Batalla de las islas Egadas
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La batalla de las islas Egadas fue un batalla naval librada el 10 de marzo de 241 a. C. entre las flotas de Cartago y Roma durante la primera guerra púnica. Tuvo lugar entre las islas Egadas, frente a la costa occidental de la isla de Sicilia. Los cartagineses estaban al mando de Hannón, y los romanos el general de Cayo Lutacio Cátulo, pero Quinto Valerio Falto comandó la flota romana durante la batalla. Fue la batalla que finalizó la primera guerra púnica, la cual duró 23 años.
Batalla de las islas Egadas | ||||
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Parte de primera guerra púnica | ||||
Ubicación de las islas Egadas, cerca de Sicilia. | ||||
Fecha | 10 de marzo de 241 a. C. | |||
Lugar | Islas Egadas (Italia) | |||
Coordenadas | 37°58′00″N 12°12′00″E | |||
Resultado | Decisiva victoria romana | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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El ejército romano llevaba varios años acosando a los cartagineses en sus últimos reductos de la costa occidental de Sicilia. Casi en bancarrota, los romanos pidieron un préstamo para construir una flota, que usaron para bloquear a los cartaginenses marítimamente. Los cartagineses reunieron una flota más grande que la de los romanos que pretendían utilizar para llevar suministros a sus tropas en la isla, para luego embarcar a gran parte del ejército cartaginés estacionado allí como marinos. Fue interceptada por la flota romana y, en una dura batalla, los romanos, mejor entrenados, derrotaron a la flota cartaginesa, con escasa dotación y mal entrenada, que se encontraba en desventaja por estar cargada con suministros y no contar con toda su dotación de marinos.
Como consecuencia directa, Cartago solicitó la paz y aceptó a firmar el Tratado de Lutacio, por el que Cartago le entregaba Sicilia y pagaba importantes reparaciones de guerra a los romanos. A partir de ese momento, Roma se convirtió en la principal potencia del Mediterráneo occidental y, cada vez más, de toda la región mediterránea.
La fuente principal para casi cada aspecto de la primera guerra púnica[nota 1] es el historiador griego Polibio, un griego enviado a Roma en el año 167 a. C. como rehén.[3][4] Entre sus obras se destaca un manual de tácticas militares,[5] hoy perdido, pero es conocido hoy en día por Las Historias, escrito en algún momento después del año 146 a. C., es decir, aproximadamente un siglo después de la batalla de las Egadas.[3] La obra de Polibio se considera ampliamente objetiva y neutral en buena medida entre los puntos de vista cartagineses y romanos.
Los textos cartaginenses fueron destruidos junto con su capital en el año 146 a. C. así que el relato de Polibio sobre las guerras púnicas se basa en varias fuentes griegas y latinas, ahora perdidas. Polibio era un historiador analítico y, en la medida de lo posible, entrevistó personalmente a los participantes en los acontecimientos sobre los que escribió. Solamente el primer libro de los 40 que constituyen Las Historias trata con la Primera Guerra Púnica. La exactitud del relato de Polibio ha sido sujeta a gran debate durante los últimos 150 años, pero el consenso moderno es el aceptarlo literalmente, siendo así que los detalles de las batallas en las fuentes modernas se basan casi enteramente en el recuento de Polibio. El historiador moderno Andrew Curry considera que "Polibio resultó [ser] bastante confiable", mientras que Dexter Hoyos lo describe como "un historiador notablemente bien informado, laborioso y perspicaz". Existen otros escritos posteriores a la guerra pero solo en forma de fragmentos y suelen cubrir las operaciones militares en tierra con más detalle que las de mar. Historiadores modernos también tienen en cuenta las obras de Diodoro Sículo y Dion Casio, aunque el clasicista Adrian Goldsworthy afirma que "el relato de Polibio suele ser preferible cuando difiere de cualquier otra obra".
Otras fuentes son inscripciones, hallazgos arqueológicos y evidencia empírica de reconstrucciones tales como el Trirreme Olympias. Desde el año 2010 se han recuperado varios artefactos del lugar en el que transcurrió la batallay su análisis y la recuperación de más objetos aún esta en curso.
En el año 264 a. C. Roma y Cartago entraron en guerra, dando así inició a la Primera Guerra Púnica. Cartago era una potencia marítima de gran importancia en el Mediterráneo occidental, mientras que la Italia continental al sur del río Arno había sido recientemente unificada bajo el estandarte romano. La causa directa de la guerra fue el control de la ciudad siciliana de Messana (la actual Mesina). En términos generales, ambos bandos deseaban controlar Siracusa, la ciudad-estado más poderosa de Sicilia.
