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escritor guatemalteco De Wikipedia, la enciclopedia libre
Rafael Arévalo Martínez (Ciudad de Guatemala, 25 de julio de 1884 - ibídem, 12 de junio de 1975), fue poeta, escritor, ensayista y dramaturgo guatemalteco, considerado uno de los antecesores del realismo mágico.[2] Es uno de los escritores guatemaltecos más reconocidos de la «generación del 10».[3]
Rafael Arévalo Martínez | ||
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Rafael Arévalo Martínez aproximadamente en 1930[lower-alpha 1] | ||
Información personal | ||
Nacimiento |
25 de julio de 1884 Ciudad de Guatemala (Guatemala) | |
Fallecimiento |
12 de junio de 1975 o 13 de junio de 1975 Ciudad de Guatemala (Guatemala) | |
Nacionalidad | Guatemalteco | |
Lengua materna | Castellano | |
Familia | ||
Cónyuge | Evangelina Andrade[1] | |
Hijos | Emilia, Rafael, Alberto, Eva, Alfonso, Manuel, Teresa Arévalo Andrade[1] | |
Información profesional | ||
Ocupación | diplomático, escritor, periodista | |
Años activo | Siglo xx | |
Movimiento | Realismo Mágico | |
Lengua literaria | Castellano | |
Género |
Periodismo Novela PoesíaCuento. | |
Obras notables |
| |
Miembro de | Academia de Geografía e Historia de Guatemala | |
Distinciones |
Orden del Quetzal (Guatemala) Gran Cruz de la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío (Nicaragua). | |
«Rafael Arévalo Martínez fue filiforme y trémulo, con talento lunar y rostro de paludico monaguillo medieval. Al hablar, en su cuello de avestruz la picuda manzana forcejeaba como ratón atrapado. Aspecto de gotera paulatina, tallarín filosófico, triste, muy triste, como mudo cascabel paralítico de roedora. Sonrisa pálida de fauno con ojos de color de pesadumbre y tedio. Pergamino locuaz, cuyos labios decían menos que su mirada, lírico espárrago miope, muy miope, en celo, en celo siempre, de urticante voz amarilla que lanzaba saetas de vidrio, sensible e imaginativamente discurría con su ultimo aliento de zancuda, en inminencia de dispararse en el aire. ¿Cuántas onzas pesaba?» —Tomado de:Cardoza y Aragón, Luis. «El Río, novelas de caballería». Página de la Literatura Guatemalteca. Archivado desde el original el 20 de junio de 2014. Consultado el 8 de octubre de 2014.. |
El escritor nació en la ciudad de Guatemala en 1884. Era un niño tímido, enfermizo y endeble, pero con talento. Estudió en los colegios «Nia Chon» y «San José de los Infantes», pero no logró terminar ni siquiera el bachillerato debido a problemas de salud.
Formó parte de un grupo de artistas, literatos y poetas (Carlos Mérida, Rafael Rodríguez Padilla, Rafael Yela Günther, Carlos Valenti, Carlos Wyld Ospina y los hermanos De la Riva), que laboraron en gran cohesión junto a Jaime Sabartés, catalán que llegó a Guatemala en 1906 desde Barcelona, donde compartiera una estrecha amistad con Pablo Picasso; a estos artistas se les conocía como la «generación del 10». Arévalo Martínez y los miembros de la generación del 10 desempeñaron un papel crucial en la literatura del siglo xx de Centro América ya que guiaron la literatura de Guatemala fuera del Modernismo y la enfocaron hacia las nuevas tendencias contemporáneas. Más tarde Arévalo Martínez trazó su propia senda, pero son muchos los escritores guatemaltecos que le agradecen sus consejos como maestro de gramática.
