Escultura del Renacimiento en España
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La aparición de la escultura del Renacimiento en España y del arte renacentista en general tuvo lugar casi un siglo después de los comienzos de este estilo en Italia. El quattrocento no existió como tal estilo renacentista pues predominaban todavía las formas y el gusto por el gótico. Ya en 1339 había llegado a Cataluña el arte de los pisanos con el sepulcro de Santa Eulalia (catedral de Barcelona). Casi un siglo después, el florentino Giuliano de Nofri, discípulo de Ghiberti, junto con otros de mano española, labró en el trascoro de la catedral de Valencia algunos relieves. Pero estos ensayos y tentativas quedaron aislados hasta la verdadera penetración de las ideas y formas escultóricas del Renacimiento italiano con los artistas florentinos que vinieron a trabajar a España a finales del siglo XV y comienzos del XVI, extendiéndose el nuevo gusto por obra de extranjeros de varias nacionalidades y por algunos españoles que aprendieron en Italia. Aun así, no logró implantarse con firmeza el estilo hasta el reinado de Carlos V.[3]
El estilo hispanoflamenco dominante durante todo el siglo XV evolucionó hasta confluir con el gusto italiano, proceso visible en las familias Egas —a la que pertenecen también Juan Guas, Sebastián de Almonacid y Alonso de Covarrubias— y Siloé —Gil de Siloé y su hijo Diego de Siloé, también arquitecto que había viajado a Italia— y el borgoñón Felipe Vigarni (relieves de la Pasión con adornos platerescos de sabor italiano en el trasaltar mayor de la catedral de Burgos, parte de la sillería del coro de la catedral de Toledo, con su retablo mayor —obra colectiva de un gran plantel de artistas, que marca la transición entre el Gótico y el Renacimiento español— y la parte escultórica del retablo de la catedral de Palencia).
En el siglo XVI, que corresponde al cinquecento italiano, aparecieron las primeras demostraciones, como consecuencia de las relaciones políticas y militares con Italia y bajo el mecenazgo y tutela de los reyes y de la nobleza. La escultura renacentista se hizo presente a través de tres vías distintas:
- escultores italianos mandados llamar por los mecenas y que realizaron sus obras en España, como el gran marmolista Domenico Fancelli (1469-1519) —sepulcros del infante D. Juan (1497) en la iglesia de Santo Tomás de Ávila, de los Reyes Católicos en Granada y mausoleo mural de Diego Hurtado de Mendoza (1509) en la catedral de Sevilla)—, el especialista en terracota Pietro Torrigiano —San Jerónimo, Virgen— y Jacobo Florentino, llamado el Indaco, también arquitecto;
- obras importadas, procedentes de los talleres italianos, como el San Juanito del taller de Miguel Ángel para la ciudad de Úbeda y unos cuantos relieves del taller de la familia Della Robbia. También muy influyente fue el mausoleo del virrey Ramón Folc de Cardona-Anglesola (1522) realizado en Nápoles por Giovanni da Nola, y enviado a España por su viuda;
- primera generación de artistas españoles.[An. 1] compuesta por Vasco de la Zarza ( c. 1470-1524) (trascoro de la catedral de Ávila), Felipe Vigarny (c. 1475-1543) (retablo mayor de la catedral de Toledo), Bartolomé Ordóñez (ca. 1480-1520) (sillería del coro de la catedral de Barcelona, sepulcros de Cisneros en Alcalá de Henares y de Juana la Loca y Felipe el Hermoso en la capilla Real de Granada) y Diego de Siloé (c. 1495-1563) (sepulcro de don Alonso Fonseca en Iglesia de las Úrsulas de Salamanca).[lower-alpha 1][An. 2]
