Declive y caída de Pedro II de Brasil
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El declive y caída de Pedro II de Brasil se refiere al periodo final del Imperio del Brasil que transcurrió durante la década de 1880, cuando las causas subyacentes de la decadencia imperial empezaron a acumularse y a volverse prominentes. Paradójicamente, este período coincidió con una época de incomparable estabilidad y progreso tanto en lo económico como en lo social, durante la cual Brasil se destacó en el escenario internacional como potencia emergente.
Pedro II de Brasil | ||
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Emperador de Brasil | ||
Emperador de Brasil | ||
7 de abril de 1831-15 de noviembre de 1889 | ||
Predecesor | Pedro I de Brasil | |
Sucesor |
Deodoro da Fonseca (Presidente de la República) | |
Emperador de jure de Brasil | ||
15 de noviembre de 1889-5 de diciembre de 1891 | ||
Sucesor | Isabel de Brasil | |
Información personal | ||
Nombre completo | Pedro de Alcântara João Carlos Leopoldo Salvador Bibiano Francisco Xavier de Paula Leocádio Miguel Gabriel Rafael Gonzaga de Bragança | |
Otros títulos |
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Coronación | 18 de julio de 1841 | |
Nacimiento |
2 de diciembre de 1825 Río de Janeiro, Brasil | |
Fallecimiento |
5 de diciembre de 1891 (66 años) París, Francia | |
Sepultura | Capilla Imperial, Catedral de Petrópolis, Brasil | |
Familia | ||
Casa real | Braganza | |
Padre | Pedro I de Brasil | |
Madre | María Leopoldina de Austria | |
Consorte | Teresa Cristina de las Dos Sicilias | |
Hijos | ||
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Firma | ||
Las raíces del colapso de la monarquía Brasileña se remontan a 1850, cuando muere el hijo menor de Pedro II. A partir de ese momento, el propio emperador dejó de creer en la monarquía como una forma viable de gobierno para el país, ya que solo quedaba su hija como heredera. Aunque constitucionalmente era posible que una mujer heredara el trono, tanto Pedro II como los círculos gobernantes consideraban que debía gobernar un hombre. Mientras el Emperador gozó de buena salud, la cuestión de la sucesión pudo ser ignorada y el problema fue pospuesto por décadas, durante las cuales el país se volvió más poderoso y próspero.[1]
Sin embargo, a partir de 1881, la salud de Pedro II comenzó a deteriorarse. Esto hizo que poco a poco se fuera retirando de la vida pública. Cansado de estar atado a un trono que probablemente no sobreviviría a su muerte, el Emperador perseveró por deber y porque no parecía haber una alternativa inmediata. Tampoco su hija y heredera, Isabel, estaba interesada en asumir la corona. Ambos, sin embargo, eran amados por el pueblo brasileño, que todavía apoyaba a la monarquía. La indiferencia del emperador y su hija hacia el sistema imperial permitió que una minoría republicana descontenta se volviera audaz, animándose a llevar a cabo el golpe que terminaría con el imperio.
Pedro II es uno de los pocos casos de un jefe de Estado que, a pesar de haber sido considerado un gobernante exitoso hasta el final, terminó derrocado y en el exilio.