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escritor español De Wikipedia, la enciclopedia libre
José Bergamín Gutiérrez (Madrid, 30 de diciembre de 1895-Fuenterrabía, Guipúzcoa, 28 de agosto de 1983) fue un escritor español que cultivó el drama, el ensayo, el teatro y la poesía.
José Bergamín | ||
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | José Bergamín Gutiérrez | |
Nacimiento |
30 de diciembre de 1895 Madrid | |
Fallecimiento |
28 de agosto de 1983 (87 años) San Sebastián | |
Nacionalidad | Española | |
Familia | ||
Padre | Francisco Bergamín García | |
Cónyuge | Rosario Arniches | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor, poeta y ensayista | |
Géneros | Drama, poesía, ensayo | |
Hijo de Francisco Bergamín García —conocido ministro de la Restauración como miembro del Partido Liberal-Conservador— y de Rosario Gutiérrez López —católica fervorosa—, fue el último de los trece hermanos que formaban una acomodada familia. El futuro escritor nunca renegó de esta doble herencia: de su padre obtuvo el interés por la política y de su madre una influencia religiosa decisiva; toda su vida trató de congraciar catolicismo y comunismo («con los comunistas hasta la muerte... pero ni un paso más allá», dirá).
Estudió leyes en la Universidad Central de Madrid. Sus primeros artículos aparecieron en la revista Índice, dirigida por Juan Ramón Jiménez, en los años 1921 y 1922; su amistad con el gran poeta será tan intensa y duradera como la que sostuvo con Miguel de Unamuno, que es también una de las principales fuentes intelectuales en su obra. Fue en Índice donde, según él, surgió toda la nómina de escritores de la generación del 27, marbete que detestaba, pues prefería denominarla "Generación de la República". La crítica oficial le ha negado siempre su pertenencia a dicho grupo y le clasifica más bien entre los miembros de la generación de 1914 o novecentismo, pero la verdad es que participó en los comienzos del 27, colaboró en todas sus publicaciones y fue editor de sus primeros libros, por lo que puede decirse que fue uno de sus representantes más genuinos. Por otra parte, se considera a Bergamín como el principal discípulo de Unamuno y uno de los mejores ensayistas en español del siglo XX, y se aprecia en sus escritos la calidad de página de un consumado y original estilista. Sus temas preferidos van desde los mitos literarios a España, el Siglo de Oro, la mística, la política o la tauromaquia.
Pero es precisamente la originalidad de su obra literaria y su gusto unamuniano por lo paradójico lo que ha desconcertado a los historiadores menos sensibles de la literatura española, perjudicando a su fama pese a su activísima labor literaria en el terreno del aforismo, el ensayo, la lírica, la edición y el teatro. Pero eso no le importaba demasiado y, de hecho, él mismo deseó convertirse en lo que fue: un auténtico fantasma en el mundo cultural español.
Opuesto a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, participó en un mitin político en Salamanca junto a Unamuno en apoyo de los ideales republicanos. En 1928 se casa con Rosario Arniches, hija del comediógrafo Carlos Arniches. Colaboró en las revistas culturales de la época, entre ellas La Gaceta Literaria, fundada por Ernesto Giménez Caballero en 1927. Y al proclamarse la II República en 1931 ocupó por breve tiempo el cargo de director general de Seguros en el primer Ministerio de Trabajo republicano a las órdenes de Largo Caballero.
En 1933 funda y dirige Cruz y Raya, "revista del más y del menos" o "de la afirmación y la negación", la publicación más original, abierta e independiente de entonces, donde participaron numerosos autores del 27. Su último número, el 39, apareció en junio de 1936, días antes del inicio de la Guerra Civil, y muere junto a la Segunda República. También en 1933 publica un importante ensayo, Mangas y capirotes, en el que interpreta el teatro barroco del siglo XVII.
Durante la República Bergamín alcanzó la cúspide de su prestigio intelectual apoyando al bando republicano, multiplicándose en todos los frentes literarios y periodísticos. Ya entrados en la Guerra civil española, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas y fue nombrado agregado cultural en la Embajada española en París, donde se ocupó en buscar apoyos morales y financieros para la decaída República; su nombre está asociado en esta época a casi todas las empresas culturales durante la contienda. Escribe en las revistas El Mono Azul, Hora de España y Cuadernos de Madrid. Y consigue que España fuese en 1937 la sede del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, que reunió a más de un centenar de intelectuales llegados de casi todas partes del mundo. Hizo a Pablo Picasso el encargo oficial del Guernica para la Exposición Internacional de París de ese mismo año.
El escritor adoptó una postura muy radical: se paseó con mono y pistola al cinto por las calles de Madrid y aparecieron escritos suyos en El Mono Azul en los que, con su escritura afilada, no dejaba títere con cabeza; se le atribuye la autoría de la sección —sin firma— titulada A paseo, en la que delataba —cuando no se trataba de una instigación al asesinato, en unos momentos en que la palabra "paseo" tenía connotaciones siniestras— a escritores de significación ideológica enemiga (en algunos casos, antiguos amigos como Sánchez Mazas o Giménez Caballero, escondidos entonces en Madrid).[2] Para Andrés Trapiello el papel de Bergamín “como intelectual orgánico que justificaba los asesinatos cometidos por comunistas a trotskistas no ofrece dudas”.
