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El manuscrito Voynich es un libro ilustrado, de contenidos desconocidos, escrito por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible. Su nombre proviene del comerciante de libros antiguos Wilfrid M. Voynich (1865-1930), quien lo adquirió en 1912. Actualmente se conserva en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale como MS 408.
La datación por carbono 14 ha determinado que el pergamino en el cual está escrito fue fabricado entre 1404 y 1438. El análisis estilístico, tanto de la escritura como de las ilustraciones, ha corroborado su origen en el siglo XV y la procedencia de algún país de Europa Central, posiblemente Alemania o el norte de Italia. Se cree que el emperador Rodolfo II del Sacro Imperio (1555-1612) pagó 600 ducados de oro por él, aunque no existe registro de tal operación, y es seguro que el manuscrito pasó a uno de sus consejeros, el médico y farmacéutico Jacobus de Tepenec, cuya firma es débilmente visible en el primer folio. Desde entonces estuvo en varias manos hasta acabar en la biblioteca del Colegio Romano. Allí permaneció más de dos siglos, cuando en 1912 la colección que lo incluía fue adquirida por el Wilfrid Voynich.
El manuscrito consta actualmente de unas 240 páginas, algunas de ellas hojas plegables de distintos tamaños. Las ilustraciones que pueblan la mayoría de las páginas incluyen plantas y hierbas, contenedores farmacéuticos, diagramas astronómicos y zodiacales y extraños sistemas de tuberías y bañeras poblados por figuras femeninas desnudas. El «idioma» en que está escrito, llamado voynichés, obedece la Ley de Zipf al igual que otros lenguajes humanos, pero se distingue de la mayoría de ellos por una entropía anormalmente baja, efecto de un conjunto de regularidades que hacen que la combinación entre los carácteres sea muy predecible.
El manuscrito Voynich ha sido estudiado por muchos criptógrafos profesionales, lingüistas y aficionados, incluidos descifradores de códigos estadounidenses y británicos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Las hipótesis sugeridas abarcan desde un idioma o dialecto desconocido, algún cifrado sofisticado o un engaño sin sentido. Ninguna de las muchas soluciones reclamadas han sido verificadas de forma independiente y el manuscrito continúa sin descifrar. El misterio de su significado y origen ha excitado el imaginario popular, convirtiéndolo en objeto de estudio y especulación.
El manuscrito Voynich es un códice de vitela de 225 x 160 mm y 5 cm de grosor.[1] Tiene una portada hecha de pergamino de piel de cabra que data de los siglos XVIII-XIX, muy probablemente colocada por los jesuitas del Colegio Romano de Roma en reemplazo de una cubierta anterior.[1][2] Ciertos indicios hacen creer que la encuadernación original estaba hecha de madera y cubierta con un cuero curtido.[3] Las correas de cuero se agregaron en la década de 1960 para estabilizar la unión y se pegaron encima de las viejas, tal vez originales, fabricadas con algún tipo de fibra.[1]
El amanuense escribió sobre una vitela preparada cuidosamente, aunque ciertos defectos como contornos concávos, agujeros (algunos de ellos cosidos) y marcas de estiramiento son visibles.[3] Los análisis realizados bajo microscopio en 2009 y las imágenes multiespectrales tomadas en 2014 concluyeron que no hay signos de borrado de escritura anterior, por lo que el manuscrito no puede tratarse de un palimpsesto.[3]
El manuscrito actualmente consta de 102 folios organizados en 18 quires.[1] Varios bifolios son más grandes de lo habitual, con pliegues adicionales y, por tanto, más de las cuatro páginas usuales, y se los conoce como «desplegables». Estos desplegables tienen diferentes dimensiones, con anchos de los bifolios correspondientes que van de tres a cinco páginas (en lugar de dos). Además, hay un bifolio de cerca de 45 x 45 cm que tiene un pliegue horizontal adicional.
Cada folio tiene un número de folio en la esquina superior derecha, con la numeración del 1 al 116, mientras que las marcas de quire están numeradas siempre en la esquina inferior derecha del reverso del último folio de cada cuadernillo, excepto en los quires 9 y 20, y se indican con un número arábigo seguido de un 9 para el latín -us y, a veces, una 'm' entre ellos.[1][4] Es seguro que los números de folio y los números de quire fueron agregados por diferentes personas, entre los siglos XV y XVI-XVII, y antes de que varios folios y quires se extraviasen.
Faltan un total de 14 folios en el manuscrito: tres bifolios (ff. 59-64) que deberían haber estado en el centro del quire 8, dos (ff. 109-110) que estaban en el centro del quire 20, dos más (ff. 91-92 y 97-98) que constituían, respectivamente, los quires 16 y 18 y, por últimos, dos folios individuales que fueron arrancados después de la encuadernación (ff. 12 y 74).[1][4] Los huecos en la numeración de los folios y quires indican que la misma se agregó cuando los folios faltantes aún estaban disponibles.