Durante este periodo el barco estándar en el Mediterráneo era el quinquerreme, que significa "de cinco remos". El quinquerreme era un tipo de galera de aproximadamente 45 metros de largo, 5 metros de ancho al nivel del agua, con su cubierta situada a unos 3 metros (10 pies) por encima del mar y desplazaba alrededor de 100 toneladas.
Los años que precedieron a la batalla fueron de relativa calma. Roma carecía de flota —los barcos que poseía al inicio de la guerra habían sido destruidos en la batalla de Drépano y en la tormenta que siguió—. Cartago, no obstante, tomó una pequeña ventaja de esta situación. Las hostilidades entre las fuerzas romanas y cartaginesas se estancaron gradualmente, comenzando con operaciones a pequeña escala en Sicilia. El general cartaginés Amílcar Barca se hizo lento al momento de completar su ventaja en la isla y, probablemente debido a esto, en 242 a. C. Roma decidió construir una nueva flota y recuperar su supremacía naval.
A pesar de haber tomado esta resolución, después de veinte años de guerra las finanzas de la República se encontraban en pésimo estado, las arcas monetarias estaban vacías. Un movimiento popular se formó rápidamente para contrarrestar esta dificultad, en una típica forma romana: los ciudadanos ricos, solos o en grupos, decidieron mostrar su patriotismo y financiaron la construcción de un barco por cada uno. El resultado fue una flota de aproximadamente doscientos quinquerremes, construidos y equipados sin gastos públicos.
La nueva flota fue completada en 242 a. C. y confiada al cónsul Cayo Lutacio Cátulo. Las derrotas navales sufridas en el pasado sirvieron en esta ocasión como invaluables muestras de experiencia. Las naves romanas eran ahora más resistentes a las adversas condiciones climáticas, habiendo abandonado el corvus. Cátulo sólo tuvo que esforzarse en instruir a las tripulaciones en maniobras y ejercicios antes de dejar aguas seguras. El resultado fue una flota en la cima de sus capacidades militares.
En Cartago, mientras tanto, las noticias de las actividades enemigas no fueron recibidas en vano. Una nueva flota cartaginesa fue construida, de 250 naves alrededor, y soltada al Mediterráneo bajo el mando de Hannón el Grande (el general derrotado en Agrigento y en el cabo Ecnomo).
El primer movimiento de Cátulo fue sitiar la ciudad siciliana de Lilibea (hoy Marsala) una vez más, bloqueando su puerto y conexión con Cartago. Se intentó con esto, aparentemente, cortar las líneas de comunicación y suministro de Amílcar Barca. Para el resto del año, Cátulo esperó por la respuesta cartaginesa.
La armada cartaginesa arribó a aliviar el bloqueo el año siguiente 241 a. C. Hannón se detuvo cerca de las islas Egadas para esperar favorables vientos que lo llevaran a Marsala. Sin embargo, la flota cartaginesa fue descubierta por exploradores romanos y Cátulo se vio obligado a abandonar el sitio para enfrentarse con sus enemigos.
En la mañana del 10 de marzo, el viento sopló a favor de los cartagineses y Hannón inmediatamente izó las velas. Cátulo midió el riesgo que habría de correr entre atacar con el viento en su proa y el riesgo en dejar llegar a Hannón a Sicilia para encontrarse con Amílcar Barca. A pesar de las condiciones desfavorables, el cónsul decidió interceptar a los cartagineses y ordenar formación de batalla. Mandó quitar los mástiles, velas y cualquier equipo innecesario para hacer más livianas las naves en aquellas duras condiciones. Cátulo no podía unirse a la batalla debido a las lesiones ocasionadas en un reciente combate, entonces en la actual batalla la flota pasó a manos de su segundo, el pretor Quinto Valerio Faltón.
En el siguiente combate, los romanos obtuvieron una gran movilidad y agilidad en el agua, debido a los equipos que habían retirado; los cartagineses, por su parte, estaban cargados con provisiones y equipos muy pesados lo que le restaba movilidad. Las tripulaciones cartaginesas estaban también reclutadas en forma apresurada y muy poco entrenadas. La armada romana ganó pronto una buena posición, usando su capacidad de movilidad para embestir los barcos cartagineses. Cerca de la mitad de la flota cartaginesa fue destruida o capturada. El resto sólo fue salvado por un abrupto cambio en la dirección del viento, que aprovecharon para escapar de los romanos.
Luego de su decisiva victoria sobre la armada cartaginesa, Cátulo renovó el sitio y conquistó Lilibea, esparciendo a Amílcar y a su ejército en Sicilia, entre las pocas fortalezas que aún controlaba Cartago. Sin recursos para construir una nueva flota o para reforzar las tropas terrestres, Cartago admitió su derrota y firmó un tratado de paz con Roma, dando conclusión así a la primera guerra púnica.
Para celebrar su victoria, Lutacio Cátulo construyó un templo en honor a Juturna en el campo de Marte.
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