Juan Ignacio Luca de Tena lo acusará de abandonar a su suerte en los meses del "Terror Rojo" a amigos íntimos que le imploraban ayuda para no ser ejecutados por sus correligionarios: «cuando algún pariente o viejo amigo iba a implorarle protección para los perseguidos, el intelectual Pepito Bergamín, una de las personas que más influencia tenía en el Madrid rojo, se limitaba a alzar las manos al Cielo, bien lavadas como las de Pilatos, chillando con su más equívoco acento del Perchel malagueño: ¡No me comprometái...! ¡No me comprometái...!».[3] El exfalangista Dionisio Ridruejo defenderá sin embargo a Bergamín, acusando a Juan Ignacio Luca de Tena de faltar a la verdad «porque me consta de casos singulares y bastante extremos en que Bergamín se empleó a fondo y con éxito a favor de los perseguidos» y recordando al aristócrata Luca de Tena su decisivo papel como organizador del golpe de Estado de 1936: «aún hay alguien que puede reprochar al prójimo adversario el mono de la pistola y las compañías terroristas sin hacer examen de conciencia y preguntarse si acaso andaba él, por las mismas fechas, entre los ángeles de la guarda».[4] José Bergamín jamás se retractó de estas actitudes ni refutó tales acusaciones.
Al triunfar Franco se fue al exilio llevándose un ejemplar de Poeta en Nueva York que le había dado Federico García Lorca poco antes de morir, el cual editará él mismo. Marchó primero a México, donde estuvo de 1939 a 1947. Allí fundó la revista España Peregrina, que recogió las aspiraciones de los escritores exiliados, y la Editorial Séneca, donde aparecieron las primeras Obras completas de Antonio Machado y obras de Rafael Alberti, César Vallejo, Federico García Lorca y Luis Cernuda, entre otros. Asimismo estrenó tres piezas teatrales de hondo compromiso político: La muerte burlada (1944), La hija de Dios (1945), fundada en la Hécuba de Eurípides y en la que denuncia sutilmente el sufrimiento al que se ha visto sometido el pueblo español en la Guerra Civil, y La niña guerrillera (1945), pieza breve en que inspirándose en el romancero denuncia el poder ilegítimo de los insurrectos.
Marchó luego brevemente a Venezuela —país donde coincidió con su hermano arquitecto Rafael Bergamín, quien tendría allí veinte años de fructífera labor—,[5] y después a Uruguay, en cuya capital Montevideo permaneció entre 1945 y 1954, estrenando sus obras Melusina y el espejo (1952) y Medea la Encantadora (1954). La primera es de inspiración barroca y plasma una bella metáfora sobre la imposibilidad de domeñar vida y amor, entidades libres que corren lejos de nuestros intentos por apresarlas; la segunda es una relectura cristiana del mito griego: la protagonista se cree divina e, incapaz de asumir la maternidad, algo que es humano, mata a sus hijos.
Por último estuvo residiendo en Francia entre 1954 y 1958. Allí escribió La sangre de Antígona (1956), nueva metáfora sobre la guerra fratricida entre españoles, y La cama, tumba del sueño o El dormitorio, una pieza de aire existencialista sobre la debilidad del hombre (1956).
Volvió a España en 1958 y consiguió no ser expulsado por el régimen franquista durante unos cuantos años. En 1961 sacó sus Renuevos de Cruz y Raya en la editorial "Cruz del Sur" que Arturo Soria, español regresado también de su exilio en Chile, había fundado. Pero, arrestado como sospechoso por sus relaciones con la oposición al régimen, su apartamento fue quemado. Otras hostilidades y, sobre todo, haber firmado un manifiesto con más de cien intelectuales dirigido a Manuel Fraga Iribarne en que se denunciaban torturas y represión contra los mineros asturianos, lo obligó a exiliarse de nuevo en 1963 por orden expresa de Fraga tras una polémica con Juan Ignacio Luca de Tena en el diario ABC, al publicar este una «Contestación a Pepito Bergamín»[3], donde Luca de Tena le recordaba a Bergamín su participación en el "Terror Rojo" que asoló Madrid en el verano de 1936, tras leer un artículo suyo publicado en América.
Bergamín volvió definitivamente a España en 1970 y vivió en Madrid muchos años. Reedita algunas de sus obras del exilio e imprime su particular aproximación al sainete y al género chico (no en vano se había casado con una hija de Carlos Arniches) en el volumen De una España peregrina (1972). Pero su actividad en este lapso de la historia fue fundamentalmente periodística y política. Se convirtió en un disidente del proceso político conocido como la Transición española, lo que le supuso ser censurado sucesivamente en varios periódicos de diversa tendencia.
Fue republicano en las primeras elecciones democráticas desde la muerte de Franco y publicó el manifiesto Error monarquía; de hecho escribirá «mi mundo no es de este reino». Acabó sus días apoyando a los independentistas vascos y a la coalición independentista Herri Batasuna con su trabajo en el diario Egin y en la revista Punto y Hora de Euskal Herria. Los últimos años de su vida los vivió en el País Vasco donde murió en 1983. El tema de España se halla también muy presente en su obra, y acaso expresó su postura de la forma más sintética en su soneto «Ecce España». José Bergamín tuvo como última decisión ser enterrado en Fuenterrabía «para no dar mis huesos a tierra española».[6]
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