Hay razones fuertes para creer que el orden actual de folios y quires es diferente al orden original, entre ellas:[3][4]
René Zandbergen ha sugerido una reconstrucción tentativa de la historia codicológica del manuscrito:[4]
En 2009, el análisis de datación por radiocarbono de cuatro muestras del manuscrito (de los folios 8, 26, 47 y 68) reveló que el pergamino en que fue escrito data de entre 1404 y 1438 con un 95% de probabilidad.[5] Esto invalida definitivamente la teoría, sostenida por los primeros investigadores de Voynich y luego deshechada, de que su autor fuera el científico inglés Roger Bacon, muerto en 1294. Su procedencia de la primera mitad del siglo XV ya había sido señalada por el reconocido historiador del arte Erwin Panofsky en 1932 en base a un análisis de las ilustraciones.[6] Panofsky también concluyó que había sido escrito en la «esquina suroeste de Europa: España, Portugal, Cataluña o Provenza; pero muy probablemente en España», detectando ciertas influencias judeo-árabes y holandesas. Sin embargo, cuando en 1954 se le volvió a preguntar sobre la cuestión, su respuesta fue que el manuscrito se produjo en Alemania. A favor de la teoría de procedencia alemana está la representación del ciclo del zodíaco, con ilustraciones similares que pueden rastrearse en manuscritos alemanes del siglo XV, y la denominada «escritura extraña» (anotaciones realizadas con caracteres latinos, aunque es muy probable que pertenezcan a un propietario posterior).[3] Por otro lado, un historiador moderno de la botánica, Sergio Toresella, reconoce un estilo italiano en la caligrafía y los dibujos de hierbas, opinión también compartida por el historiador Alain Touwaide. A favor de la influencia italiana se esgrime el castillo de almenas de golondrina, o gibelinas, dibujado en la llamada «página de rosetas» del manuscrito. Este estilo arquitectónico domina el norte de Italia y está asociado con la familia Scaliger, en la región alrededor de Verona, desde el siglo XIV en adelante. Ambas teorías de procedencia no son necesariamente excluyentes. Para René Zandbergen, el origen del manuscrito bien podría ser calificado de «alpino», con una mezcla de influencias italianas y alemanas.[3] El catálogo de Beinecke se limita a señalar que fue escrito en Europa Central.[7]
El científico Johannes Marcus Marci, en una carta fechada en 1665 y de la que luego se hablará, indica que el emperador Rodolfo II de Habsburgo compró el manuscrito por una suma de 600 ducados.[8] Esta información la había obtenido de Raphael Mnišovský, un personaje interesado en la alquimia y en la escritura secreta que fue maestro del futuro emperador Fernando de Habsburgo. No se ha encontrado registro de esta transacción en los libros de contabilidad resumidos de las cuentas de la corte de Rodolfo II. Las afirmaciones que hacen a John Dee o a su socio Edward Kelley los vendedores del manuscrito deben descartarse como una ocurrencia imaginativa de Wilfrid Voynich, sin ningún fundamento real.[8] En cualquier caso, es posible que la suma monetaria mencionada por Marci se haya pagado por un conjunto más grande de libros, entre los que el manuscrito Voynich pudo estar incluido.
El primer propietario seguro del manuscrito es el químico y farmacéutico Jacobus Horčický de Tepenec.[8] En 1608 Jacobus curó de una grave enfermedad a Rodolfo II y éste, en recompensa, lo elevó a la nobleza menor y le permitió llamarse a sí mismo «de Tepenec». Su firma en el margen inferior del primer folio se ha desvanecido y solo es visible bajo luz ultravioleta, pero debe ser posterior a su ennoblecimiento. Quizás el manuscrito le fue concedido con la esperanza de que pudiera descifrarlo o bien decidió tomarlo por su cuenta en concepto de pago de la sustanciosa deuda que el emperador tenía con él. A su muerte, en 1622, Jacobus dejó todas sus pertencias a los jesuitas en Praga y Melnik, pero para entonces parece que el manuscrito ya no estaba en sus manos.
Una carta de George Barschius, del 21 de abril de 1639, revela que él era de hecho el propietario del manuscrito.[8][9] Año y medio antes le había enviado al jesuita Athanasius Kircher una transcripción parcial del mismo, confiando en que él podría traducirlo.[8] Su descripción del manuscrito es muy breve:
Por las imágenes de hierbas, de las cuales hay muchas en el códice, y de imágenes variadas, estrellas y otras cosas que tienen la apariencia de simbolismo químico, supongo que todo es médico.
Carta de George Barschius a Athanasius Kircher, 21 de abril de 1639.[9]
Barschius trabajó como relator de la corte hasta 1646 y, a su muerte, dejó a su amigo Marci toda su colección alquímica y biblioteca, incluyendo el manuscrito.
Johannes Marci Marci (1595-1667) estuvo interesado por el manuscrito muchos años antes de que cayese en sus manos, cuando Mnišovský todavía estaba vivo y Barschius era su propietario.[8] El 19 de agosto de 1665 lo envió a su amigo Athanasius Kircher para que lo descifrara, junto con un carta para él y las notas de sus propios intentos de traducción (que no se han conservado).[9] Murió en abril de 1667.
Athanasius Kircher nació en 1601 o 1602 en Alemania y, después de algunos viajes aventureros, llegó a Roma en 1635, donde permanecería hasta su muerte en el Colegio Romano.[8] Se conserva una carta suya del 12 de marzo de 1639 dirigida a Theodor Moretus, agente de quien por entonces era propietario del manuscrito, George Barschius.[9] Kircher comenta que no tuvo éxito en descifrar el «libro lleno de esteganografía misteriosa» que había recibido, pero tal vez podría hacerlo más adelante. Esta es la referencia del manuscrito Voynich más antigua que se conoce:[6]
En cuanto al libro lleno de algún tipo de esteganografía misteriosa que adjuntaste a tu carta, lo he mirado y he llegado a la conclusión de que requiere aplicación en lugar de comprensión en su solucionador. Puedo recordar haber resuelto muchos escritos de este tipo cuando se presentó la ocasión, y el picor de mi mente trabajando habría probado algunas ideas si tan solo muchas tareas muy urgentes no me alejaran de un trabajo inadecuado de este tipo. Sin embargo, cuando tenga más tiempo libre y pueda aprovechar un momento más adecuado, espero intentar solucionarlo cuando el estado de ánimo y la inspiración me lleven.
