Tratados constitutivos de la Unión Europea
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Los Tratados constitutivos de la Unión Europea son el conjunto de tratados internacionales de los denominados constitutivos, que constituyen la norma suprema del ordenamiento jurídico europeo, a la que están sujetos todos los poderes públicos y ciudadanos de la Unión. Estos Tratados confieren al Derecho de la Unión una supremacía constitucional[1] sobre el derecho y legislación nacionales de los Estados miembros.
Actualmente son cuatro los textos constitutivos comunitarios:
- El Tratado de la Unión Europea[2] (TUE), texto base de inspiración de los principios constitucionales de la Unión.
- El Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea[3] (TFUE), que antes se llamó Tratado constitutivo de la Comunidad Europea y, previamente, Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, heredero del Tratado de Roma, contiene la metodología y el peculiar engranaje jurídico-político que se ha dado en denominar método o sistema comunitario, donde se enmarcan y establecen la mayor parte de las políticas concretas que lleva a cabo la Unión.
- El Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica[4] (Tratado Euratom), que pese a su naturaleza formal constitutiva, hoy en día surte una actividad políticamente residual.
- La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea[5] (CDF), que si bien no es en puridad un tratado, como sí lo son los anteriores, goza, en virtud de los mismos, de su mismo rango constitucional y de idéntico valor jurídico.[6]
Según la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, estos tratados conforman la «constitución material» de la Unión Europea. Han sido reformados en numerosas ocasiones por medio de los tratados modificativos, el último de los cuales fue el Tratado de Lisboa, firmado en 2007 y en vigor desde diciembre de 2009. Lisboa introdujo numerosas disposiciones que, rescatadas de la nonata Constitución Europea de 2004, recogían de aquella preceptos de un gran simbolismo, con una vocación netamente constitucional; no obstante, los hubo que se hundieron con la propia Constitución. Como resultado, quedó un reconfigurado Tratado de la Unión Europea, el actual, que en su mismo nombre denota una poderosa voluntad omnicomprensiva de toda la organización "Unión Europea", acentuada por la nueva denominación del antiguo Tratado CE, renombrado "Tratado de Funcionamiento de la Unión", con inclinaciones claramente derivativas o secundarias respecto al TUE. En este tratado se contiene la mayor parte de los preceptos de aplicación más general, los valores y principios que informan a la propia Unión y su Derecho, las disposiciones institucionales básicas y, como residuo asistemático del método intergubernamental que la rige, la regulación de la política exterior y de seguridad común de la Unión, incluida la relativa a asuntos de la defensa.
Estos tratados constitutivos se diferencian del conocido como Derecho originario, del que forman indudablemente parte, porque su vocación formal y material es la permanencia, la codificación o unidad formal, y la completud, cualidades que no necesariamente distinguen al resto del Derecho originario (piénsese, por ejemplo, en los tratados de adhesión o en los tratados meramente modificativos). Son, en cualquier caso, su componente más importante.
En 2017 el presidente de Francia Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel manifestaron su voluntad de impulsar una refundación de la Unión Europea reformando los Tratados constitutivos de ser necesario.[7][8]