Nobleza en el Perú
personas de clase alta y buena posición económica / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
Estimado Wikiwand AI, Seamos breves simplemente respondiendo estas preguntas clave:
¿Puede enumerar los principales datos y estadísticas sobre Nobleza en el Perú?
Resumir este artículo para un niño de 10 años
La nobleza en el Perú estuvo conformada, en su mayoría, por españoles y sus descendientes (criollos) establecidos en el Perú durante la Conquista, el Virreinato y los inicios de la República, pero también por una cantidad significativa de Caciques indígenas que ya eran nobles desde tiempos pre-hispánicos. Los títulos fueron concedidos por la Corona de España, en su mayoría durante el reinado de Felipe V, siendo el Virreinato del Perú el territorio que contó con más nobles titulados en toda Iberoamérica, 127 aproximadamente.[1][2] Hay que recordar que la nobleza no sólo estaba constituida por los títulos nobiliarios, sino también por los caballeros de las Órdenes Militares -muy numerosos también en los reinos indianos-, y por los hidalgos de sangre y de privilegio, como los señores de Tejada.
Para ganarse un título nobiliario durante el Virreinato del Perú, algún integrante de una familia debía lograr una hazaña heroica (sobre todo en guerra), efectuar algún logro notable (mayormente aportaciones culturales o económicas con un desempeño extraordinario a favor del reino), ocupar una posición prominente y meritoria en el gobierno que lograse afianzarse por tradición (usualmente a través del Pactismo español o el Derecho consuetudinario indígena), o comprarlo a través de los premios de hidalguía (con la condición de tener cualidades morales y no ser alguien infame entre el pueblo), siendo así que el Rey de la Corona de Castilla haría concesiones de nobleza a está persona y sus descendientes para con los Reinos de Indias.[3]A su vez, existía 2 tipos de reconocimiento de nobleza, la “natural” o de “sangre”, referido hacia todos los nobles que adquirieron fama y reputación por sus méritos y servicios de una familia, y la “civil” o de “privilegio”, referido para los nobles cuya existencia estaba condicionada al reconocimiento público de una persona por sus servicios a nivel local. Estos últimos requerían el reconocimiento del Rey para que les premie por sus servicios, e inicialmente eran una concesión personal (que con el tiempo podía permitirse o no que se transmita a los hijos, naciendo los linajes).[4]
Los títulos de nobles indígenas no eran considerados títulos de Castilla (que le correspondía a los nobles criollos a través de la Cámara de Castilla), sino que fueron catalogados en un fuero propio como títulos de Las Indias (que le correspondía a través de la Cámara de Indias).[5][6][7][8] Con ello, se mantenía a la nobleza indígena como hermanos menores de la nobleza criolla, de modo análogo a la subordinación jurídica del Reino de Indias (representante de la República de Indios) a la Corona de Castilla (representante de la República de españoles). Sin embargo, esta desigualdad ante la ley (en cuanto a que los indios tenían menos deberes civiles que los españoles) no anulaba su igualdad de dignidades ante el derecho, exigiendo el rey de España y la Iglesia Católica en las Leyes de Indias que se les tratase del mismo modo que a cualquier Señor Europeo por sus Justos Títulos.[9] Algo que fue demostrado cuando Carlos II de España emitió la Real Cédula de Equiparación en 1697, en donde se recalcaba que los nobles indios eran iguales a los nobles españoles (hidalgos) y debían tener las mismas oportunidades de acceso a las instituciones políticas del virreinato.[10] Además, los títulos eran patrimonio de la Corona Española y no una propiedad de las personas (que más bien lo recibían por concesión y hacían uso de estos por ostentación), por lo que podían extinguirse o declarar al poseedor como indigno de los privilegios. Tampoco eran enajenables, sino que estaban sometidos a las leyes del Mayorazgo, y la herencia de los títulos solo podía ser por Licencia real.[11] En América la nobleza titulada usualmente la constituían los títulos de marqués (gobernador de frontera) y conde (compañero del rey en la guerra), mientras que la dignidad de Barón fue traído del extranjero. Los hidalgos españoles y caciques indios no eran nobleza titulada, aunque podían acceder a la titulación de obtener una merced del rey, cosa muy solicitada en la correspondencia de nobles indios y criollos hacia la España peninsular.[12]
Esta clase social clase gozaba de privilegios como: no pagar determinados impuestos (en el caso de la nobleza indígena, estaban exentos del tributo indígena o la Mita), ser dueños de grandes extensiones de tierras (usualmente acompañado de Siervos, del que los nobles tenían la obligación de protegerlos y satisfacer sus necesidades básicas), poseer castillos y posesión de armas. De presentarse algún tipo de conflicto armado, los nobles estaban obligados a entrar al servicio de sus reyes para defender su causa, sobre todo en caso de guerras internacionales o intentos de revolución. A su vez, está clase social poseía blasones nobiliarios que servían como los principales símbolos de poder entre sociales, con una importancia altísima en tanto que estos símbolos los podían entender cualquier persona (sea letrada o iletrada, sea indio, negro, mestizo o español), que entenderían que su poseedor era miembro de un estatus socioeconómico alto. Por dicha razón solían ser puestos y grabados en lugares muy visibles, como los dinteles de las puertas, las lápidas de un fallecido, los adornos del hogar o las calles, los sellos de los bienes y propiedades, e incluso en los bordados de los trajes. Frente a ello, el Perú, junto a México, serían los poseedores del patrimonio de heráldica indígena más rico en todo el continente americano.
Su legado perduraría incluso luego de la abolición de la nobleza, ya que mientras la mayoría de familias nobles (sobre todo indígenas y españoles peninsulares que no se les incluyó en el proyecto republicano) quedarían destrozadas tras el triunfo del Liberalismo, otras familias nobles (sobre todo criollas y mestizas aliadas) lograrían adaptarse y formarían parte de las elites políticas que surgieron en el Perú independiente (o al menos pequeñas elites regionales) al volverse Capitalistas con una red de familias que solían vincularse solo entre ellas, en una alta sociedad muy exclusiva donde perduraron sus privilegios en el ámbito económico. Destacarían familias como Grau Orlandini, Reboa von Preussen, Grau Belmont, De Osma Berckemeyer, Hildebrandt Perez-Treviño, Tudela van Breughel-Douglas Santos Sicos, Tupac Yupanqui Blomberg, Tupac Yupanqui Beuzeville, Chukiwanka Ayulo, Betancourt Tupac-Amaru, Quispe Ortigoza, Waskar De Leon, De Castro Guaypartupa Inga, etc. Sin embargo, estos ex-nobles, desnaturalizados de sus antiguas exigencias aristocráticas y convertidos en burgueses (aunque no necesariamente Industrializadores), crearían controversias, como el haber participado en el desarrollo de una Oligarquía criolla en las zonas urbanas,[13] o del Gamonalismo en las zonas rurales,[14] lejos de practicar sus antiguos deberes políticos señoriales del sistema corporativo pre-capitalista, y acusados de solo propiciar una economía Mercantilista y Feudal. Aunque también ha habido varios casos notables de descendientes de nobles participando en movimientos por la defensa de la Justicia social, o por lo menos financiando actividades de Caridad y Filantropía, tratando de mantener la práctica de los valores de virtud y nobleza que hacían ostentación (a veces con colaboración de la Iglesia católica, continuando su tradicional devoción religiosa), incluso unos cuantos paradójicamente se harían Socialistas.