Finalmente, puedo hacerle saber que la otra hoja que parecía estar escrita en la misma escritura desconocida está impresa en el idioma ilirio en la escritura comúnmente llamada San Jerónimo, y usan la misma escritura aquí en Roma para imprimir misales y otros textos sagrados. libros en lengua iliria.Carta de Athanasius Kircher a Theodor Moretus, 12 de marzo de 1639.[9]
En 1651 se donó a los jesuitas del Colegio Romano una colección de artículos varios y Kircher fue elegido para regentarla.[8][10] Después de 1702 el nuevo custodio de la colección, Filippo Buonannise, se refería a una de las habitaciones del museo como «una sala llena de manuscritos, en parte antiguos y en pergamino, libros en varios idiomas, [etc.]». Todo indica que el manuscrito Voynich debió estar entre los libros de Kircher que se trasladaron a este incipiente museo y que, algún momento entre 1824 y 1870, los jesuitas reemplazaron su cubierta de madera por estar infestada con gusanos, tal como se hizo con un gran número de manuscritos de la biblioteca.[10]
Al menos tres colecciones de la parte principal de la biblioteca del Colegio Romano se salvaron de la confiscación de Víctor Manuel II de Italia, el 20 de octubre de 1873, y es casi seguro que el manuscrito Voynich estuvo entre la segunda colección, más pequeña, de manuscritos clásicos y humanistas bastante antiguos.[8][10] Muchos ejemplares de esta y otra colección llevaban etiquetas mecanografiadas que las identificaban como parte de la biblioteca privada de Petrus Beckx, quien como superior general de la Compañía de Jesús había obtenido autorización del rey para conservar una gran cantidad de libros del Colegio Romano. En 1903 los jesuitas decidieron vender esta colección al Vaticano, pero la transacción no se completó hasta 1912, cuando Wilfrid Voynich entró en escena.
Wilfrid Michael Voynich, nacido el 31 de octubre de 1865 en la actual Lituania, se había convertido en un anticuario comerciante de libros después de dejar atrás su pasado revolucionario en el circulo de exiliados rusos.[11] Publicó su primer catálogo en 1898 y dos años después abrió una librería en Londres. A partir de entonces se despertó su interés por los libros «desconocidos, perdidos o no descritos». En 1908 adquirió una importante librería de anticuario en Florencia, ciudad donde también estuvo trabajando el padre jesuita Joseph Strickland, ex alumno del Colegio Mondragone. Gracias a la recomendación de Strickland, en 1911 o 1912 Voynich tuvo la oportunidad de adquirir una valiosa colección de alrededor de 30 libros impresos y 380 manuscritos, almacenados muy probablemente en la villa Mondragone de Frascati (Italia), pero con la única condición de mantener absoluto secreto sobre este acuerdo.[8][12] Ello obligó a Wilfrid Voynich a inventar otra historia sobre la fuente de los manuscritos y afirmar, en repetidas ocasiones, que él mismo los había descubierto en unos cofres de un «antiguo castillo del sur de Europa» o en Austria. La historia verdadera de la adquisición de esta importante colección, en la cual estaba incluido el manuscrito Voynich, salió a la luz después de la muerte de Voynich.
Después de vender algunos ejemplares, Voynich se llevó toda la colección a Londres para mostrarla a potenciales compradores interesados. Se mudó a Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial y organizó varias exposiciones mostrando unos 280 de sus libros y manuscritos más valiosos. El «manuscrito cifrado de Roger Bacon», como se lo conocía, fue presentado en 1921 en el Colegio de Médicos de Filadelfia.
Voynich murió en 1930 y, aproximadamente un año después, su esposa Ethel llevó fotografías del manuscrito a Henri Hyvernat, profesor de la Universidad Católica de Washington.[8] Tanto él como su asistente Theodore Petersen se sintieron intrigados por él. Petersen guardó la copia durante un tiempo e hizo una transcripción completa a mano. El manuscrito fue heredado por la amiga de Ethel y secretaria de Voynich, Anne M. Nill, quien el 12 de julio de 1961 lo vendió al librero neoyorquino Hans P. Kraus por una suma de 24.500 dólares. Sus intentos para revenderlo por 160.000 dólares no prosperaron y, en 1969, Kraus donó el manuscrito a la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Univesidad de Yale. En 1976 se realizó una primera copia en microfilm a pedido de Stephen Skinner. El manuscrito fue digitalizado en color en 2004 y 2014 y las imágenes puestas a disposición de forma gratuita en el sitio web de la Biblioteca Beinecke. Estuvo en exhibición pública por primera vez desde la vida de Voynich entre el 10 de noviembre de 2014 hasta el 26 de febrero de 2015, en la Biblioteca Folger Shakespeare de Washington DC.
En diciembre de 2015, la editorial española Siloé, con sede en Burgos, fue elegida por la Universidad de Yale para hacer una edición facsimilar del manuscrito.[13] El 3 de noviembre de 2017 Siloé anunció la culminación de la única réplica íntegra del códice, del que se pusieron en circulación 898 ejemplares.[14]
El manuscrito fue escrito de arriba a abajo y de izquierda a derecha, generalmente línea por línea, sin el uso de ninguna técnica para crear renglones rectos, aunque los márgenes izquierdos tienden a estar bastante alineados.[15] El texto está estructurado en párrafos cortos formados por grupos de caracteres separados mediante espacios y rara vez presenta enmiendas o correcciones. El sistema de escritura, que se analiza en el próximo apartado, no tiene precedentes en ningún otro documento sobreviviente de la época.