Los escultores españoles del siglo XVI han sido etiquetados con diferentes denominaciones acuñadas inicialmente para la arquitectura: «isabelino» —o «Reyes Católicos»—, «cisneriano», «plateresco», «purismo» —o «Príncipe Felipe», o «fase serliana»—, «manierismo», «romanismo», «herreriano», etc.. Además de los ya citados destacan el catalán Juan Sanz de Tudelilla y el riojano Arnao de Bruselas (fl. 1536-1564) (trascoro de la Seo de Zaragoza), el navarro o francés Esteban de Obray (sillería del coro de El Pilar), los burgaleses Rodrigo (c.1520-1577) y Martín de la Haya (retablo mayor de la catedral de Burgos), y muchos otros (Jamete, Diego Guillén, Andrés de Nájera, Pedro Arbulo Marguvete, Juan Miguel de Urliéns). Gran fama alcanzaron los plateros y broncistas Vergara el Viejo, Cristóbal de Andino (c. 1490-1543), la familia de los Becerril (Alonso, Francisco, Cristóbal, etc.)[4] y los Arfe (especialmente, Juan de Arfe) a quienes se deben primorosas obras de mobiliario eclesiástico. En Santiago de Compostela se desarrolló durante el siglo XVI un notable trabajo de los maestros azabacheros.[5]
En el segundo tercio del siglo XVI, destacan:
- en la escuela castellana, el palentino Alonso Berruguete (c. 1490-1561) (sillas altas del coro de la catedral de Toledo —en competencia con las de Vigarni, las de Berruguete son de un estilo más visiblemente clásico-italiano—, sepulcro del cardenal Tavera, busto de Juanelo —de atribución debatida—[6]), el francés Juan de Juni (1506-1577) (retablos mayores de las iglesias de Santiago y la Antigua en Valladolid y otras obras en Segovia, Ciudad Rodrigo y otras poblaciones de Castilla), Inocencio Berruguete y Francisco Giralte;
- en Aragón, Gil Morlanes el Viejo (c. 1445-1517) y Gil Morlanes el Joven (fl. siglo XV-1547), padre e hijo (portada de Santa Engracia de Zaragoza, retablo y sepulcros de la capilla de San Bernardo en la Seo). Morlanes el Viejo fue desde 1493 «escultor de Fernando el Católico».[Ca. 1] Pero los tres grandes escultores renacentistas fueron el valenciano Damián Forment (c. 1480-1540) (basamento del retablo mayor de la catedral de Barbastro y los de la catedral de Santo Domingo de la Calzada y de El Pilar de Zaragoza), Gabriel Joli y Juan de Moreto.
En el último tercio cambió por completo el gusto renacentista español que se inclinó al clasicismo representado sobre todo en la figura del arquitecto Juan de Herrera. Fueron llamados a la corte de Felipe II y a la obra de El Escorial los italianos Leoni (León y Pompeyo, padre e hijo) y Jacome da Trezzo (1515-1589), además del español Juan Bautista Monegro (ca. 1545-1621) (estatuas de los reyes de Judá en el patio de los Reyes). A partir de ese segundo tercio surgieron en distintas regiones españolas unos artistas que llegaron a ser los grandes maestros de Renacimiento español, que aunque siguieron las normas italianas, supieron dar a sus obras un carácter puramente español, creando escuela en las distintas regiones del ámbito nacional. El material utilizado fue el mármol y el bronce, pero sobre todo la madera policromada y estofada. De los talleres de los grandes maestros salieron gran cantidad de retablos, sillerías de coro, imágenes y escultura funeraria.[VA 1][An. 3]
También en esta etapa trabajaron el andaluz Gaspar Becerra (1520-1568) (Virgen de la Soledad del convento de Nuestra Señora de la Victoria (Madrid), destruida por un incendio en 1936, antiguo retablo de las Descalzas Reales —destruido por un incendio en 1862—, retablo mayor de la catedral de Astorga (1558-1584), el vallisoletano Esteban Jordán (1530-1598) (retablo mayor y sepulcro del obispo Lagasca en la iglesia de la Magdalena de Valladolid, retablo mayor de Santa María de Medina de Rioseco), Pedro López de Gámiz y el guipuzcoano Juan de Ancheta (1533-1588) (retablo mayor de Santa María de Tafalla).[7]).
- Sepulcro de los Reyes Católicos, de Domenico Fancelli, y de Juana la Loca y Felipe I el Hermoso, de Bartolomé Ordóñez, en la capilla real de Granada.
- Sepulcro de El Tostado (1520-1524), de Vasco de Zarza
- Capilla del Condestable (1524-1525), de Felipe Bigarny en colaboración con Diego de Siloé (catedral de Burgos)
- Retablo en alabastro del monasterio de Santa María de Poblet (1527-1529), de Damián Forment
- Sillería del coro de la catedral de Toledo (1495-1498 y 1539-1543), obra de Rodrigo Alemán, Alonso Berruguete y Felipe Bigarny
- San Jerónimo (ca. 1525), obra maestra de Pietro Torrigiano (Museo de Bellas Artes de Sevilla)[Pe. 1]
- Retablo de San Benito el Real (Valladolid) (1527-1532), de Alonso Berruguete