementación en una relación con una mujer, se afirmaba en el pasado, le faltaría algo. Y aquí se vuelve a apelar a la necesidad mutua que los varones y las mujeres tienen entre sí señalada por el mito del filósofo ateniense.
Para complementar, en términos misceláneos, en la actualidad muchas veces es posible escuchar teorías que interpretan el amor como una fuerza que empuja a una persona a buscar su complemento psicológico en la relación de pareja con otra persona (su «media naranja» o almas gemelas).
La androginia se encuentra en los mitos sobre los orígenes como símbolo de identidad religiosa suprema, de poder absoluto y trascendencia total. Representa la unión de los opuestos, la conjunción mítica de los sexos.[2]
Lo paradójico es que en el mito del andrógino descrito por Platón la clase de andrógino compuesto por un cuerpo de varón y un cuerpo de mujer solo es una de las tres clases que él enumera.
El filósofo de Atenas habla además de un andrógino compuesto —antes de la separación— por dos cuerpos de varón. También nos habla de un andrógino compuesto —antes de la separación— por dos cuerpos de mujer.
Así, siguiendo el mito completo, después de la separación que como castigo aplicó Zeus, unos varones buscan a su mitad, que son mujeres. Unas mujeres buscan a su mitad, que son varones. Unos varones buscan a su mitad, que son también varones. Y otras mujeres buscan a su mitad, que son también mujeres. Dice Platón:
«A las mujeres, que provienen de la separación de las mujeres primitivas, no llaman la atención los varones y se inclinan más a las mujeres; a esta especie pertenecen las tribades. Del mismo modo, los varones que provienen de la separación de los varones primitivos, buscan el sexo masculino... Si se casan y tienen familia, no es porque la naturaleza los incline a ello, sino porque la ley los obliga».(PLATÓN, Simposio (Banquete) o de la Erótica, ed. F. Larroyo, México, 1979, p. 364)
En conclusión: el mito del andrógino que Platón desarrolla supone una explicación, vital y emocional, de las relaciones de pareja tanto heterosexuales, como homosexuales.
En la mitología griega, Tiresias, quien había sido alternativamente varón y mujer, había conocido así los secretos del goce, por lo que pudo afirmar que la mujer gozaba nueve veces más que el varón.[3]
Hermafrodito es otro ejemplo en la mitología griega: por intervención de los dioses, pasa a ser a la vez varón y mujer al combinarse con su pretendienta Salmacis.
En la India, el andrógino estaba representado por Shivá y su consorte Párvati, fundidos en un solo ser.[4]
Un mito judío del Talmud, del Midrash y el Zohar Jadash, refiere que el primer ser humano fue hermafrodita. Adán era varón y mujer a la vez. Dios tomó uno de sus lados para crear el amor, hendió verticalmente al ser bisexuado haciendo de uno un varón y del otro una mujer.[5]
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