Adicionalmente, los investigadores han llamado la atención sobre los siguientes elementos:[15]
Según Betty McKaig, el manuscrito está escrito en «una escritura bellamente simétrica que se asemeja ligeramente a la escritura usada en Italia en el 1500».[19] El herbolario Sergio Toresella también opina que la caligrafía es de una mano humanista italiana del siglo XV y que todo el texto, aparentemente, fue escrito por una misma persona.[15] Aunque con reservas, la suposición de una sola autoría también era sostenida por Panofsky en 1954.[6] La ruptura llegó en la década de 1970, cuando Prescott Currier identificó al menos dos manos distintas, que llamó 1 y 2, escribiendo en dos dialectos diferenciados, A y B respectivamente.[15][20] En abril de 2020 la medievalista Lisa Fagin Davis realizó un estudio más riguroso sobre todas las páginas del manuscrito y encontró tres manos adicionales, llamadas 3, 4 y 5.[15][21] Salvo unas pocas excepciones, la división entre las diferentes manos es esencialmente a lo largo de los bifolios.
Si bien el sistema de escritura del manuscrito Voynich es escencialmente único, muchos de los glifos guardan similitudes con formas escritas conocidas. Una parte de ellos se asemejan a caracteres latinos (a, c, i, m, n, o), otros recuerdan a números arábigos (2, 4, 8, 9) —cuyo uso se constata en una amplia variedad de códigos y cifrados— o a ciertas abreviaturas de amanuense en uso durante la Edad Media.[15][19] Unos pocos caracteres también se han asociado a símbolos alquímicos,[22] aunque no es seguro que estos símbolos estuviesen en uso durante la época en que se escribió el manuscrito.[15] Existe un conjunto particular de cuatro glifos (transcriptos como f, k, p y t) que ascienden por encima de la altura habitual y, por analogía, han recibido el nombre de «caracteres de horca». Estos glifos predominan como iniciales de párrafos y a veces están adornados con bucles adicionales.[23] También se detectan formas compuestas y ligaduras.[24] Más intrigantes son las dos iniciales resaltadas en rojo en la primer página del manuscrito (f1r), que no vuelven a aparecer en el texto. Uno de ellas es muy similar al antiguo símbolo de Aries, omnipresente en los textos latinos sobre astrología y astronomía y a veces utilizado como marcador de énfasis al inicio de un párrafo.[15]
La tarea de transcripción es particularmente problemática.[25] No siempre es fácil decidir si dos glifos de aspecto muy similar son diferentes o simples variaciones producidas por la escritura a mano o si ciertas «ligaduras» están destinadas a ser caracteres individuales. Tampoco los espacios entre las palabras están claros en todos los casos. Esta incertidumbre sobre lo que constituye un solo carácter en el texto voynichés ha sido enfocada de distintas maneras por los alfabeto de transcripción. El más difundido actualmente, el EVA o Alfabeto Europeo de Voynich, distingue entre veintiséis caracteres básicos y casi una centena de glifos extraños de aparición muy infrecuente o «bichos raros», generalmente resultado de adornos y errores de trazado en glifos conocidos o de ligaduras entre ellos. En línea con las limitaciones descritas, cabe aclarar que EVA fue diseñado para representar de manera electrónica las formas que se ven en el manuscrito y permitir que el texto transcripto sea pronunciable en gran medida, no para «hablar voynichés» ni para identificar unidades semánticas o fonéticas.
Las palabras tienen un promedio de cuatro o cinco carácteres de longitud.[16] Son bastante raras las palabras de un solo carácter (ocurren principalmente con s e y) y excepcionales las que tienen más de siete u ocho. La distribución de frecuencia de un solo carácter en los alfabetos de transliteración más importantes no difiere sustantivamente de la que exhiben idiomas europeos corrientes, aunque la caída en la frecuencia parece ser un poco más pronunciada.[26][27] El texto también cumple con la Ley de Zipf, que determina que si las palabras que se encuentran en un texto se enumeran en función de su frecuencia y se clasifican en orden de frecuencia decreciente, entonces el producto del rango y la frecuencia debe ser el mismo para todas las palabras.[28] Esto acerca al voynichés a un lenguaje humano, pero no garantiza necesariamente que el texto tenga significado.[28]
Una de las singularidades del voynichés es que la forma en que los glifos se concatenan para formar palabras sigue un rígido conjunto de regularidades. Algunos glifos aparecen de forma característica al principio, en la mitad o al final de las palabras, y en ciertas secuencias preferidas.[16][29] Esto se refleja en los valores fantásticamente bajos de entropía por glifo que exhibe el texto del manuscrito, únicamente comparables a los de ciertas lenguas asiáticas, como el hawaiano y el filipino.[26][30] Así, según explican Luke Lindemann y Claire Bowen en un trabajo publicado en 2020, los carácteres del voynichés se combinan de manera extremadamente predecible:
Esta discrepancia no es atribuible al sistema de transcripción utilizado para codificar Voynich, aunque las decisiones sobre la composicionalidad de las secuencias de glifos pueden tener un efecto significativo sobre la entropía. Tampoco es el resultado de abreviaturas académicas convencionales del período histórico o la ausencia de vocales escritas. Más bien, es en gran parte el resultado de caracteres comunes que están fuertemente restringidos a ciertas posiciones dentro de la palabra. Voynichese se parece más a los idiomas tonales escritos en la escritura latina y los idiomas con inventarios silábicos relativamente limitados.
