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Máquina de escribir Sholes y Glidden
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La máquina de escribir Sholes y Glidden (también conocida como la Remington N.° 1) fue la primera máquina de escribir en tener éxito comercial. Fue diseñada principalmente por el inventor estadounidense Christopher Latham Sholes y desarrollada con la ayuda del también prensista Samuel W. Soulé y el mecánico aficionado Carlos S. Glidden. Los trabajos comenzaron en 1867, pero Soulé abandonó la empresa poco después. Fue sustituido por James Densmore, quien proporcionó apoyo financiero y fue la fuerza que impulsó el continuo desarrollo de la máquina. Tras varios intentos fallidos para fabricar el dispositivo, E. Remington and Sons adquirió la máquina a principios de 1873. Remington, un fabricante de armas que buscaba diversificarse, siguió perfeccionando la máquina de escribir antes de sacarla finalmente al mercado el 1 de julio de 1874.
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Durante su desarrollo, esta máquina de escribir pasó de ser una curiosidad rudimentaria a un dispositivo práctico, cuya forma básica se convirtió en el estándar de la industria. La máquina incorporaba elementos que se volvieron fundamentales para el diseño de máquinas de escribir, tales como una pletina cilíndrica y un teclado QWERTY de cuatro filas. Sin embargo, el diseño seguía presentando algunas deficiencias. La máquina Sholes y Glidden solo podía imprimir en letras mayúsculas cerradas—un problema que se solucionó con su sucesora, la Remington N.° 2—y era una especie de «máquina de escribir a ciegas», es decir, el mecanógrafo no podía ver lo que estaba escribiendo a medida que la usaba.
Al principio, la máquina de escribir tuvo una acogida poco entusiasta por parte del público. La falta de un mercado establecido, sus costos elevados y la necesidad de contar con operarios cualificados frenaron su adopción. Además, los destinatarios de mensajes escritos a máquina consideraban que la escritura mecánica y toda en mayúsculas era impersonal e incluso insultante. Sin embargo, las nuevas tecnologías y la expansión de empresas de comunicación a finales del siglo XIX habían creado la necesidad de una correspondencia expedita y legible, por lo que la máquina Sholes y Glidden, además de sus contemporáneas, pronto se convirtieron en accesorios comunes de oficina. A la máquina de escribir se le atribuye el mérito de haber contribuido con la incorporación de las mujeres al trabajo administrativo de oficina, ya que muchas fueron contratadas para manejar los nuevos aparatos.