Arévalo Martínez cultivó la narrativa y la poesía. Sus primeros pasos públicos en la literatura los dio en 1905: en ese año apareció publicado en un diario su primer poema y en 1908 presentó Mujer y niños al concurso de cuentos de la revista Electra, que obtuvo el primer premio. En 1911, junto a Jaime Sabartés decidieron alquilar con sus esposas una casa con el objeto de ahorro de ambas familias. Con Francisco Fernández Hall en 1913 fundó y dirigió la revista Juan Chapín, órgano principal de la «generación de 1910», llamada también «generación del Cometa» -por el paso del Cometa Halley ese año.[4] Escribió en periódicos y revistas tanto nacionales como extranjeros; en 1916, Arévalo Martínez residió un tiempo en Tegucigalpa como jefe de redacción de El Nuevo Tiempo, pero pronto regresó a su patria, donde en 1918 fue nombrado secretario general de la Oficina Centroamericana, en la que había laborado desde 1915 en la revista que editaba esa institución. En 1921 fue elegido miembro correspondiente de la Real Academia Española y el 15 de septiembre de 1922, junto con Alejandro Córdova, Carlos Wyld Ospina y Porfirio Barba Jacob fundaron el periódico El Imparcial.[lower-alpha 2] Fue colaborador de El Imparcial, Diario de Guatemala, redactor en jefe de La República y Nuestro Diario y dirigió la revista Centro América.[5]
Fue presidente del Ateneo Guatemalteco, director de la Biblioteca Nacional de Guatemala durante dieciocho años, hasta que en 1945 fue nombrado delegado de su país en la Unión Panamericana -llamada Organización de Estados Americanos luego de la Segunda Guerra Mundial- y de la Biblioteca Mexicana en Guatemala. Llegó a ser miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua.[5]
Se considera como su obra cumbre a «El hombre que parecía un caballo y otros cuentos», que versaba sobre un personaje aparentemente homosexual y que varios críticos consideraron que estaba basado en el poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, quien residía en Guatemala y era amigo de Arévalo Martínez en esa época.[2]
Arévalo Martínez tuvo un papel contradictorio cuando trató con los dictadores liberales Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico; en 1917, pronunció el discurso inaugural de las Fiestas Minervalias -conocido evento educativo que organizaba el gobierno del licenciado Estrada Cabrera para adular al presidente- y en el que llamó al presidente «un gran hombre patrio».[6] Por otra parte, con ocasión de celebrarse el cumpleaños del presidente Ubico el 10 de noviembre, dice de este: «Una de las pocas fechas en que un pueblo ha podido celebrar dignamente el cumpleaños de su Mandatario es ésta del diez de noviembre en Guatemala. La actuación del Presidente Ubico es ostensible. Con fuerte vocación de estadista vivió y vive para Guatemala, a la que ama. Sólo así se explica su fructuosa labor en todo orden de cosas».[7]
Pero luego del derrocamiento del general Ubico el 1 de julio de 1944 y pasadas las tribulaciones de la Revolución de octubre de 1944, criticó duramente los años del gobierno del licenciado Manuel Estrada Cabrera y los del general Jorge Ubico, en los libros ¡Ecce Pericles! (1945) y Ubico respectivamente; es más, también fue autor del cuento Las fieras del trópico, cuyo personaje principal, José Vargas, representa la figura de Jorge Ubico, cuando este era Jefe Político de Retalhuleu durante el gobierno de Estrada Cabrera.[7]
Curiosamente, en los libros biográficos donde critica a ambos dictadores, también hace serios señalamientos a los autores que los lisonjeaban, como Enrique Gómez Carrillo, Máximo Soto Hall y José Santos Chocano,[8] pero cuidándose muy bien de mencionar sus propios escritos aduladores.[7]
Entre los reconocimientos que obtuvo destacan las condecoraciones con la Orden del Quetzal de Guatemala y la Gran Cruz de la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío (Nicaragua).
Arévalo Martínez es una de las figuras más importantes en esta renovación, porque aportó a la narrativa hispanoamericana técnicas, temas y corrientes esenciales en el desarrollo de la literatura contemporánea en Hispanoamérica.[9]
El primero en reconocer la identidad del señor de Aretal, y en popularizar la interpretación de la relación homosexual, fue Porfirio Barba-Jacob (Ricardo Arenales), en quien se basó Arévalo Martínez para escribir la obra. Por lo visto, el poeta colombiano supo que él era el protagonista aún antes que el propio autor, ya que, según Teresa Arévalo, al componer el cuento su padre, «no se dio cuenta de que su personaje principal era la pintura de Ricardo Arenales». La misma autora relata más adelante cómo le fue hecha la revelación: al leer su padre la obrita al amigo, «Arenales sufrió una inmensa conmoción. Se levantó de su asiento como presa de una crisis nerviosa. Se paseó por la alcoba y mientras tanto le hizo (a Arévalo Martínez) la brutal confesión de todos sus vicios» explicándole al mismo tiempo que la obra no se podría publicar nunca porque el hacerlo, lo «llenaría de ignominia». —Tomado de: Salgado, María (1974). La narrativa de Rafael Arévalo Martínez: el autor frente a su obra. p. 778.[11]. |
«Cantó cisnes, cantó rosas; Ya es anciano; ya es anciano cuando empieza ¿De poeta, niño y loco quién no tiene un poco, un poco...? Hizo cánticos extraños; |
¡Oh maestro! ¿no te pasa lo que a mí ¡Oh Maestro! II «Lentamente en su vida todo verse se pierde. |
«San Francisco de Asís, el divino San Francisco sentía que el muro |
«Y adelante y al lado y en pos Y sintió los extraños temblores |
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