Luke Lindemann y Claire Bowen, Character Entropy in Modern and Historical Texts: Comparison Metrics for an Undeciphered Manuscript (2020), p. 37.[30]
La siguiente lista recoge varios de los patrones de preferencia aludidos:[26][29]
El investigador Jorge Stolfi descubrió una estructura subyacente a la forma en que se combinan los glifos.[31][32] En efecto, la mayoría de las palabras del texto constan de tres capas, «corteza» (prefijo), «manto» (raíz) y «núcleo» (sufijo), de las cuales la primera y la tercera están formadas por lo que él llama «caracteres suaves» y el manto por «caracteres duros». Bajo este modelo, las palabras pueden descomponerse, con escasas excepciones, como prefijo + sufijo, prefijo + raíz, raíz + sufijo o prefijo + raíz + sufijo.
Ciertas regularidades del voynichés caen bajo el paradigma de la «línea como entidad funcional». Este concepto fue acuñado por Currier en base a las siguientes observaciones:[26]
Otra característica del voynichés es la repetibilidad. Una misma palabra puede repetirse dos, tres o más veces consecutivas en una misma línea o en líneas adyacentes, a veces con pequeños cambios de uno o dos carácteres.[26][16]
Prescott Currier notó diferencias estadísticas significativas entre las secciones escritas por la mano 1 y por la mano 2 en la sección herbaria y llamó a estas diferentes formas de voynichés como «Lengua A» y «Lengua B», respectivamente.[33] Análisis más recientes han confirmado las diferencias señaladas por Currier.[34] Por ejemplo, las palabras de A tienden a ser más cortas que las de B; si en B el sufijo dy abunda en las palabras más frecuentes, en A es casi inexistente. Sin embargo, los dialectos A y B no son necesariamente homogéneos internamente.[34] Palabras como cheol o terminadas -eol son mucho más comunes en el A de la sección farmacéutica que en el A del herbario, donde cth es frecuente como inicial de una palabra. Del mismo modo, la sección de recetas (lengua B) parece estar compuesta por dos partes diferenciadas, principalmente, por la frecuencia de aparición de la palabra qokeey.
En ciertas páginas del manuscrito se encuentran carácteres y cadenas de texto aisladas —marginalia— cuyo análisis pormenorizado puede aportar datos importantes sobre la procedencia del mismo:[15]
La última escritura adicional, en el f116v, es uno de los textos más debatidos y controvertidos de todo el manuscrito.[15] Hay una primera secuencia de texto en el margen superior de solo tres palabras y más abajo un párrafo de tres líneas; en la primera y la segunda línea las palabras se separan por una cruz '+', mientras que en la tercera las dos primeras palabras están en voynichés y se vuelven a usar espacios como separador.[35] En la esquina superior izquierda del folio también aparecen algunos bocetos pequeños: un objeto alargado que podría ser un frasco, un animal cuadrúpedo similar a una cabra y una figura femenina desnuda. Existen muchas lecturas y transcripciones divergentes de esta marginalia, pero en ningún caso el texto se ha logrado traducir íntegramente.[37] Zandebergen describe el idioma como una «mezcla de pseudo-latín y alemán».[15] Se acostumbra a llamarlo «michitonés» en referencia a sus primeras palabras: michiton oladabas.
Con excepcion de los folios 1r, 76r, 85r1, 86v6 y 86v5, todas las páginas del manuscrito están ilustradas.[38] Aunque ciertos autores han especulado con la posibilidad de que las ilustraciones se hayan introducido para despistar al posible descifrador y no guarden relación con el texto adjunto, generalmente se admite que ambos elementos deben formar un todo relacionado, habilitando la división del manuscrito en seis secciones temáticas:[39][1]
No hay duda de que el contorno de cada ilustración se dibujó antes de la fase de escritura, ya que el texto evita cuidadosamente los dibujos,[38] y para investigadores como Albert Howard Carter, William Friedman o John Tiltman es muy probable que ambas tareas hayan recaído en la misma persona.[39] Respecto a la pintura, Stolfi sugiere que se realizó en varias etapas e involucró a un «pintor claro», más prolijo, y un «pintor pesado», más descuidado.[3] Si en esta etapa no participaron los compositores originales del manuscrito, entonces los colores pudieron agregarse más o menos arbitrariamente y dificultar o engañar a quienes buscan identificar las plantas de la sección herbaria.[4]
Muchos autores han calificado las ilustraciones como «torpes», «toscas» e «infantiles», hechas por una persona carente de habilidad artística, en cualquier caso de baja calidad si se las compara con otras producciones medievales.[40] Wilfrid Voynich admitió que esta característica lo hacía un «patito feo» entre los demás manuscritos, lo cual aumentó su interés por él, y en 1957 el historiador británico Charles Singer sentenciaba que «las figuras de las plantas no son botánicas en absoluto, sino del tipo que uno hace al garabatear o cuando los niños dibujan plantas».[40] Por el contrario, para Carter las ilustraciones «están hechas con gran cuidado, no con la atención de proporcionar una imagen agradable, sino más bien con atención a la precisión de los detalles».[40]
El análisis químico realizado en 2009 por el laboratorio de investigación McCrone Associates, contratado por la Universidad de Yale, reveló que la tinta utilizada en el cuerpo principal y los dibujos estaba hecha a base de óxido de hierro, el pigmento azul se componía principalmente de azurita molida, con pequeñas trazas de cuprita, el verde era un complejo orgánico de cobre con compuestos de estaño y hierro, además de sulfato y carbonato de calcio y pigmento azul, y para el marrón rojizo se utilizó óxido de plomo con compuestos de potasio, sulfuro de hierro y palmierita.[41]
