Usuario:Blanca Oliva Santos/Taller
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La gran envergadura del conflicto, pues es muy grande la cantidad de tropas movilizadas, hizo que la industria, motor de la guerra, necesitara trabajadores. Es entonces cuando se pensó en las mujeres, y aunque se encuentran con la opinión en contra de la mayoría de los hombres, las féminas saben cumplir con su papel. El rol potenciado durante siglos de que la mujer sólo cuida la casa y los hijos, mientras que el hombre se gana el jornal, había quedado obsoleto. Durante la guerra la mano de obra femenina supuso el 40% de la producción y gran parte de la industria armamentística dependió de su labor, tanto que surgieron las denominadas munitionettes, que así es como se llamaba a las trabajadoras de este sector.
Pero no todas estaban empleadas en las fábricas, ya que junto a las enfermeras hubo mujeres encargadas de los transportes públicos, oficinas gubernamentales, y de cuerpos de orden ciudadano.
Sin embargo, podemos concluir que la Primera Guerra Mundial inició el cambio. La gran cantidad de hombres movilizados para el conflicto, las pérdidas humanas y el regreso de gran cantidad de inválidos, obligaron a incorporar a la mujer en el mercado laboral, incluso en las tareas más pesadas, antes desarrolladas únicamente por los hombres. Ante la realidad consumada de la igualdad y a través de una lucha permanente, las mujeres comenzaron a obtener el voto. Señalaban que si eran iguales para trabajar y luchar, deberían serlo para votar.
Poco después de la Guerra, Alemania les dio el derecho al voto a las mujeres. En Inglaterra en 1918, las mujeres mayores de 30 años el derecho a vota, aunque no fue hasta 1928 que las mujeres mayores de 21 años pudieron hacerlo; de hecho, casi todos los países recién creados tras la Guerra, les permitieron a las mujeres votar (excepto Yugoslavia) y entre los países ganadores, sólo Francia no lo hizo.
Cambio del estereotipo femenino
La Primera Guerra Mundial trajo consigo los primeros conceptos modernos sobre la mujer y la sociedad: la aparición, por primera vez en la historia de Europa, de una sociedad mixta.
Las féminas ocuparon los sillones de los varones y pudieron mantener una vida pública y privada que favoreció su desarrollo personal y profesional. Asimismo, rompió con las costumbres de la época, provocó cambios sustanciales en las relaciones familiares y maritales, y hasta cambios estéticos que siguieron impulsando su emancipación.
“El mejor ejemplo de este cambio político es Gran Bretaña. Allí, las sufragistas perdieron, catorce veces, pugnas parlamentarias para conseguir el derecho al voto. Sin embargo, su empoderamiento como consecuencia de su contribución a la Gran Guerra fue decisivo para su obtención”, señalan los investigadores. Lo consiguieron, finalmente, en 1928.
España seguiría el ejemplo con la Constitución de 1931, durante la Segunda República. Las mujeres españolas ejercieron su derecho al voto, por vez primera, en las elecciones de 1933. Esto también sustenta la idea de que el país no participó en la Gran Guerra directamente pero se vio involucrado ideológicamente, con sus consecuencias negativas y positivas, como en el caso del sufragio femenino. La dictadura de Franco lo anularía de nuevo hasta 1975.
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