Las páginas de la sección herbaria contienen una, excepcionalmente dos, ilustraciones de plantas y hierbas junto a párrafos de texto que las evitan cuidadosamente.[38][42] En este sentido, la composición texto-imagen no difiere mucho a la de otros manuscritos de hierbas producidos entre la Antigüedad tardía y el Renacimiento temprano.[38]
Los botánicos O'Neill y Holm llevaron a cabo las primeras identificaciones tentativas de las hierbas en la década de 1940.[38][43] Numerosos especialistas y aficionados se han sumado a esta tarea comparando las ilustraciones con ejemplares de la naturaleza o bien con dibujos de herbarios medievales.[38]
Cabe destacar que algunas plantas exhiben estructuras que son imposibles en la naturaleza, como tallos que se bifurcan y luevo vuelven a unirse o que nacen directamente de raíces cortadas transversalmente, a similitud del tocón de un árbol. Otras están adornadas por elementos que podrían ser mnemotécnicos o simbólicos (asociados al nombre o uso medicinal de la hierba en cuestión): un pequeño animal similar a un dragón acompañando a la ilustración del f25v, dos serpientes debajo de la planta del f49v o raíces que recuerdan a unas garras (f1v), unas alas desplegadas (f46v) o un león (f90v), a veces con rostros humanos adjuntos a ellas (f33r, 89r1).[44] Existen paralelismos conocidos de esta práctica en varios herbarios antiguos. D' Imperio también detecta un interés por la simetría en la disposición de los tallos, hojas y raíces.[45]
Una parte de la sección astronómica se compone por dibujos circulares cargados de estrellas dispersas o agrupadas en patrones radiales, generalmente con sus respectivas etiquetas.[38][46] En el centro de estos diagramas se han incluido los rostros del sol o la luna, o bien alguna figura parecida a una flor, una estrella o un espiral. El texto fluye concentricamente alrededor de la circunferencia exterior y, dentro del circulo, de manera radial, aunque varios folios también presentan algún párrafo por fuera del dibujo.
La otra parte de esta sección contiene diagramas circulares con un emblema de un signo del zodíaco en el centro y dos o tres secciones concéntricas cargadas con pequeñas figuras de ninfas o mujeres, casi siempre desnudas o bien con ropa visible que incluye velos, sombreros, coronas y vestidos de considerable elaboración, sosteniendo una estrella y a veces saliendo de unos objetos que parecen ser latas o canastos.[38][47] El zodíaco no comienza con Aries, sino con Piscis, lo cual es muy inusual.[38] Además, faltan las ilustraciones de Capricornio y Acuario, pero al parecer el folio donde deberían haber aparecido está perdido. El nombre del mes correspondiente a cada signo está escrito en una letra diferente al voynichés y probablemente posterior.[48]
La sección cosmológica comprende un conjunto de diagramas geométricos, en su mayoría circulares, que no pueden clasificarse fácilmente como ilustraciones astronómicas o zodiacales.[38][49] El uso del término «cosmológico» para calificar estas páginas proviene de William Newbold, en su obra póstuma The Cipher of Roger Bacon (1928).[38] La más imponente de ellas se conoce como la «página de rosetas» (f85v-86r), un desplegable de seis páginas con un gran e intrincado dibujo circular en el centro, que incluye seis estructuras en forma de torre sosteniendo un plano lleno de estrellas, rodeado de ocho dibujos circulares algo más pequeños, todos conectados entre sí por lo que parecen caminos, tubos y columnas parciales.[50][51] Cabe destacar que el círculo superior derecho y algunos de los caminos de conexión tienen dibujos de pequeños edificios y murallas, incluido un castillo con almenas gibelinas que ha servido para ubicar el origen geográfico del manuscrito al norte de Italia y Europa Central.[50] Otros diagramas de esta sección (f68v3, f86v3 y f85v-86r) también parecen contener mapas de T en O.[38]
La sección biológica contiene secuencias de figuras femeninas desnudas, de abdomen distentido y caderas albutadas, con el pelo suelto o recogido con un tocado, ejecutando diversas poses dentro de lo que parece ser un complejo de tuberías, vasijas y bañeras que transportan líquidos.[38][52] En ocasiones estas mujeres sostienen algún objeto, como una cruz, una flor, un anillo o un artefacto circular.
La investigadora Mary D' Imperio ha calificado a los dibujos de esta sección como de «los más misteriosos y extraños de todos los grandes enigmas con los que nos enfrenta el manuscrito Voynich».[53] Se han relacionado con las doctrinas de la medicina humoral galénica, las propiedades curativas de ciertas plantas, los baños terapéuticos e incluso con órganos de la anatomía humana.[53]
La sección farmacéutica se compone por un total de cincuenta y siete filas de pequeñas partes de hierbas, como raíces y hojas u ocasionalmente plantas completas, alineadas respectivamente a unos objetos que recuerdan a contenedores o recipientes farmacéuticos, dibujados en el margen izquierdo del folio.[38][48] Estos envases presentan un diseño geométrico y ornamentado, con varias secciones cilíndricas que se estrechan hacia arriba o en una forma más complicada, a veces con soportes o pies. Mientras algunos de ellos parecen vacíos o tienen una tapa, otros almacenan algún líquido que se ha pintado de verde o azul. Los recipientes más simples también han sido comparados con los primeros microscopios.
La última sección del manuscrito consta únicamente de texto con estrellas dibujadas al margen.[38] La mayoría de ellas tiene una cola y de siete a ocho puntas, están pintadas enteramente de rojo o bien llevan un centro rojo, amarillo desteñido o un punto de tinta negra. Casi siempre hay una acompañando el inicio de un nuevo párrafo, a modo de viñeta.
El profesor norteamericano William Newbold fue uno de los primeros eruditos en recibir copias del manuscrito por parte de su descubridor.[6][54] Trabajó en él y en otros textos alquímicos atribuidos a Roger Bacon durante varios años más antes de su repentina muerte, en 1926. El proceso de descifrado que ideó consistía en examinar cada glifo individual bajo una lupa potente e identificar unos supuestos caracteres taquigráficos, aparentemente basados en un sistema griego de abreviaturas.[55] Este arreglo se transformaba en subsiguientes etapas hasta llegar a un anagrama que, resuelto, devolvía el texto plano en latín.
Newbold concluyó que el manuscrito había sido escrito por Roger Bacon utilizando un microscopio de extraordinaria potencia. Su contenido incluía descubrimientos tan sensacionales como la descripción de un eclipse solar anular, el descubrimiento de los gametos humanos o la forma espiral de la galaxia de Andrómeda, que vio representada en el diagrama circular del f68r.
A pesar del éxito inicial de su teoría, que encontró la aceptación de Wilfrid Voynich y un abanico de especialistas en Bacon y filosofía medieval, en 1931 John Manfred Manly publicó una refutación completa en la revista Speculum.[56] Allí explicó que los diminutos trazos que Newbold había interpretado como signos taquigráficos griegos eran simples grietas de la tinta en la superficie rugosa del pergamino y rechazó su procedimiento para generar anagramas por ser demasiado libre y permitir varias decodificaciones para un mismo bloque de texto, entre otras observaciones criticas. Según D'Imperio, la desacreditación de un trabajo que había sido aclamado y publicitado por especialistas de renombre ahuyentó a nuevos investigadores durante algunos años, renuentes en arriesgar su propia reputación en el problema del manuscrito.[57]
En 1943, un abogado de Rochester llamado Joseph Martin Feely propuso que el texto del manuscrito había sido cifrado mediante sustitución simple de un latín muy abreviado.[6][58] Según él, su descifrado favorecía y confirmaba la autoría de Roger Bacon. Nadie, sin embargo, aceptó esta solución como válida. John Tiltman se refirió a ella en 1967 como un «método poco metódico [que] produjo texto en un latín medieval inaceptable, en formas abreviadas no auténticas». Cabe destacar que Feely nunca tuvo en sus manos una copia del manuscrito, por lo que debió trabajar con las ilustraciones de la obra póstuma de Newbold.
El reconocido criptoanalista William Friedman comenzó a estudiar el manuscrito en 1920 y propuso que el voynichés podría ser una lengua sintética universal construida sobre la base de categorías o clases de palabras con terminaciones codificadas u otros afijos.[6][59] Tiltman investigó esta hipótesis en detalle, concluyendo que los ejemplos de lenguajes construidos señalados por Friedman eran demasiado sistemáticos para explicar las singulares características del texto voynichés.[60][61] Postuló, en cambio, un lenguaje que emplea una «mezcla muy ilógica de diferentes tipos de sustitución», similar al diseñado y expuesto por Cave Beck en su obra The Universal Character, de 1657. El problema radica en que todas estas lenguas sintéticas se remontan a la segunda mitad del siglo XVII, una fecha demasiado tardía para la composición del manuscrito.[60]
El profesor Leonell C. Strong creyó encontrar la solución al manuscrito en un complejo cifrado de sustitución polialfabético cuyos detalles, sin embargo, nunca reveló del todo, y propuso como autor al médico y astrólogo Anthony Ascham, que publicó varios almanaques, un tratado de astronomía y un herbario.[6][62] El texto plano estaría escrito en alguna forma de inglés medieval y, en palabras de Strong, trataría de «una discusión extremadamente sincera sobre las dolencias de la mujer y los asuntos prácticos del lecho conyugal». Esta solución nunca fue tomada en cuenta por los estudiosos. En 1962 Elizabeth Friedman, esposa del ya mencionado William Friedman, afirmaría al respecto:
Expertos dijeron que lo que [Strong] produjo no era un inglés medieval. En cuanto a su método de cifrado, dijo poco al respecto, pero lo que hizo no tenía sentido para los criptólogos.Elizabeth Friedman, The Most Mysterious Manuscript still Mysterious (1962).[62]
En la década de 1970 Robert Brumbaugh, profesor de filosofía medieval en la Universidad de Yale, reclamó haber descifrado algunas etiquetas de plantas de la sección farmacéutica así como de los mapas estelares.[6] Su método consistía en reemplazar cada glifo del texto por números del 1 al 9 (o del 0 al 9, no está claro), agrupar el resultado en bloques de nueve casillas y asignarle a cada uno de estos digitos distintas letras según arreglos alfabéticos diferentes.[63] De las palabras formadas por esta sustitución se debía elegir entre las que fuesen pronunciables. La hipótesis de Brumbaugh es que el manuscrito había sido escrito por Dee o Kelley para venderlo al emperador Rodolfo II a cambio de una sustanciosa suma de dinero, pero de todos modos podía contener texto significativo.
En 1976, en su artículo The Voynich Manuscript Revisited, el lingüista James R. Child afirmó que el manuscrito fue escrito en un «dialecto germánico del norte hasta ahora desconocido».[6][64] Child continuó estudiando el manuscrito y tiene un sitio web donde expone su propuesta:[65]
Esta investigación examina el manuscrito Voynich a través de una lente filológica alemana, utilizando el análisis lingüístico para identificar los idiomas del manuscrito que parecen ser idiomas germánicos, específicamente el gótico, el jutish, una forma temprana del danés, y quizás muestra influencias eslavas.
En su libro de 1978, Letters to God's Eye: The Voynich Manuscript for the first time deciphered and translated into English, John Stojko propuso que el manuscrito es una copia de una serie de cartas en ucraniano cuyo contenido se cifró eliminando las vocales y escribiendo las consonantes en un alfabeto secreto.[6] Pero la arbitrariedad con que Stojko reintrodujo las vocales y alteró los espacios de palabra para forzar el descifrado, el hecho de que el texto plano no guarde ninguna relación con las ilustraciones y que la historia de fondo tampoco coincida con la historia generalmente aceptada de Ucrania contribuyeron a que su teoría no haya tenido una acepción positiva entre los especialistas.
En 1987, Leo Levitov tradujo el manuscrito desde un «criollo basado principalmente en flamenco» y reveló que su contenido trataría sobre un culto cátaro de seguidores de Isis y ritos ligados con la eutanasia.[6] La faceta lingüística de esta solución fue atacada en 1991 por Jacques Guy; siete años después, en 1998, el especialista Dennis Stallings concluyó que «la evidencia histórica disponible sobre el catarismo contradice su reclamo de desciframiento del manuscrito Voynich».[66]
En 2001 James Finn sostuvo que el manuscrito se escribió en hebreo codificado visualmente y fue entregado por seres extraterrestres para advertir del fin de los tiempos.[67] A través de la transcripción ofrecida por el alfabeto EVA, Finn ha podido leer palabras en hebreo que se repiten con diversas deformaciones para confundir al descifrador (lo que él llama «codificación visual»), como ain («ojo») y sus variantes aiin y aiiin, y traducido algunas páginas.
La doctora en química Edith Sherwood sostiene que el manuscrito fue escrito por Leonardo da Vinci cuando era niño utilizando un idioma italiano medieval y codificación por anagramas.[6][68] Ha elaborado su propio alfabeto de transcripción, basado en el EVA, con el que asegura haber «descifrado» exitosamente los nombres de las plantas de la sección herbaria.
En enero de 2014 el profesor de lingüística aplicada Stephen Bax propuso una decodificación provisional de un conjunto de diez nombres propios del texto, junto con los valores de sonido de catorce glifos y grupos de glifos voynicheses, sobre la base de la comparación con herbarios medievales y nomenclatura vegetal de varios idiomas.[69][70] Su conclusión es que el manuscrito no se trata de un engaño ni un cifrado elaborado, pero podría estar escrito en algún idioma no europeo del Cercano Oriente, el Caucáso o Asia.
En 2001 James Comegys concluyó que el manuscrito es un libro médico escrito en nahuatl y tiene su origen en el México del siglo XVI. La teoría fue retomada en 2013 por los investigadores Arthur O. Tucker, Rexford H. Talbert y Jules Janick sobre la base de los siguientes argumentos:[71][72]
Esta hipótesis ha sido fuertemente criticada por la comunidad de estudio del manuscrito. No solo las supuestas traducciones no respetan la fonología del nahuatl,[73] sino que las ligaduras tl, de o dl eran parte del repertorio habitual de los escribas europeos mucho antes del descubrimiento de América; no sirven, por tanto, para probar una procedencia del manuscrito postcolombina.[74]
Según un artículo publicado en abril de 2019 por el doctor Gerard Cheshire de la Universidad de Bristol, el manuscrito estaría escrito en protorromance.[76] Dicho investigador explica en términos lingüísticos lo que hace que el manuscrito sea tan inusual:[77]
Utiliza una lengua extinta. Su alfabeto es una combinación de símbolos desconocidos y más familiares. No incluye signos de puntuación dedicados, aunque algunas letras tienen variantes de símbolos para indicar puntuación o acentos fonéticos. Todas las letras están en minúsculas y no hay consonantes dobles. Incluye diptongos, trifongos, cuadrifongos e incluso quintifongos para la abreviatura de componentes fonéticos. También incluye algunas palabras y abreviaturas en latín.
Este artículo no fue bien recibido por los especialistas en estudios medievales.[78][79]
Las extrañas propiedades del texto voynichés han llevado a pensar en la posibilidad de que haya sido generado mediante algún procedimiento estocástico y, por ende, no tenga sentido.
En 2003 el especialista en computación Gordon Rugg mostró que se podía reproducir texto con características cualitativas similares a las del manuscrito mediante el uso de una tabla con prefijos, raíces y sufijos combinados por medio de una plantilla de papel perforado.[80] Gordon calculó que con este método, conocido como rejilla de Cardano, un estafador inteligente tardaría una o dos horas en escribir una página completa y en unas pocas semanas podría terminar el manuscrito para, luego, venderlo por una suma importante de dinero.
En 2016 Rugg y Gavin Taylor volvieron a publicar un artículo en la revista Cryptologia donde aseguran demostrar que el método de la rejilla puede reproducir las principales características estadísticas cuantitativas del texto voynichés, como una distribución de frecuencias de palabras que imita la distribución de Zipf, una distribución simétrica de frecuencias de longitud de palabras y una distribución no homogénea de palabras y sílabas en un corpus de texto producido con este método.[81]
En 2014 Torsten Timm descubrió que conjuntos de glifos idénticos o muy similares tienden a aparecer muy cerca uno del otro y propuso que el texto voynichés se generó por un método de autocopia.[82]
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